La doble vida de André Aciman

Rodrigo Duarte

19 June 2023

Cuando André Aciman irrumpió en la escena literaria mundial con Llámame por tu nombre (Alfaguara, 2018) -no su obra debut, pero sí el primero de sus libros en obtener reconocimiento a escala global- los lectores descubrimos un autor con una voz singular y a la vez, completamente familiar, con el talento no solo para sumergirnos en una historia íntima y evocar un lugar y una época de manera hasta táctil, sino para hacernos confiar en él y en su embriagadora prosa, sabiendo que, adonde sea que estuviéramos yendo, estábamos siendo guiados por un maestro al que le importaban tanto el destino de sus personajes como nuestros sentimientos e inteligencia.

El éxito de la adaptación cinematográfica dirigida por Luca Guadagnino significó que Aciman, quien hasta ese momento se había ganado la vida como profesor de literatura en Estados Unidos y cuya producción había alcanzado una repercusión más bien modesta, se convirtió de la noche a la mañana en una celebridad mundial, sin que esto afectara en lo más mínimo su estilo literario, que se mantuvo admirablemente personal y gentil en sus novelas siguientes, que profundizaron en su universo de añoranzas, sensibilidad y nostalgia. Hollywood podría estar interesado en Aciman, pero Aciman seguía mirando hacia Europa y sus modelos narrativos autorales, favoreciendo la sutileza y los sentimientos sobre la espectacularidad y las tramas con “actualidad”.

Su más reciente obra, Homo irrealis (Alfaguara, 2023) es muchas cosas a la vez (memoria transatlántica, colección de ensayos sobre arte, diario de viajes) pero es principalmente un nuevo libro de André Aciman. Es decir, el lector será tomado suavemente de la mano y llevado por un mundo repleto de historias antiguas fascinantes, reflexiones sobre la cultura y la vida familiar y sentimental, siendo subyugado por una erudición exquisita pero de ninguna manera pretenciosa. Se trata del equivalente literario de pasar una tarde escuchando a un viejo y querido amigo rememorar sobre su vida, sus aventuras y sus ídolos culturales durante una jornada de verano donde no apremia el tiempo y la conversación fluye de manera gozosa y calma.

De esta manera, Aciman, un verdadero ciudadano del mundo (nació en Egipto en el seno de una familia judía, vivió en Francia y estudió y desarrolló su carrera en EEUU), nos llevará por un recorrido que incluye Roma, Nueva York, París y San Petersburgo, y que contará con las apariciones de Sigmund Freud, Eric Rohmer, Marcel Proust y John Sloan, entre muchos otros personajes, a quienes invoca para reflexionar sobre la relación entre el arte y nuestras pasiones, las ciudades y la huella del pasado -vivido o imaginado- en nuestras vidas.

Justamente, el concepto de irrealis, que hace alusión a un un modo verbal que expresa lo que no pasó pero que podría haber pasado y que todavía podría suceder, es invocado una y otra vez por Aciman, con el objetivo de recordarnos que las existencias que llevamos no son una narrativa lineal y objetiva hecha de nombres y fechas. Por el contrario, Aciman rechaza esa concepción desapasionada de lo biográfico en favor de una dimensión de lo vivido mucho más compleja y fantástica, que incluye nuestros sueños y anhelos, elementos que, de acuerdo al autor, pueden ser más importantes y vitales que los que conforman nuestra vida “real”.

“Nunca veo una sola cosa, veo doble”, confiesa en el libro Aciman, cuyas meditaciones pueden tomar la forma de la crítica literaria o musical, o aparecer bajo la apariencia de la crónica urbana o el análisis cinematográfico. Pero lejos de tratarse de fríos ejercicios intelectuales, Aciman desdobla estos géneros en piezas literarias híbridas, donde la confesión personal y el recuerdo más profundo conviven con el devenir de la Historia, el anecdotario insólito, la no ficción especulativa y las disquisiciones filosóficas.

Vivir, parece decir nuestro autor, es caminar sobre las huellas de quienes vinieron antes que nosotros. Pero también es aceptar que nuestro propio camino es solo uno de los posibles, y que siempre estamos a tiempo de ser otras personas, de vivir nuevas vidas. ¿Vidas reales? ¿Imaginarias? No importa. Como todo gran artista, Aciman nos muestra que hay maneras más creativas y más libres de vivir. Pero en ningún momento nos hace elegir en qué plano tenemos que vivirlas ni de qué manera. Aciman no solo no se resigna a recordar solamente lo que fue, sino que nos alienta a soñar en las vidas que pudimos haber tenido y que, tal vez, todavía estamos a tiempo de tener. Una vida imaginada perfectamente real y satisfactoria es, después de todo, otro nombre para la ficción.