Adiós, muñeca / Debolsillo, 2014
Leo apresurado
Adiós muñeca (Farewell my lovely), me apura la urgencia de escribir esta reseña, me apura la curiosidad de saber qué sigue, leer el siguiente capítulo cada vez es más apremiante. Al tiempo de encontrarme frente al teclado, me divierto imaginándome como si fuera él, Raymond Chandler, escribiendo informes sobre criminales, construyendo episodios de mentes brillantes y enfermas que no encuentran nada de lo que buscan y que sobreviven a la caótica Norteamérica dibujada por él.
Esa Norteamérica dibujada en
Adiós muñeca, llena de descripciones exhaustivas y contrastantes que elevan la tensión de la lectura se convertirán en la premonición de la depresión. En medio del camino en picada hacia la decadencia, la violencia y el crimen, aparecen bellos episodios que despliegan cinismo y crueldad inigualable, convirtiéndose en pequeñas bofetadas de la realidad más cruel, entregadas semanalmente en revistas literarias llamadas
pulps. Esta novela asombra por su manejo del tiempo, sus personajes desconcertantes, y un manejo muy especial del lenguaje que le da un ritmo muy característico, perfecto retrato de la Norteamérica de los treinta.
Estados Unidos de América nos inventó el gran sueño americano, ese donde nos gusta regodearnos y autoengañarnos una y otra vez, pero también nos regala la que en mi opinión es una de las literaturas más honestas y francas del mundo. Eso nos presenta Chandler en su obra, sin temor a la crueldad escribe lo que ve y siente en las calles, se extralimita en ocasiones lanzando posibles premoniciones al aire, y creo no se equivoca en muchas de ellas.
Esta novela me atrapó desde la primera página, y pienso que su lectura para nada es un despropósito, al final sólo me resta completar lo que quizá Philip Marlowe (el detective dueño de la trama) recomendaría como el ambiente adecuado y más recomendable para la lectura de esta gran obra: cigarrillos, whisky y jazz como telón de fondo.
Farewell my lovely friends
Víctor López