El otro nombre

Elisa de Gortari

11 July 2023

Cuando leí por primera vez El lado izquierdo del sol (Random House, 2023), el nombre de esta novela era otro. Su autor y yo habíamos coincidido en la primera Tutoría de Novela de la UNAM, impartida por Jorge Volpi, Pedro Ángel Palou y Eloy Urroz. A lo largo del 2021, nos reunimos una vez a la semana de forma virtual para tallerear los manuscritos de ocho participantes, entre ellos Cristian Lagunas.

Desde la primera sesión su proyecto brilló con el talismán que tienen los grandes inventos: ideas que parecen sencillas, como si cualquiera pudiera haberlas concebido, pero que necesitaban de una chispa especial para ser enunciadas: un escritor japonés de visita en México en un periodo oscuro de su biografía. Y no cualquier escritor japonés, sino Yukio Mishima.

Nunca fui admiradora del autor japonés. Lo evité por años por culpa de un profesor del Colegio de Ciencias y Humanidades que acosaba a sus alumnos y que, además, recomendaba con insistencia Confesiones de una máscara. La asociación desagradable entre el novelista japonés y el maestro acosador perduró por lustros.

Llegué a la novela de Cristian Lagunas sin la devoción previa que profesaban los demás participantes del taller, pero pude reconocer las claves de su asombro entrega tras entrega: para ellos, esta novela era la oportunidad de espiar la intimidad de un escritor admirado y de revivir ciertas referencias a algunos de sus textos más célebres. En mi caso, el camino fue inverso: primero conocí a Mishima a través de esta novela y posteriormente decidí leer sus libros. A estos he llegado con la familiaridad que despierta el libro de un querido amigo.

En un mercado saturado de representaciones asépticas de la diversidad sexual, fue refrescante encontrar un escritor amargo, abyecto por momentos, que lamenta no haber cometido nunca un homicidio.

No menos llamativo fue ver a este escritor recorriendo las calles de Mérida, los extrarradios de Tijuana, los canales de Xochimilco. Camina junto a Bellas Artes y la Torre Latino con una extrañeza que lo emparenta más con un alienígena que con un turista armado con una cámara fotográfica. Los mexicanos le intrigan, pero sabe que él también es un enigma para ellos. En esta novela, Mishima alza la mano como el más misterioso de los escritores que visitaron México y se marcharon llenos de asombro (como Artaud y Breton), crudos (como Lowry y Kerouac) o con rencor (como Graham Greene y D.H. Lawrence).

Al igual que El lado izquierdo del sol, Yukio Mishima también tuvo otro nombre. En esta novela episódica se alterna la visita a México del novelista con el revés de su vida, la época en que fue Hiraoka Kimitake. Ese muchacho desgarbado, arrinconado por el desprecio de su padre, encuentra en Yasunari Kawabata a un mentor que le enseña, literalmente, a cuidar de un jardín, a desbrozar, a trasplantar flores. Ver a Hiraoka Kimitake transicionar hacia Yukio Mishima no produce la satisfacción melosa de una novela de aprendizaje. Por el contrario, el camino hacia sí mismo es áspero y violento. Kimitake y Mishima se desdoblan en dos personajes que comparten un mismo cuerpo pero no la misma voluntad. No es casualidad que la primera escena de El lado izquierdo del sol ocurra frente a un espejo: Yukio se rasura en un hotel de Mérida y lamenta no haber asesinado a nadie. Desliza la navaja por su mandíbula y medita sobre el otro nombre de aquello que siempre quiso: la muerte.