Hace poco, en un club de lectura discutiendo la obra de Carl Sagan y la de
Stephen Hawking, una persona afirmó muy seriamente que el trabajo de ambos científicos era mentira. Y que de hecho, la Tierra era plana. Tiempo después, me encontré con videos en YouTube (
miles de ellos) donde explican esta creencia. Y hasta una
conferencia en Carolina del Norte a la que asistieron 500 personas convenidas de que nuestro planeta no es una esfera. La ciencia tiene frente a sí un gran reto.
Y este reto también lo tiene la literatura. La ciencia ficción, en específico. Sobre todo cuando la fantasía, su principal competidor y hermano literario, se come a grandes bocados el mercado. No obstante, de vez en cuando surgen libros que se convierten en
bestsellers, no por campañas de marketing o porque sean recomendados por
expresidentes y empresarios, sino simplemente porque son excelentes. De esos que invitan a cuestionarse y a acercarse a la ciencia.
El problema de los tres cuerpos es uno de ellos. Escrito por Cixin Liu, este libro es la primera entrega de una ambiciosa trilogía que convierte la pregunta esencial “¿estamos solos en el universo?” en un viaje épico a través del tiempo y el espacio que abarca más de tres mil años de historia. Su narrativa no es sencilla, pero el resultado final y la experiencia hacen que cada frase, cada giro y cada personaje valgan la pena (algunos críticos lo califican como “el León Tolstoi de la ciencia ficción”). Esto le mereció el Premio Hugo a mejor novela, y pronto será adaptada en la serie de televisión más costosa de Amazon hasta la fecha.
Cuando Cixin Liu era un niño, en China estaba prohibido leer a autores extranjeros, no obstante su padre, como hace también el padre de su protagonista, desobedeció al gobierno y tuvo entre sus libros escondidos
Viaje al centro de la Tierra de Jules Verne. El pequeño Liu quedó marcado por esta historia. En
El problema de los tres cuerpos uno de los personajes dice: “Sólo sé que una fuerza inimaginable está matando la ciencia”. Hoy sabemos que somos nosotros mismos quienes estamos matando a la ciencia. Quizá haga falta que otros niños encuentren los libros de Verne o de otro autor para evitarlo, quizá sea la literatura la que salve a la ciencia.
Pero entremos en materia. Esta epopeya sobre la historia de la humanidad comienza durante la Revolución Cultural China y narra la vida de dos científicos: Wenjie y Wang Miao. Wenjie es una astrofísica que ha vivido lo peor del gobierno de Mao: su padre fue asesinado por un grupo de estudiantes por enseñar las teorías de Einstein, y ella fue obligada a realizar trabajos forzados. Años después, en el presente, Wang Miao es un especialista en nanomateriales que se convierte en un espía de la policía para vigilar a una organización científica que puede estar detrás de los suicidios de varios científicos.
Más allá de la parte misteriosa de la trama, la novela de Liu plasma con realismo y crudeza cómo sería el primer contacto entre una civilización alienígena inteligente y la nuestra desde una perspectiva seria, lejos de los acercamientos de pseudocientíficos a lo Jaime Maussan, y más cerca de lo que pensaban verdaderos científicos sobre el tema; como
Stephen Hawking, quien expresó su preocupación al respecto: si “ellos” venían significaba que tenían una mayor tecnología. E históricamente ya sabemos lo que pasa cuando dos civilizaciones, una con mayor avance tecnológico que la otra, se encuentran (recordemos el “descubrimiento” de América).
Desde el comienzo se nos presenta una sociedad que se enfrenta al mayor reto de su historia: ¿cómo afrontará el encuentro con una civilización alienígena?, ¿dará la bienvenida con los brazos abiertos o esperará con las armas apuntando? En esta primera entrega no es casual que la primera persona en establecer contacto sea Wenjie, una mujer que por el contexto histórico que le tocó vivir haya perdido cualquier fe que tuviera en la humanidad. Motivada por el odio a su especie, Wenjie lanza un mensaje que da comienzo a la llegada de una inevitable guerra que mostrará lo mejor y lo peor de la especie humana.
Liu basa varios de los postulados y giros inesperados de la trama en algunas de las teorías más reconocidas de la comunidad científica, la más interesante de las cuales es la paradoja de Fermi. Durante el Proyecto Manhattan (aquel que desarrolló las bombas atómicas), uno de sus miembros, Enrico Fermi, postuló que si de acuerdo con ciertas estimaciones era altamente probable que existieran muchas civilizaciones en el espacio además de la humana, entonces, ¿dónde estaban todos? ¿Por qué estos miles de años de silencio? Fermi creía, y dada la naturaleza de su trabajo parece comprensible, que las civilizaciones estaban condenadas a autodestruirse.
En
El bosque oscuro (la segunda novela de la trilogía) Cixin Liu ofrece una de las más fascinantes y aterradoras respuestas que la ciencia ficción ha dado a esta pregunta. En algún momento, uno de los personajes se pregunta: “¿Cómo era el mundo humano a ojos de las montañas?” Es un tema recurrente a lo largo de la Trilogía de los Tres Cuerpos, pues Liu transmite la grandeza del universo, la sensación de insignificancia que esta idea nos provoca y lo absurdo que es matar y pelear por el dominio de lo que para el universo no es más que una pequeña mota de polvo. Además, tiene un profundo mensaje sobre la importancia del cuidado de nuestro planeta y de todas las especies que en ella habitan. El estilo del autor y la idea de nuestra intrescendencia recuerdan a las palabras de Carl Sagan, en su serie
Cosmos, cuando en 1977 la sonda Voyager 1 tomó una fotografía de la Tierra desde Neptuno: se trata de la más lejana imagen de nuestro hogar, popularmente conocida desde entonces como “un pálido punto azul”:
«La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina del punto. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida.»
Imagen de la Tierra tomada por el Voyager 1
Un poeta dijo que todas las novelas de ciencia ficción se reducían al “Ellos vienen o nosotros vamos”. No obstante, pese a seguir esta fórmula tan vista en el género, la historia que construye con sumo cuidado Cixin Liu cuestiona lo que significa ser humano, nuestro papel en el universo, el presente al que nos enfrentamos y el futuro que nos espera.