Novelas detectivescas, Jane Austen y una Big Mac

Jaqueline Tavera Martínez

27 February 2018
Un día, en una pequeña feria del libro, encontré una mesa con varios títulos en descuento. Treinta pesos el ejemplar, perfecto para bolsillo universitario. Miré las contraportadas de varios títulos hasta que uno llamó mi atención: La sala del crimen de P.D. James. Lo compré y hasta la fecha creo que son los treinta pesos que mejor he gastado. No conocía a la autora, vamos ni sospechaba que era mujer hasta que vi la solapa. La sala del crimen narra una serie de asesinatos cometidos en el Dupayne, un museo de Londres dedicado a los años de entreguerras, así como la lucha del detective de Scotland Yard, Adam Dalgliesh, por atrapar al culpable. Si bien esta obra sigue el patrón de las novelas detectivescas (un crimen, varios sospechosos y un detective que intenta resolver el caso), me sorprendió por varios motivos. Principalmente por su protagonista y la secuencia narrativa que elige la autora para contar esta historia. Dalgliesh, nombre inspirado en un profesor de secundaria de P.D. James, es poeta. Sí, un detective poeta que, además, está enamorado. Y aun con esa descripción poco usual para los detectives que abundan en las novelas del género, algo en él me resultaba familiar. A lo largo de ésta y otras entregas también protagonizadas por Dalgliesh, varios personajes lo describen como alguien “alto, oscuro y atractivo”, características, que descubrí (¡bendito internet!) hacen referencia a un popular personaje de la igualmente británica Jane Austen: Fitzwilliam Darcy. La llamada “dama del crimen” fue una ferviente admiradora de Austen, incluso escribió en sus últimos días una continuación de Orgullo y prejuicio (donde aparece Darcy), cuya trama principal es la resolución de un crimen y que llamó La muerte llega a Pemberley. En su libro Todo lo que sé sobre novela negra, un excelente ensayo sobre el género detectivesco, P.D. James menciona que considera a Emma de Austen una historia de detectives: el secreto no es un asesinato, sino las relaciones amorosas de ciertos personajes. Austen hace lo que varios autores de novelas de detectives intentan: engaña al lector pese a haberle mostrado las pistas que hacían evidente el secreto. No es de extrañar que James decidiera darle las mismas características a su detective que las que tiene el protagonista masculino más popular de Austen. P.D. James mencionaba en el mismo libro que, aunque las novelas de detectives sigan una misma estructura, la fórmula no cansa al lector y se puede ser ingenioso con ella: Además, las novelas detectivescas no son las únicas que se ajustan a unas convenciones y una estructura establecidas. Todas las novelas de Jane Austen siguen la misma secuencia narrativa: una joven atractiva y virtuosa logra superar sus dificultades para casarse con el hombre al que ha escogido. Ésta es la vieja convención de la novela romántica y, sin embargo, con Jane Austen obtenemos una novela rosa escrita por un genio. Por esta razón la autora cita las obras de Austen o Jane Eyre de Charlotte Brontë y las novelas góticas donde había siempre un misterio por resolver como historias detectivescas aunque enfocadas más en el horror. Mientras que  las actuales novelas de detectives tratan un “terror racional”. Tanto los relatos de horror como los detectivescos han sido, a ojos de una parte de la crítica, géneros bastardos, poco reconocidos e ignorados por completo en las grandes galas de cada año. Stephen King decía que él era “el equivalente literario a una Big Mac con papas fritas”.  Y a veces se nos olvida que una hamburguesa también puede ser deliciosa. Así que, aunque cueste treinta pesos, es posible encontrar en este injustamente despreciado género grandes novelas.

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