Dos libros sobre el escritor norteamericano relatan con tono intimista y atractivo hechos históricos poco conocidos acerca del también premio nobel.
Acabo de recibir como regalo Las señoras Hemingway, de Naomi Wood (Lumen, 2014) y una antología de cuatro ensayos que se publicaron en su momento por separado y ahora compilados en el sello Debate en 2019 bajo el nombre: Hemingway desconocido escrito por Omar Zevallos. El primero es un buen volumen, de unas 320 páginas, y el otro un libro pequeño, de no más de 150, pero ninguno cuenta mentiras. Esta pareciera ser una extraña premisa al tratarse de la biografía de un personaje significativo, pero con las vidas de las personas ilustres hay que tener cuidado y tomar todas las debidas precauciones.
La literatura tiene problemas con las personas reales: está escrita por personas reales y para personas reales. Por la razón anterior, si eres dueño de un periódico o de una editorial que quiere ganar dinero, encárgale a un escritor fantasma un libro sobre un político, un deportista o un escritor famoso. Cuantos más hechos históricamente insostenibles incluya, más lectores hambrientos de misterio dispuestos a comprarlo encontrarás. En cambio, quieres saber si un determinado libro, por ejemplo sobre Hemingway, es serio, hay que mirar el índice. Si habla sobre su infancia en Illinois (EU), su estancia en París y acaba con el periodo de su vida en Cuba (donde recibió la noticia del Premio Nobel) entre las décadas de 1940 y 1950 hasta llegar a su suicidio en Ketchum (Idaho) en 1959; entonces el libro con toda probabilidad es serio. Si se centra positiva y confiadamente en —lo que Kurt Vonnegut considera “su parte más odiosa”— que son sus facetas como aventurero “exterminador de animales” y su “ruidosa masculinidad[1]”, entonces hay que andar con cuidado.
A no ser que lo que se quiera contar sea precisamente cómo nacieron y se desarrollaron ese par de mitos, desde una visión de historiador y antropólogo, entonces la obra más documentada al respecto es: Ernest Hemingway. A biography, de Mary V. Dearborn. En cambio, para los que quieran seguir el destino del escritor, creador de su propia mitología y que construyó alrededor de sí mismo el estereotipo de virilidad, puede poner mucha atención en los textos que hablen sobre su vida en el ejército, su trabajo como periodista y las experiencias que acumuló como espía, cazador, pescador, amante del boxeo y apasionado por las corridas de toros. También pueden consultar la nota que Gabriel García Márquez publicó el 9 de julio de 1961 donde señala que: “su destino, en cierto modo, ha sido el de sus héroes que solo tuvieron una validez momentánea en cualquier lugar de la tierra y que fueron eternos por la fidelidad de los que lo quisieron[2]”. En cualquier caso sobre la historia del verdadero Ernest pueden leer también con utilidad a: Yuri Poporov, Michael Reynolds, Norberto Fuentes, Leicester Hemingway o el extraordinario reportaje de Lilian Ross.
¿Por qué la figura de un escritor ha dado material para tantas leyendas? Porque en vida el escritor supo poner en escena una serie de situaciones arquetípicas. Haga nacer un niño cuyo padre le enseñó a cazar, acampar y pescar en los bosques desde los cuatro años, ahí tienen ustedes el arquetipo del mentor —un personaje común en todo tipo de películas—; hagan que lleve a cabo todo tipo de extraordinarias hazañas, ahí está presente la imagen del héroe —¿recuerdan los doce trabajos de Hércules?—; otórguele una medalla al valor militar, hágalo explorador y envíelo a participar en diversos safaris, después vuélvanlo indestructible y encuentren un biógrafo dispuesto a recoger la mayor cantidad de rumores, algunos verdaderos y otros falsos, y que los disponga en un mosaico terrible resaltando su inmortalidad en un relato del tipo:
Aquí vemos al famoso periodista conduciendo ambulancias en la Primera Guerra Mundial, participa como corresponsal en la Guerra Civil Española, está presente en la Segunda Guerra Mundial, sobrevuela su avión para explorar la selva africana, ahora aparece sobreviviendo a dos avionazos. ¿Existe algo que no pueda hacer este escritor?... Y como dice el mismísimo Ernest: ¡la aventura nos espera!
Si Hemingway parece invencible es precisamente porque continuamente evitó situaciones que pudieran mermar la imagen que proyectaba y serán precisamente las personas reales, deseosas de aventuras, las primeras en legitimar la construcción de estos perfiles y de las leyendas que nacerán a partir de ellos.
Por esta razón, para el escritor peruano, Omar Zevallos, “las biografías pueden llegar a tener un sesgo y es difícil distinguir el mito de la realidad”. Y ofrece una alternativa: “la imagen que Hemingway se construyó a partir de sus relaciones con el mundo literario, hay hechos que se pueden leer en algunas biografías y se pueden corroborar con textos sobre algunos otros escritores con los que hablaba y tuvo relación en vida”. Lo cierto es que la figura del Premio Nobel de Literatura de 1954 “representa todo eso que no se ve en un escritor normal. Es imposible imaginarse así a Faulkner, a Joyce o a cualquier otro escritor. Yo creo que construyó un gran personaje gracias a esos pasatiempos que tenía (la pesca, la cacería, la bebida) y la prensa y los medios le ayudaron, siempre terminó siendo el centro de atención”, concluye Zevallos.
Dos libros que dialogan entre ellos
La historia de este escritor no acaba con su muerte el 2 de julio de 1961, sino que se convierte en la antesala de diversas investigaciones que siguen hasta nuestros días. Ahora bien, ante la extraordinaria vida de este personaje nacen preguntas inevitables. Para la escritora inglesa Naomi Wood, si tuviera la oportunidad de dialogar con Ernest, “sería importante pedirle que hablara sobre sus esposas en términos de amor, de las infidelidades y del dolor que cada una de ellas padeció en sus distintas relaciones” o algo que le interesa aún más y que es poco abordado por sus cronistas, ¿cómo fue “la intensa relación que vivió con la actriz alemana Marlene Deitrich”?[3] Estas cuestiones, poco estudiadas en la biografía existente, pueden desencadenar interminables devaneos de historia-ficción.
Las señoras Hemingway, el libro de Naomi, cuenta la historia de cada uno de los cuatro matrimonios de Hemingway desde el noviazgo hasta la desintegración. Es un libro intenso y entusiasta, minucioso y claro, que dibuja a un personaje raro y desconocido, sí, pero a través de una pesquisa apasionada. Para documentarlo, la autora inglesa se convirtió en una especie de detective y siguió las huellas de su objeto de estudio por Chicago, Boston, Key West, Cuba, Antibes y París. Para escribirlo desplegó todo un abanico de recursos habitualmente asociados a la narrativa y plasmó sus resultados en una novela donde da voz a Elizabeth Hadley, Pauline Pfeiffer, Martha Gellhorn y Mary Welsh Hemingway, las cuatro esposas de Ernest. El resultado un experimento biográfico en el que la autora selecciona los sucesos determinantes en las vidas de los estudiados y su entorno y asocia con extraordinaria maestría los acontecimientos públicos con los privados en lo que constituye una suerte de notable retrato y análisis psicológico del héroe (o villano) de esta historia.
Tras la lectura de Las señoras Hemingway, es fácil percibir que las mujeres cumplieron tareas cruciales en la vida de Ernest que van desde el amor incondicional hasta dejarlo todo por ayudarlo a concretar su obra. Desde el punto de vista de la inglesa, al escritor le gustaba la estabilidad del matrimonio para sentirse protegido, pero su escritura estaba impulsada por la emoción causada por la novedad de otras parejas.
Sin embargo, a estas alturas, no son solo biógrafos como Wood los que recuperan el mito del escritor para desdibujarlo, refundarlo o astillarlo hasta que no quede de él más de lo que en realidad debió ser. También lo hacen periodistas como Zevallos con sus cuatro extraordinarias crónicas sobre la vida del autor de París era una fiesta y que no aparecen reseñadas en las biografías publicadas hasta la fecha. El peruano cuenta con tono intimista y atractivo hechos históricos desconocidos para el gran público y su trabajo puede ofrecer respuestas a dudas como las planteadas por Naomi. En La pasión imposible, la última crónica que compone Hemingway desconocido, cuenta —a partir del descubrimiento de las cartas que el escritor estadounidense envió a Marlene Deitrich— el extraño romance alimentado por el permanente coqueteo y la admiración mutua que la actriz y el novelista sostuvieron.
Si el editor argentino Rodrigo Fresán encontró que en la novela póstuma Islas a la deriva abunda material autobiográfico presentando “claros reflejos personales y verdaderos entre las vidas de Hemingway y Hudson: la infancia en Michigan, la relación con varios hijos, y las demasiadas ex esposas, la vida en París, la finca en La Habana”[4]; Zevallos está convencido de que hay más elementos de la realidad que nutrieron esta novela y su investigación lo llevó a buscar y escribir sobre Leopoldina Rodríguez, la amante cubana de Hemingway que leía sus obras primero que nadie y que está representada en Islas a la deriva en el personaje de Liliana “La Honesta”. Omar cuenta que “no hay fechas precisas sobre la duración de esta relación pero se estima que estuvieron juntos por casi diez años”, pero lo que más llamó la atención del detective es que “todo parece indicar que Leopoldina tuvo acceso a los manuscritos y adelantos de sus novelas y el escritor le pedía su opinión acerca de ellas”.
A estas alturas es posible afirmar que Hemingway desconocido y Las señoras Hemingway reflejan la historia de la fascinación que sobre sus autores ejerció la persona de Ernest Miller Hemingway. Ambos libros reconstruyen, como si de una novela se tratase, una parte muy concreta de la vida del autor de El viejo y el mar y logran un notable retrato a partir del estudio de la obsesión y simpatía que despierta su figura en sus biógrafos. La autora y el autor cuidan notablemente en no incrementar la leyenda que Hemingway encarna y que enaltece los peores rasgos de la sociedad norteamericana: el machismo, el fatalismo de las armas, el individualismo y su espantosa y genocida relación con la naturaleza. Sin embargo, si eso es lo que al lector le interesa, puede elegir un modelo ficción un poco más tradicional como: Hemingway el fabuloso, de Enrique Sordo, que Omar Zevallos leyó cuando niño y del cual comenta: “contiene un subtítulo muy bien escogido: su vida fue una aventura y su muerte un secreto” y finaliza “yo mismo me acerqué a Ernest gracias a ese ícono que orbita alrededor de él” y la lectura terminó en “cuatro crónicas sobre el escritor que no estaban reseñadas en las biografías publicadas hasta la fecha”, finaliza.
[1] Burhans, C. (1975). Hemingway and Vonnegut: diminishing vision in a dying age. Modern Fiction Studies, 21(2), 173-191. Recuperado de http://www.jstor.org/stable/26280329
[2] Márquez, G. (10 julio 1999) Un hombre ha muerto de muerte natural. El País. Recuperado de https://elpais.com/diario/1999/07/11/cultura/931644005_850215.html
[3] Costello, D.(20 de enero 2014). Interview: Naomi Wood – Author of Mrs. Hemingway. Recuperado de https://www.mdenisecostello.com/2014/01/20/interview-naomi-wood-author-of-mrs-hemingway/
[4] Fresán, Rodrigo (2021). Islas a la deriva. Editorial Debolsillo.