Al pensar en una suite, por lo general nos viene a la mente la habitación de mayor lujo en un hotel; pero en el ámbito musical, una suite es una pequeña composición cuyos motivos se repiten a lo largo de una obra más grande y se vuelven, por tanto, los pasajes más memorables. Fue la acepción musical de la palabra la que tomó la escritora rusa, de origen judío, Irène Némirovsky para crear la que sería su más grande empresa literaria, su saga Suite Francesa.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Francia sufrió el conflicto en carne propia y de muchas formas terribles, algunas más cruentas que otras. Después de haberle planteado cara a la ofensiva nazi, la claudicación francesa ocurrió y tras ella su territorio fue ocupado por los alemanes.
La vida de sus habitantes cambió radicalmente y, ¿qué otra cosa puede hacer un escritor sino sacar oro de la desgracia? Némirovsky decidió abordar la situación de su país adoptivo, y legarla a la posteridad. Si la obra hubiese sido concluida tal y como estaba planeada en la mente de su creadora, habría constado de cinco novelas. El tiempo le fue insuficiente para plasmarlas en papel, sólo pudo legarnos las primeras dos partes de su proyecto: Tempestad en ¡Junio y Dolce.
La primera de estas dos novelas estalla a la par que los bombardeos de París. A lo largo de sus capítulos nos presenta un sinfín de personajes con historias muy distintas, de las que poco a poco nos enteramos e interesamos. ¿Cómo actuar correctamente frente a la catástrofe? Si bien esta duda nunca se resuelve, esta lectura nos ofrece distintas resoluciones que tomaron cada uno de los protagonistas.
El escenario en esta primera entrega es la huida de París. Dejar el hogar es una decisión que nunca es fácil, menos si es forzosa. Vemos este acontecimiento desde la perspectiva de personajes tan dispares como los miembros de una gran familia acomodada, un matrimonio maduro cuyo único hijo fue llamado a tomar las armas, o un escritor exitoso y su amante. La pluma de Némirovsky nos va contando con maestría la situación de todos estos actores. Aborda con detalle cada una de las historias que provoca, irremediablemente un sentimiento de empatía con cada una de sus distintas realidades.
Cuando se desata un evento de este tipo, todo cambia. El presente queda trastocado por completo. La civilidad se abandona y da paso a la supervivencia del más apto. Los privilegios quedan cancelados, la gente ve sus responsabilidades eximidas. La condición humana se vuelve otra, la vida ya no es la de antes.

Se viven momentos apremiantes, lo único que se importa es mantenerse a salvo. No hay mucho tiempo para planear, pero a pesar de la vorágine, los que se empeñan por mantenerse en pie lo hacen tomando una decisión, consciente o inconsciente, de cómo llevar su propia existencia. ¿Cuáles son las opciones válidas? ¿Ser caritativo o ser egoísta? ¿Ser cobarde o ser valiente? ¿Hasta dónde podemos controlar la situación para poder respirar el aire del mañana?
Los días siguen irremediablemente su curso y así llegamos a la derrota francesa, momento que es abordado en el segundo libro: Dolce. Aquí nos enfrentamos a situaciones muy distintas a las del primer libro, escenarios y personajes familiares.
El éxodo y la volatidad del primer tomo son sustituidos por el anquilosamiento y hartazgo de la ocupación. Los encuentros tangenciales que ocurren en Tempestad…, el destino pareciera empeñado por justificarlos y la autora por narrarlos.
Estamos en una etapa distinta del conflicto en donde lo único que hay que hacer es esperar. Sólo eso y; si es con el menor aburrimiento posible, mejor. A todo se acostumbra uno menos a no comer y a ser humillado. Si en la primera parte el tiempo presente es avasallador, en la segunda sólo se puede pensar en el futuro. Somos testigos de los pequeños actos de resistencia ante el adversario, de la construcción del enemigo, las luchas internas con nuestros valores patrióticos. En lugar de un millar de sucesos, en Dolce acontece una pausa prolongada. Un momento que no cambia pero que todos están esperando que lo haga. Promesas se hacen y sólo se podrán cumplir una vez concluida la guerra.
Si te gustó El diario de Ana Frank y nunca has sabido como saciar esa sed por saber más de la convivencia con La Gran Guerra, este libro es para ti. Si por otro lado este tipo de literatura no es totalmente de tu interés, también te invito a adentrarte en esta obra. Mientras leía estas dos novelas recordé los sentimientos que tuve cuando sobreviví a un huracán o durante el último temblor. Después de este libro siento haber pasado por otra gran catástrofe. Vivir, o leer sobre, una desgracia como esta, nos permite momentos de introspección muy interesantes. A veces sólo así distinguimos el grano de la paja, lo que verdaderamente es importante en la vida. Tal vez sólo por ello vale la pena que un episodio así acontezca y atravesemos por él. Al final siempre seremos distintos.