El espectáculo de la desolación

Alejandro Toussaint

22 November 2019

«Mal nos va hoy y más mal nos irá yendo cada día hasta que suceda lo peor.»

Artur Schopenhauer

Hay un momento en que absolutamente todo se va al carajo. Los reflectores y los aplausos se vuelven sólo vagos recuerdos. Los artistas perfectamente maquillados se convierten en miserables fenómenos sin sentido. La gran pista de la vida no es más que un enorme espacio vacío, escenario ideal para los más grandes horrores y lamentos. Esta es la historia de Santa María del Circo: cuando los hermanos Mantecón se pelean y se separan, don Alejo se queda solo con una carpa y ocho artistas sui generis. Contada en primera persona por un enano tuerto, la novela de Toscana plantea algunos de los temas que atraviesan el arte y la cultura contemporánea: ¿cómo reinventamos la humanidad cuando todo parece ser podredumbre? ¿Cómo podremos recuperar lo humano, la dignidad, cuando sólo hay un grupo de infelices fenómenos, a veces llamados payasos, a veces llamados hombres?

El paisaje que recorre la novela evoca de alguna manera tanto al de la tradición costumbrista mexicana, como al universo rulfiano. Sin embargo, en el rebautizado pueblo Santa María del Circo no hay más que olvido. No hay fiestas, ni tradiciones, ni recuerdos, y el único símbolo que permanece es el de la Iglesia católica, completamente en ruinas y casi sin significados. No estamos frente a la literatura de los pueblos fantasma, sino de cara a la nada: el desierto mexicano y el desierto de lo Real, al mismo tiempo.

David Toscana, Fotografía por Ivan Stephens en
El Universal, 02/03/2016

En ese contexto, se encuentran en un pueblo vacío, con apenas unas cuantas casuchas destruidas, una iglesia en ruinas y un grupo de personas cuyas habilidades, ya sin públicos posibles, no les servirían para sobrevivir ni un día. Pero el azar es un gran constructor de historias y los personajes se asignan nuevos papeles: el enano se convierte en cura; la trapecista en periodista; el contorsionista en esclavo; el hombre bala en general militar; la mujer barbuda en doctor; la mujer hermosa en afilador; el mago en campesino y el hombre musculoso en la puta del pueblo. 

A partir de las historias de cada uno de estos personajes nos encontramos con la miseria humana. ¿Cómo se convierte alguien en personaje de circo? ¿Más aún, de un circo mexicano, errando de miseria en miseria? El Circo de los Hermanos Mantecón no es el circo de Barnum y Bailey, ni el Circo Antiguo de Moscú. Tampoco el Atayde. Es un pequeño circo de pueblo que sirve como soporte para una serie de arquetipos de la condición humana en su extremo paupérrimo: el que pocos voltean a ver, el que muchos prefieren negar, el de los desamparados, los menos afortunados, personajes limítrofe que generan un falso espectáculo, para la sociedad de la falsedad, más bien producto de la burla y del desecho, que de la oportunidad. 

El autor lleva a esos seres al extremo, a un lugar abandonado, donde un escusado de porcelana y una inverosímil, pero finita, fuente de agua les permite, por un instante, intentar recomenzar. Sin embargo, borrar el pasado es imposible. Construirlo de nuevo, a partir de puras fantasías, también. Pues ni un doctor ni una puta se hacen de un día a otro, ni el poder es algo que simplemente se pueda ejercer, ni los hombres infames se pueden redimir para fundar un nuevo orden sobre el puro caos remanente. Bajo esas circunstancias, David Toscana retrata a una sociedad incapaz de encontrarse a sí misma, con una pérdida total de valores y de ideales que debe de enfrentarse a las más terribles paranoias, cuando ya no hay nada a lo cual asirse, cuando se han perdido todos los sueños y todas las esperanzas.