Elena Garro, la partícula revoltosa

Gerardo Luis Galindo

13 November 2019

Elena Garro fue una mujer contradictoria, mítica, fascinante y adictiva. El lector que se sumerja a su biografía se posiciona en dos lugares, la ama o la odia, pero no le es indiferente. Hablar de su vida resulta un reto: su sueño era ser actriz, pero llegó accidentalmente a la literatura; fue esposa de Octavio Paz, con el cual sostuvo una relación conflictiva; convivió con grandes exponentes de la literatura, como Borges y Bioy Casares; defendió fervientemente a campesinos e indígenas; en 1968 se vio envuelta en una polémica que marcó el ritmo de su vida; deambuló durante su exilio por distintos países  y ciudades como Nueva York, España y París; ya en sus últimos años de vida, regresó a México, en donde tuvo una muerte solitaria. Por tales motivos, Elena Poniatowska no vacila al preguntarse: ¿se comió el personaje a la escritora?

Garro abarcó distintos géneros como novela, teatro, poesía y cuento. Fue en 1964, un año después de publicar su asombrosa novela Los recuerdos del porvenir, editada recientemente por el sello Alfaguara, que sale a la luz su colección de cuentos La semana de colores que abre con una narración extraordinaria, “La culpa es de los Tlaxcaltecas, uno de los cuentos más perfectos de la literatura mexicana, en donde Garro presenta un umbral muy delgado entre el presente y el pasado. A través de Laura, quien es la protagonista del cuento, viajamos a los albores de la caída de Tenochtitlán y regresamos a la actualidad. Junto con estos cambios abruptos, reflexionamos sobre la condición femenina y el desprecio de la sociedad mexicana hacia los indígenas.  

Elena Garro, fotografía de gatopardo.com

Garro construye, de manera extraordinaria y con una naturalidad fascinante, el tiempo. En sus cuentos “¿Qué hora es?” o “La semana de colores” nos adentramos en mundos mágicos y oníricos donde la temporalidad es anulada. Las convenciones realistas se rompen para crear mundos riquísimos en imaginación. Sin despegarse de los elementos fantásticos que caracterizan esta colección de cuentos, vemos en “El día que fuimos perros”, “Antes de la Guerra de Troya”, “El duende” o “El anillo”, ambientes rurales que evocan los recuerdos infantiles de Elena Garro en Iguala, Guerrero. El último cuento de esta colección es “El árbol” que explora la disconformidad en la que vive una mujer indígena que prefiere vivir en la cárcel que estar en libertad, pues sólo encerrada logra identificarse con sus iguales: mujeres marginadas y víctimas de la desigualdad. Este cuento es tan sugerente que la propia escritora lo reescribió para llevarlo a escena.

 Después de un silencio de casi veinte años, publica, en 1980, su segunda compilación de cuentos, Andamos huyendo Lola. Estas narraciones están inspiradas en su éxodo. A raíz de 1968 tuvo que salir del país por temor a sufrir represalias. Su participación en el movimiento estudiantil fue marginal, pero aún así, el gobierno la culpó de estar detrás del movimiento y ella se defendió diciendo que los intelectuales eran los verdaderos culpables. Todos le dieron la espalda y fue acosada por espías del gobierno mexicano. Decidió huir del país —tenía prohibido salir, puesto que tenía un arraigo— para pedir asilo en Estados Unidos. 

Este libro puede leerse como una novela. Los cuentos comparten los mismos personajes que viajan desde México, Nueva York y España. Garro nos cuenta las peripecias de dos mujeres, Lucía y Lelinca, que huyen junto con sus gatos Lola y Petroushka de seres siniestros que constantemente las espían y acosan. En Andamos huyendo Lola, Elena Garro deposita sus experiencias de autoexiliada. Sin perder los elementos mágicos y el lenguaje poético propios de la autora, el relato nos habla del miedo, la paranoia, la locura, la pobreza y la melancolía. 

En la década de los noventa, Elena Garro comienza a publicar novelas cortas y un par de cuentos como lo son El accidente y otros cuentos inéditos y La vida empieza a las tres. En estas narraciones vemos a una escritora madura. Al igual que en la mayor parte de sus obras, explora el campo de la memoria y el tiempo —como lo asegura Geney Beltrán—. Aquí vemos similitudes con dos de sus novelas, Reencuentro de personajes y Testimonios sobre Mariana.

Elena Garro, fotografía por Lucero González en jornada.com.mx

Al leer los cuentos de Elena Garro, reflexionamos sobre personajes marginados de la sociedad mexicana: las mujeres, los niños, los indígenas y los pobres. A través de estas páginas, los personajes toman la palabra y enuncian sus malestares. Elena Garro adquiere un compromiso y lo lleva a la práctica: darle voz a los silenciados de la historia. Leer no sólo sus cuentos, sino sus novelas y obras de teatro, es importante en estos tiempos en los que se revaloriza la condición de las minorías. Asimismo, al leerla, la rescatamos del olvido en el que tanto tiempo estuvo una de las escritoras fundamentales de la literatura mexicana del siglo XX.

Imagen de portada: Agencia Notimex.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con * Los campos obligatorios están marcados con *