Sobre Inés Pereyra o Experey, una de tantas mujeres

Jorge Bobadilla Vargas

06 March 2023

En el 2022 Alfaguara publicó El tiempo de las moscas, continuación de la novela Tuya, publicada también por Alfaguara en el 2005, de la escritora, dramaturga y guionista de TV argentina Claudia Piñeiro (Premio Dashiell Hammett y Premio Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, y finalista del International Booker Prize).

En Tuya conocemos a Inés Pereyra, madre y ama de casa condescendiente y resignada quien es engañada por su marido Ernesto. A las pocas páginas del inicio presenciamos la muerte incidental en la que Ernesto se ve involucrado con una de sus dos amantes, su secretaria. Por amor a su marido y a la tradición que guarda las apariencias, Inés lo perdona y encubre del castigo legal. Sin embargo, tiempo después Inés descubre la segunda infidelidad de Ernesto con “Tuya”, alias de Charo, quien firma con labial rojo los mensajes secretos que deja a Ernesto. Después de esta segunda decepción, Inés, alejada del perdón, elabora un meticuloso plan para asesinar a “Tuya”. De esta manera, nos adentramos en una novela noir con una prosa precisa y cautivadora que como herramienta literaria sirve para examinar a un heteropatriarcado insertado por generaciones en la sociedad latinoamericana.

Reflexiona Inés al principio de Tuya: “Porque en definitiva, y por más que a una le pese, a toda mujer, en algún momento, le meten los cuernos. Es como la menopausia, puede tardar más o menos, pero ninguna se salva. Lo que pasa es que hay algunas que nunca se enteran. Y ésas la pasan mejor, porque para ellas la vida sigue igual. En cambio, las que nos enteramos empezamos a preguntarnos quién será ella, dónde fallamos, qué tenemos que hacer, si tenemos que perdonar o no, cómo cobrarles a ellos lo que nos hicieron, y para cuando el susodicho ya dejó a la otra, el enredo mental que nos armamos es tan grande que ya no podemos volver atrás. Hasta corremos el riesgo de terminar inventando una historia mucho más grave y rebuscada que la verdadera. Y yo no quería equivocarme como se equivocan tantas mujeres.”

Tantas mujeres como la madre de la propia Inés: “Pero una sabe que si el marido no la busca en tanto tiempo, no sé, se dicen tantas cosas. Yo pensé, lo tendría que hablar con Ernesto, preguntarle si le pasaba algo. Y casi lo hago. Pero después me dije, ¿y si me pasa como a mi mamá que por preguntar le salió el tiro por la culata? Porque ella lo veía medio raro a papá y un día fue y le preguntó: “¿Te pasa algo, Roberto?”. Y él le dijo: “¡Sí, me pasa que no te soporto más!”. Ahí mismo se fue dando un portazo y no lo volvimos a ver. Pobre mi mamá.”

En El tiempo de las moscas nos reencontramos con Inés, ahora de apellido Experey (de ex Pereyra), que tras haber cumplido una condena de 15 años en la cárcel por haber matado a Charo o “Tuya”, reconstruye su vida en libertad con un negocio propio de nombre MMM, agencia doble de control de plagas e investigación de infidelidades, al lado de su amiga ex presidiaria “La Manca” quien ha enseñado a Inés de feminismo en los tiempos de encierro. De esta manera Inés se enfrenta a un nuevo mundo, lejos de la comodidad de la familia tradicional, donde las reglas entre hombres y mujeres han cambiado.

“… cuando atravesé el portón rumbo a mi libertad no tenía idea de qué significa ahora, entrado el siglo XXI, ser mujer. Me perdí años claves de entrenamiento, los años en que, según dicen, el mundo se puso culo al norte cuando las mujeres ganaron la calle y consiguieron no sé cuántas cosas…  Así que me dediqué a aprender a ser esa nueva mujer con esmero: observé, entendí, acepté, copié, sumé palabras, resté otras.”

Pero a pesar del tiempo transcurrido y los cambios en la sociedad, Inés se sigue preguntando sobre su asesinato hacia una mujer, ¿se equivocó?... “(qué habría sido de mi vida si se me hubiera otorgado ese lapso entre que apunté el arma a la sien de Charo y apreté el gatillo, PUM) (qué habría sido de la vida de Charo si al verme levantar el arma hubiera tenido cuatro veces[1] más tiempo para volar rauda y observar a lo lejos cómo el disparo sólo arruinaba el tapizado del auto) (si hubiera tenido el tiempo de las moscas antes del PUM, ¿habría vuelto a casa como me fui, siendo la misma?, ¿habría podido decirles chau Charo, chau Ernesto, chau vida anterior, sin necesidad de ningún disparo?)”.


[1] Nos cuenta Inés, la experta en fumigación, sobre el tiempo de las moscas: “… para una mosca la vida pasa en “slow motion". Si la aguja de nuestro segundero tarda determinada cantidad de tiempo en cambiar de posición, para una mosca tarda cuatro veces más. Ella tiene más posibilidades que nosotras para evaluar cualquier movimiento de alguien que aceche. Eso le da margen de volar, huir a otra parte, buscar refugio, mientras la mano que va tras ella avanza hacia la nada. Más tiempo para pensar, para reaccionar, para esconderse, para responder, para no responder, para evitar una agresión, para actuar, para no equivocarse…”