Superhéroes

Ariel Rosales

04 September 2019

En el principio (los primeros años del siglo XX) fue creado el mundo de los cómics y, poco después (década de los 30), se concibieron los superhéroes. Así vio la luz una nueva mitología cuyas raíces son profundas y se conectan con el inconsciente individual y colectivo:

“El sueño es el mito personalizado, el mito es el sueño despersonalizado; tanto el mito como el sueño, son simbólicos del mismo modo general que la dinámica de la psique”

(Esto lo escribe Joseph Campbell en El héroe de las mil caras, su libro referencial sobre el tema; siguiendo los pasos del gran mitógrafo norteamericano habría que componer un Superhéroe de las mil caras).

Sin duda, este fenómeno de la narrativa gráfica popular es creativo, aunque siempre estuvo determinado, y lo sigue estando, por las reglas de los mass media, en su mutación de entretenimiento masivo. 

El personaje fundacional (el arquetipo) es Superman. En 1938 fue creado como lo conocemos por el escritor Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster; seis años antes lo habían esbozado en El Reino de Supermanes, historieta de dos páginas sobre un villano con superpoderes mentales, quien ya es muy semejante a Lex Luthor, el calvo malvado, enemigo número uno del posterior “hombre de acero” (los laberintos de la creación historietística son insondables).

Superman, Joe Shuster (DC Comics) en newsarama.com

Como fuentes filosóficas y literarias de este superhombre (atractivamente dibujado y quien se comunica a través de globos) se han señalado las siguientes: Nietzsche (Así habló Zaratustra, 1883); George Bernard Shaw (Hombre y superhombre, pieza teatral de 1903); Edgar Rice Burroughs, (Tarzán de los monos, 1912, en sentido estricto un personaje sin superpoderes, pero desdoblado en la selva como hombre superior que lucha por el bien y la justicia).

Todo superhéroe se compone de estereotipos básicos: tiene habilidades sobrehumanas; utiliza sus poderes para combatir el mal y proteger a los débiles; aunque variado, su origen esencialmente es extraterrestre, producto de una mutación evolutiva o bien de un accidente (casi siempre una experiencia científica o tecnológica malograda); por lo general posee una identidad humana secreta; al actuar como superhéroe luce un atavío llamativo (uniforme que lo identifica); cada superhéroe carga con su galería de enemigos que, por supuesto, son supervillanos; finalmente: es inmortal.

Los superhéroes del cómic recibieron su gran impulso creativo en la década de los sesentas del siglo pasado. Fueron los geniecillos de Marvel (Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko) los responsables del prodigio que encandiló a millones de lectores en todo el mundo: desplegaron todas las posibilidades del arquetipo, generando personajes fascinantes como los 4 Fantásticos, el Hombre Araña, Hulk, Thor o los Hombres X, por citar algunos.

Los 4 Fantásticos (Marvel), en elmundo.es

En un luminoso ensayo (“La época de Supermán”, 1963) Umberto Eco atribuyó las limitaciones narrativas y estéticas de este subgénero del cómic a la predeterminación de la industria popular a la que pertenece, es decir a su condición de producto dirigido a un mercado masivo con reglas específicas. Así escribe el gurú italiano:

“Hay momentos en los que puede ser útil el ejercicio terapéutico del eterno presente que nos ofrece Superman, así como su metafísica pasiva bajo cuya luz hace continuo ejercicio de iluminada virtud. Sin perdernos en condenas sin remisión, limitémonos al primero y más fructífero ejercicio que el ensayo puede concedernos: psicoanalizar a cada paso los instrumentos de nuestros ocios…”

Más allá del mero entretenimiento, ¿se transformarán los superhéroes en materia de una gran narrativa gráfica, de un arte literario trascendente? Probablemente, y ello dependerá de la ciencia ficción, literatura a la que, por cierto, ya deben mucho. Desde 2001 Neil Gaiman con sus American Gods empezó a darle una vuelta de tuerca literaria al subgénero, y con ello mostró un camino. También hay señales de que un nuevo desarrollo estético ya se está gestando en el ámbito efervescente de la novela gráfica.

Cartel de la segunda temporada de American Gods en elpais.com

Aunque no hay que olvidar que en esta dirección, hace más de medio siglo (1953), Teodore Sturgeon (genio de la ciencia ficción) escribió Más que humano; en dicha novela plantea la más osada posibilidad sobre el siguiente paso de la evolución humana: el Homo Gestalt con superpoderes. Se trata de algo radicalmente distinto a los equipos de superhéroes (Liga de la Justicia o Vengadores) generados por Marvel o DC Comics. Y más profundo, sin duda. Quien haya leído esta obra maestra coincidirá.  A quien la desconozca, simplemente se la recomendamos. Toda una experiencia de lectura sobre un pequeño clan de antisuperhéroes, impresionante y entrañable.