“más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia.”
A.P
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había regresado a Pizarnik. No sé por qué mi cabeza creyó que sus poemas eran caminos ya cruzados, tránsitos dejados atrás. Evidentemente, me equivoqué. Ella sigue siendo espejo, reflejo, deseo.
La primera vez que ella publicó tenía 19 años. Murió a los 36. ¡Cuántas más preguntas nos hubiera dejado de haber seguido viva! ¡Cuántas tristezas, sabores y palabras se nos hubieran impregnado a la piel si ella no hubiera decidido acabar con su vida! En sus Diarios, cuando habla sobre el lenguaje en el Apéndice V dice:
“7 de septiembre. Noche de insomnio. Pensé con tristeza en el lenguaje. ¿Para qué escribo? Respondí con esta escena imaginaria: vivo en el Tíbet, sola, en una choza. Nunca hablo con nadie pues ignoro el idioma de mis vecinos. (…) Escribir es mi mayor ingenuidad, es querer contener lo que se desborda… Pero si lo mío es el sueño, es el silencio. Dominio acechado. Entonces, escribir para defenderlo, para merecer mi espacio silencioso”.
Si pudiera contarle lo que en mí provoca, le contaría que para eso escribió: para removernos las vísceras y los pensamientos.
[caption id="attachment_17674" align="aligncenter" width="400"] Alejandra Pizarnik en El País.[/caption]He de confesar que llegué tardísimo a Alejandra. Y siempre pensé que si la hubiera descubierto en la adolescencia, una estaca se me hubiera clavado y no hubiera tenido las herramientas para sacarla. Ahora, en mi regreso a ella tantos años después, entiendo que no son estacas las que se clavan al leerla, son pinchazos que se hunden para recordarte que estás viva. Su Poesía completa es un naufragio entre sombras, entre dudas y dolores, pero también lo es entre preguntas, deseos e intimidad, esa intimidad que sólo la poesía puede darnos. Su poética pareciera que entrara a lo más oscuro de lo que somos:
“una mirada desde la alcantarilla/puede ser una visión del mundo// la rebelión consiste en mirar una rosa/hasta pulverizarse los ojos”.
Desde ahí se mira, desde ahí se vive con pasión. Si dejamos que los versos nos permeen, como a Pizarnik.
Leer a Pizarnik no es un consuelo; es asentir con la cabeza en cada poema, en cada lectura, en cada pinchazo. Su Poesía completa es ese libro que hay que salvar en caso de naufragio.
Imagen de portada: cultura.gob.ar