
Kama Nostra / Debolsillo, 2014
Eduardo del Río, léase Rius, cumplió recientemente ochenta años de vida. Los celebró el pasado 20 de junio, fecha en que el zamorano más famoso de la historieta mexicana cumplió también —le gusta decir— sesenta vueltas al sol como hacedor de monitos.
Lejos queda el tiempo en que como humilde peón de Gayosso, el flaco Rius-Frius comenzó sus pininos en el mundo del cómic, pues cada que podía se la pasaba esbozando garabatos en esquelas mortuorias de la funeraria. Fue durante aquellos tiempos muertos —negra ironía— que un cliente vio su trabajo: “si se te ocurren unos chistes, me los mandas”, le dijo. Aquel cliente resultó ser el editor de la revistilla
Ja-Já. Sesenta años después, y con más de una centena de títulos publicados, Rius es el último baluarte de la historieta mexicana. De su edad de oro.
Autonombrado minoría (vegetariano/descreído/historietista), el autor ha cultivado un estilo de erotismo único, basado en la cábula culta. Mezcla perfecta entre la instrucción pedagógica de pueblo y guiños a las bellas artes. Lo anterior encuentra ejemplo perfecto en una ilustración incluida en
Kama Nostra (Debolsillo), antología de dibujos configurados con la fórmula ganadora: mitad desnudos, mitad bromas.
En el dibujo se mira a un hombre de gafas que entra a su alcoba ataviado con las vestiduras propias de la música de cámara, con un instrumento de cuerdas en mano. El sujeto mira a su mujer en la cama, con otro hombre, y dice: “Le sugiero que suspenda la
tocata e inicie la
fuga, caballero” .

En otra viñeta un músico embiste a una bella dama sobre su piano, al tiempo que gime “¡andante ma non troppo!”, fórmula que en terminología melómana describe un movimiento musical que se caracteriza por un suceder pausado, suave pero rítmico y cadencioso; construyendo así una bella metáfora, descripción esclarecedora, del acto amoroso.
Rius, siempre crítica, siempre parodia, siempre humor asistido por la cordura, la socio-conciencia, presenta en
Kama Nostra el último reducto del humorismo mexicano, entintado con la sabiduría que sólo aporta el conocimiento personalísimo del sexo ajeno.
Ismael Martínez