Tal vez no exista ningún escritor estadounidense que esté más asociado a los conflictos bélicos en el siglo XX que Ernest Hemingway. Durante la Primera Guerra Mundial y con 19 años se ofreció voluntariamente para servir en Italia como conductor de ambulancia con la Cruz Roja americana. Experiencia que sembraría en él una pasión por relatar la guerra que materializó con un par de cuentos y con su primer empleo como corresponsal para el Toronto Star siendo testigo de la expansión del fascismo en Europa.
Estos conflictos mundiales aunados a su gran amor por España y su cultura, hicieron imposible que el escritor no mostrara interés ante el estallido de la Guerra Civil. Se dirigió allí como corresponsal del North American Newspaper Alliance (NANA) donde colaboró con artículos criticados en su momento y catalogados principalmente como propaganda republicana. Aunque Hemingway nunca se afilió a ninguno de los, por lo menos, cinco partidos, sí se consideraba totalmente dentro del bando republicano y antifascista.
No fue sino hasta la escritura en tan sólo 17 meses de una de las novelas canónicas del autor, Por quién doblan las campanas (Lumen), que Hemingway situó su propio bando político de una manera mucho más crítica y cruda. La literatura siempre ha sido una poderosa aliada en tiempos de guerra, ya fuera para denunciar injusticias, reconocer nombres de combatientes silenciados, pero sobre todo para declarar y reafirmar ideales políticos con respecto al conflicto subyacente.
A diferencia de Adiós a las armas (Lumen) donde se habla de ejércitos completos, este clásico retrata con crudeza los horrores de una guerra civil por ambos lados y el valor -innegable permanentemente para el escritor- del pueblo combatiente. Es así como conocemos a Jordan, profesor estadounidense convertido en experto en demoliciones, quien se une a una brigada guerrillera española antifascista con órdenes de un general soviético residente para hacer estallar un puente en la sierra de Guadarrama. No por casualidad, Hemingway sugiere que su protagonista no tiene política, se cuestiona en varios monólogos interiores sobre las razones ideológicas personales, aunque no toma partido por alguna postura en particular, salvo su apoyo a la república. Jordan representa los ojos de Hemingway ante un conflicto en el que si bien apoyó activamente la causa más justa, también halló numerosos defectos dentro del mismo bando.
Por quién doblan las campanas es un fresco de las atrocidades sufridas en el campo de batalla de la Guerra Civil española, pero también es un retrato del profundo cariño que el autor sentía por el pueblo español, su cultura, y la admiración hacia la forma en la que defendieron su propia libertad, todo esto reflejado hasta de manera estilística, pues en la nota al texto de esta última edición, el traductor Manuel Temprano García menciona la inclusión en la primera versión de la editorial Scribner and Sons de falsos cognados, así como palabras como “obscenidad” o “impublicable” sustituyendo las palabras malsonantes para dar la impresión de que se trataba de una traducción del español.
La novela es además una crítica a la compleja situación política que reinaba en el bando republicano con las brigadas internacionales y la mano comunista que afectó, desde su punto de vista, directamente al resultado del conflicto. Reconoció a los soviéticos como uno de los fallos del bando republicano a quienes veía como fanáticos y ahora, en una releectura del siglo XXI, cuando sabemos en qué desembocó el comunismo, podemos admirar su ojo crítico para hasta cierto punto anticiparlo y no adherirse a ningún partido republicano. Sabía que los culpables del triunfo del fascismo nunca fueron los españoles, sino los gobernantes y lo escribió a la hora de retratar a sus personajes basados en personas reales del momento. Hemingway pudo haber aparentado una tibieza que si la analizamos hoy en día sólo reluce un análisis certero de un conflicto que pudo vivir en carne propia con una mirada plenamente estadounidense en la que la búsqueda de la libertad estaba por encima de cualquier bandera.