El anhelo poético de Rosario Castellanos: Materia que arde

Andrea Pulido Watts

03 May 2023

¿Cuál es la mejor forma de conocer a un autor? ¿Leyendo su obra completa y analizándola minuciosamente? ¿Buscando todos los pormenores de sus biografías? ¿A través de su archivo, como cartas o diarios, que equivalen a un rastro de su memoria? Sara Uribe emprende esta aventura para conocer y entender con mayor profundidad a una de las escritoras más importantes de la literatura mexicana: Rosario Castellanos. Queda claro a lo largo de todo el libro de Uribe, Rosario Castellanos: Materia que arde (Lumen, 2023), que ha leído y estudiado su obra con detenimiento. Tampoco hay duda de lo mucho que investigó sobre su vida a través de otras autoras que la conocieron, de archivos que intentan reconstruir una imagen de Castellanos e incluso retoma uno que otro rumor sobre su vida, siempre con respeto y jamás enjuiciándola. Y eso es justamente lo novedoso y delicado de esta obra: es una escritura que acompaña a Castellanos, no que busca descifrar cada aspecto del enigma que la rodea. Uribe no intenta escribir al personaje de la escritora, sino que intenta leerla entre líneas, hacerle preguntas, comprenderla desde variadas perspectivas.

Parece un ejercicio imposible: entablar un diálogo con una autora que lamentablemente ya no está con nosotros. Lamentable porque las partes de sus textos, de sus poemas o partes de sus novelas que nos comparte Sara Uribe, nos recuerdan a quienes ya la hemos leído lo maravillosa que es su palabra escrita: tajante, irónica, poética y honesta. Y le muestra a quienes no la han leído de lo que se están perdiendo, no con un ademán de burla, sino con una invitación cariñosa a leer sus obras por completo. Además, Uribe conecta las mismas palabras –algunas metafóricas, ficticias, otras más personales– de la poeta, con lo que nos narra de su vida. Ese entrelazamiento entre el descubrimiento de quién fue Castellanos y cómo escribió, nos presenta una visión si bien no más precisa de la autora, sí más humana y a la vez épica. Nos enseña la imagen de la Rosario Castellanos más vulnerable, la que vivió con el pesar de haber perdido a su hermano, la que sintió en cada fibra de su ser lo que significa ser mujer en un país sumamente machista, la que entendió el amor con todas sus complejidades, junto a la Rosario Castellanos escritora: su genialidad, su originalidad y el inmenso empeño que le dedicó a su profesión como filósofa y poeta. Acertadamente le pregunta Uribe: “¿De quién aprendes, Rosario, a ser tan crítica con tu propio trabajo? ¿Cómo consigues afilar tu mirada y dirigirla sin concesiones hacia tu escritura?” Esa imposibilidad del diálogo con los muertos parece romperse un poco en este libro. El hecho de que Sara Uribe le haga preguntas directamente a la misma Rosario nos invita a nosotros, los lectores, a hacerle los mismos cuestionamientos. Y al utilizar sus propias palabras, de su crítica o de su obra de ficción, pareciera que nos responde. La neblina que cubre aquel misterio se aclara, aunque sea por un instante, y la maestría poética de Uribe nos conecta de forma más íntima con la autora.

Sara Uribe también escribe con ternura, con una contemporaneidad que invita a nuevas generaciones a leer a la autora para así demostrar por qué sus textos siguen siendo vigentes: “La que hablaba sola, porque era géminis y la pertenencia a este signo la hizo estar continuamente dividida, ser una que siempre parte: la que se despide, la que se va; y otra que permanece, la que escribe, la que continúa el diálogo, la que se queda.” Justamente Uribe nos ayuda a continuar aquel diálogo con Castellanos y nos invita a hacerlo desde la lectura; nos muestra el camino para conocerla mejor y ver con ojos de curiosidad pura aquellos libros que nos heredó la poeta. Por otro lado, los dibujos de Verónica Gerber Bicecci acompañan a la lectura-escritura de Sara Uribe. En algunas ocasiones nos muestra llaves, en otras piedras que contienen fantasmas, también bordados chiapanecos que nos detallan partes de la infancia de Castellanos, su conexión con las culturas mayas y sus respectivas escrituras. Y en casi todo el libro podemos encontrar distintas lámparas, que nos remontan al triste misterio sobre su muerte. Como bien comentaron en la presentación de su libro durante la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, ni Sara Uribe ni Verónica Gerber pretendían desenmascarar todas las preguntas sobre cómo murió o no Castellanos. El punto de retratar las lámparas no es agregar al morbo que por mucho tiempo acompañó al fin de la escritora mexicana, sino como comentó la ilustradora es compartirnos el símbolo de lo incierta que es la vida. Gerber Bicecci mencionó que dibujó múltiples lámparas distintas porque: “¿cuántas lámparas habrá tocado Rosario antes de tocar esa última fatídica? ¿Cómo saber cuál de todas sería la culpable de su muerte? ¿Cuántas lámparas hemos tocado nosotros en nuestras vidas y cuántas nos faltan por tocar?” Nos recuerda lo azaroso de la vida y de la muerte a la vez. La incertidumbre de la oscuridad, pero también de la iluminación.

Al terminar de leer este libro, entiendo por qué Sara Uribe le escribe a Castellanos que le gustaría tomarse un café con ella “en la cafetería de Mascarones. Charlar acerca de las materias que estás cursando, sobre los libros que estás leyendo, criticar un poco a los profesores y volarnos una que otra clase para seguir con el chisme”. A mí también me fascinaría conocerla desde esa intimidad, más después de terminar este libro. Ambas autoras, Uribe y Gerber Bicecci, dieron en el clavo con el título que le dieron a esta biografía poco tradicional. Rosario Castellanos justamente es una materia que arde, desde la increíble vida que dirigió para sí misma, hasta el legado cultural que nos dejó a los mexicanos con su palabra poética. Como bien escribió el editor de la revista, El estudiante: “sin duda, la escritura de Rosario pertenecía a aquellas almas exquisitas que anhelan, siempre, mucho más de lo real.” Sara Uribe y Verónica Gerber nos invitan a reimaginar el mito detrás de la poeta, a verla con ojos más empáticos, tratar de entenderla y buscar en sus palabras aquel asombro que ella observaba en el mundo que la rodeó; a comprender por qué para Rosario Castellanos la poesía fue su forma de supervivencia, su búsqueda por lo esencial, como ella dejó retratado, la poesía “nos devuelve la significación originaria de las palabras”.