Con el fin de la política-económica del Estado benefactor, a finales del siglo XX, y el impulso de los grupos empresariales como sustentantes de la producción, distribución, control de circuitos comerciales y, en su mayoría, oferentes del trabajo asalariado en el mundo globalizado, la brecha en la percepción monetaria y calidad de vida de los ciudadanos apunta hacia dos direcciones: opulencia o el binomio desigualdad económica-pobreza.
Esta cuestión no significa que el Estado y los gobiernos nacionales no tengan injerencia alguna en la economía-política, puesto que, en su mayoría, los países se rigen a través de democracias liberales reguladas por legislaciones que, de cierta forma, controlan las acciones de los grupos empresariales.
Además, este sector también tuvo cierto margen de acción cuando el Estado tenía la batuta de la vida social, no obstante, su influencia era menor. Por ello, es posible hacer una distinción cualitativa y cuantitativa en los índices de opulencia y desigualdad económica entre diversos sectores sociales cuando los grupos empresariales tuvieron mayor margen de acción.
Por ejemplo, México tuvo un crecimiento económico entre 1940 y 1978, poco después de esta fecha las contracciones y crisis monetarias fueron mayores y a partir de cambios estructurales, donde comenzaron a tener mayor injerencia el empresariado, las brechas laborales crecieron, así como la pobreza y la desigualdad. Esto no significa que antes del periodo señalado no existieran condiciones adversas para la sociedad en materia económica.
Ahora bien, el punto nodal es analizar los conceptos de pobreza y desigualdad y su relación con los grupos empresariales y el Estado. Siendo que, los primeros emergen por causas múltiples e interconexiones que aún no son del todo analizadas. Por su parte, las actividades de los segundos tienden a estar relacionadas con la pobreza y falta de oportunidades laborales y de movilidad social, que pueden generar mayor desigualdad. Sin embargo, la iniciativa privada tiende a negar esta situación y por su parte señala de forma tajante a los gobiernos de ser los culpables de los diversos males que aquejan a la sociedad.
Por otro lado, pobreza y desigualdad, aunque estén relacionados, no son sinónimos y pueden ser utilizados como conceptos y categorías dentro del análisis social. En términos prácticos la pobreza se define como una persona, familia o núcleo que no tiene acceso a un salario mínimo para poder costear la canasta básica y alimentación.
Cabe destacar que la cuestión de la “alimentación” no sólo aborda lo que se ingiere en forma de perecederos, sino también toma en cuenta el vestir, tener acceso a actividades recreativas, calidad de vida, medicamentos, el derecho a la salud, la educación y a una vivienda digna. La desigualdad es más cercana al crecimiento y desarrollo socioeconómico y puede ser analizado de una forma dialéctica. Es decir, ciertos sectores pueden prosperar a costa de las mayorías que están sumergidas en el desempleo, escasos recursos y poco acceso a la educación. También de la pobreza y la desigualdad pueden devenir otros conflictos sociales como la violencia, sin embargo, la pobreza no es condición sine qua non de la misma.
Si bien lo anterior resulta ser una labor titánica, el académico Hernán Gómez Bruera estudió esta temática y su análisis lo enfocó en México, El Salvador, Guatemala y Costa Rica y sus resultados los plasmó en El empresariado inconsciente (Debate, 2022). Con base en los estudios de caso que elaboró antes de 2018 pudo establecer algunos puentes acerca de cómo los grupos empresariales explican y tienden a observar la pobreza y la desigualdad en sus respectivos países.
La metodología utilizada por el autor fue cualitativa y cuantitativa mediante entrevistas a diversos empresarios donde inquirió sobre las ideas que tienen acerca de las causas de la pobreza y la desigualdad, así como destacar quiénes son los “presuntos culpables de la miseria social”. A su vez, a éstos los dividió entre los pequeños y medianos y el gran capital. Los anteriores están presentes en los cuatro países analizados, sin embargo, no tienen las mismas ideas y concepciones.
Además, Gómez Bruera destacó la hipótesis de que a mayor desigualdad y pobreza en un país, los grupos empresariales tienden a ser más conscientes acerca de las consecuencias de la estructura económica que afectan a diversos sectores, aunque esto tiene sus matices y el propio autor lo señala en su estudio. Por otro lado, en los países donde la pobreza y desigualdad son mayores, los grupos empresariales tienden a no ver los problemas sociales como un resultado de sus actividades y culpan las acciones estatales.
Asimismo, este análisis destaca que los sectores empresariales tienden a culpar a los “pobres por ser pobres”, los señalan de “holgazanes que están acostumbrados a vivir de programas sociales y que son una carga para la economía”. Sobre ello, es un lugar común que la iniciativa privada prefiera hacer donaciones a causas sociales, tener asociaciones filantrópicas y ser “socialmente responsables” a pagar impuestos. Aunado a ello, aseveran que el gobierno es corrupto, malgasta el erario público y no diversifica los egresos fiscales de los países.
De ello, Gómez Bruera destaca que estas acciones son eficaces para promover la evasión fiscal y tener a sus empleados “contentos”. Es por ello que, en su mayoría, la desigualdad y la pobreza parecen ser lo mismo en el pensamiento de la iniciativa privada y la población que está inmersa en estas condiciones, a su parecer, son culpables de su propia miseria.
Cabe señalar que los grandes empresarios tienden a observar que la riqueza de sus familias se fundamentó en el “trabajo duro, la inteligencia y la meritocracia”, más que en la acumulación de recursos, herencia familiar y favores políticos, aunque esta cuestión también tiene sus matices. Sobre la pobreza y la desigualdad, algunos las ven como un problema social derivado de condiciones estructurales que, en palabras de Gómez Buera y su estudio, son la violencia, inseguridad, corrupción y narcotráfico.
En relación con la desigualdad, surge la cuestión de las oportunidades, la escala social y la mejora de las condiciones de vida. De acuerdo con El empresariado inconsciente, la iniciativa privada tiende a vislumbrar dos tipos de desigualdad, una positiva y otra negativa. La primera responde con las condiciones del libre mercado donde “a través del ingenio y trabajo duro un empresario puede destacar”, al menos así es la visión de aquellos que fue plasmada en el estudio de Gómez Bruera. La segunda, surgiría de la corrupción, nepotismo, favoritismos y favores políticos.
Lo anterior se puede ligar con la crítica de los empresarios hacia los gobiernos que tienden a favorecer, promover y ejecutar programas sociales para paliar la pobreza y acceso al trabajo que existen en ciertos países. Por ejemplo, el autor indica que en los países con mayores índices de desigualdad, como el caso de Centroamérica, existe un mayor rechazo hacia las prebendas estatales.
El caso mexicano es particular, ya que los apoyos y programas sociales estatales han estado presentes aun con los gobiernos de corte neoliberal. Sin embargo, Gómez Bruera pudo señalar que, en su mayoría, los grandes empresarios tienden a rechazar estos programas porque, aseguran, fomentan a grupos clientelares, los votos a favor de cierto partido político y “trabajadores holgazanes que cobran sin hacer nada”. Este libro se gestó antes de la presidencia de López Obrador, quien ya en campaña política en 2018, comenzó a hablar del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, el cual contrata a personas entre los 18 y 29 años para canalizarlos a algún centro de trabajo, donde reciben una remuneración mensual pagada por el estado. Este programa, cuando todavía no entraba en vigor, fue criticado por grupos empresariales mexicanos, pero ahora que sigue vigente muchos de ellos se valen del mismo para tener acceso a mano de obra barata, que ni siquiera ellos costean, lo hace el mismo gobierno que critican. Este ejemplo puede resultar puntilloso pero es una muestra de lo complejo que puede resultar estudiar el pensamiento empresarial, por ser volátil y heterogéneo. Por ello, el estudio de Gómez Bruera, en sus palabras, es un intento por comenzar a tratar de analizar cómo se comportan los empresarios ante la pobreza, la desigualdad y los diferentes factores que la generan.