La Soledad en tres actos o el camino de El jardín de las delicias

Daniel Lávida

14 July 2023

Siempre ha existido magia en aquel que escribe, siempre han tenido también un cierto grado de profetas, con vistas a cosas futuras de las que muchos no podrían acceder tan fácil. Otros, son grandes historiadores (en el sentido académico de la palabra), han analizado tan bien nuestro pasado que nos permiten entender cómo llegamos a este presente.

Pero, hay otro tipo de escritores que no ven el futuro y no analizan tanto a nuestro pasado, un tipo de escritores que nos muestran el peso de nuestro presente. El peso del aquí y ahora, el peso de estar vivos, de poder ver lo que (tal vez nosotros no) otros están haciendo.

Observadores de la cotidianidad, que pueden ver todas las aristas de la vida, que nos ven con ojos ajenos, que logran identificar cosas como: las sustancias que consumimos y nuestras adicciones a estas, los problemas en los que nos metemos, las decisiones que tomamos, y pluralizo y me incluyo porque hablo de nosotros como raza. Lo peor es cómo cada una de estas decisiones que a veces podrían parecer tan ajenas terminan, casi siempre, por afectarnos de alguna u otra manera.

Y esto me lleva a pensar en Antonia, la protagonista, corrijo, una de las protagonistas de La Soledad en tres actos (Alfaguara, 2023) de Gisela Leal. En esta novela la autora nos presenta nuestros errores, nos muestra todo lo que estamos haciendo y dejando de hacer, y nos invita, en ocasiones, a mirar a través de sus ojos, a permitirnos ver a esta raza como lo que es: la única capaz de destruir o conservar la esfera en la que vivimos.

Me gustaría hablar de un solo tema, poder decir que este libro es una novela que va de esto o aquello de inicio a fin. Pero, este libro es como la vida misma, un conjunto de cosas, de hechos que marcan. Es un conjunto de subidas y bajadas. Un ir y venir de personas que en ocasiones la autora sólo nos dice que reemplazan a alguien más, quitándole nombre, como si no fueran humanos y fueran máquinas al servicio de nuestras necesidades denominándolos como: el nuevo x o el nuevo y, sin más.

La salud mental y las adicciones legales e ilegales

Uno de los temas más abordados por las nuevas generaciones es la salud mental, el adentrarse en cómo se sienten consigo mismos, qué es todo aquello que en ocasiones les dice su cabeza y cómo en algunas para estar bien recurren, como es mi caso, a sustancias prescritas por un especialista en temas de la mente. Aunque en otras, estas sustancias son prescritas por amigos o la sociedad misma para regular todo eso que sienten.

Así, durante esta obra conocemos a Teresa, la madre de Antonia, una mujer sumamente hermosa. Pero que, desde las primeras páginas de la obra nos muestra su debilidad, su ideología y su vulnerabilidad. También nos muestra lo fría que es con Antonia, al tenerla sólo por tenerla. Sin pensar.

En el primer acto conocemos sus cuadros depresivos y la forma en la que una “nueva Sara, sucesora de la otra Sara” busca ayudarla dándole pastillas sin necesidad de receta médica. Mismas que la vuelven adicta a estar bien, es decir: a consumirlas por el más mínimo de los problemas.

Conocemos también a Nicolás, hijo de Dionisio (esposo de Teresa) y medio hermano de Antonia que no lleva una buena relación con su padre, pero que lo obliga a trabajar en el negocio familiar, orillándolo así a comenzar a beber vino desde una corta edad, lo que le provoca un alcoholismo prematuro. Sin saber cómo esto afectaría su depresión heredada de la familia de su progenitor.  

Por último, tenemos a Dionisio, un hombre que logró levantar su fortuna con un pequeño viñedo que después se convirtió en esa finca llamada La Soledad, y cuya megalomanía lo lleva a relacionarse con personajes poderosos de la política y religión con tal de hacer crecer todavía más su fortuna (sí, hablamos de un libro, pero puede darle la imagen al conocido empresario corrupto que usted prefiera).

Volvemos a Dionisio, un día conoce un polvo blanco mágico que le permite ver de otra forma el mundo, ver todo aquello de lo que nosotros, simples mortales, nos estamos perdiendo. Este polvo hace que nuestro macho alfa se llene de vitalidad y a la vez vaya fragmentando su mente, sus emociones y su estilo de vida.

La religión y la política como pecados capitales

Como lo decía, es difícil poder abordar un solo tema de los tantos que trata esta obra. Si bien, en las reuniones familiares, o mejor dicho, en cualquier tipo de reunión, se dice que hay temas que no se deben abordar. Estos son: el futbol, la religión y la política. Pero la autora sabe que no está en una reunión y ella nos quiere compartir su visión del mundo.

Así, en el segundo acto aborda, entre muchas otras cosas, la religión católica como el sistema corrompido que es. Nos detalla ese modus operandi que tienen algunos sacerdotes para poder realizar actos sexuales no consensuados con menores. Nos muestra como el hombre de Dios puede ser capaz de alterar la realidad para que todo parezca a su favor.

La autora nos muestra también cómo se desarrolla la política que bien podría ser en México, en El Salvador, en Uruguay o en cualquier otro país de Latinoamérica y del mundo, me atrevo a decir. Cómo el poder y el dinero van corrompiendo a las personas, al punto de nublar su visión del mundo y sentir que ellos son los únicos que pueden cambiarlo.

Así, nos muestra la autora a la política como lo que es: avaricia, ese pecado capital constante en los hombres de poder. Y en la religión, la avaricia y la lujuria. Lo peor, la lujuria consumada.

Gisela Leal

El jardín de las delicias o los tres actos que mira La Soledad

Cuando vi por primera vez este libro me llamó la atención la portada. Qué significaba dicho cuadro, de quién era y qué podría contarme sobre la novela. Tiempo después supe que esta forma parte de un tríptico creado por El Bosco, en el cual se ve en el lado izquierdo El Paraíso, aquel edén del que fuimos exiliados hace mucho tiempo con ese ser que creó a sus hijos a imagen y semejanza acompañado de Adán y Eva, los causantes de nuestra desgracia.

En el centro se ve El jardín de las delicias, evocando al mundo terrenal. Este en el que estamos sujetos a nosotros mismos. En el que podemos dejarnos guiar por nuestros instintos más básicos como lo hacen en su momento Teresa, Antonia, Nicolás, Dionisio, Alana o cualquiera de los seres que conocemos en esta novela.

Y, por último, en el panel izquierdo tenemos El Infierno, aquel lugar en el que pagan las personas que fueron malas, que pecaron, que hicieron todo aquello que condena la iglesia católica. Pero, así como en la obra de El Bosco, nuestro narrador (porque en este libro se identifica como hombre) nos cuenta en el tercer acto el destino de nuestros personajes.

Así, re-conocemos los límites de lo humano, aquellos límites que se podría decir que son de entendimiento universal. Podemos en estas páginas encontrarnos con un narrador que suele romper la cuarta pared a sabiendas de que en ocasiones necesitaremos de él para parar por un momento con todo eso que estamos leyendo y alejarnos de ese tormento. En otras, es el consuelo para tanto mal que estamos viendo. Es nuestro protector, nuestro paño de lágrimas. Como si se ligara El Bosco con Gisela o Gisela con El Bosco, a través de los tres actos pasamos por el paraíso, el infierno y esta tierra. Acompañando a Antonia en este presente que nos llena de tormento y nos hace cubrirnos o descubrirnos en los dulces lazos de las palabras…