Querido David Foster Wallace:
Te conocí tarde.[1] No fue sino hasta que entré a formar parte de esta querida comunidad langostina que supe de tu existencia. Lo reconozco y me avergüenzo por ello. ¿Cómo es que no sabía de ti si te califican como “el escritor más influyente de su generación”? Sin embargo, también me alegro, pese a que parezca contradictorio, porque creo que es en esta etapa de mi vida cuando mejor he podido apreciar tus libros. En mi versión adolescente, por ejemplo, no habría disfrutado de El cuerpo y en lo otro, en especial ese perfil de Roger Federer y de ti —porque empezaste con la idea de hacer un texto sobre el célebre tenista y terminaste entregando un perfil muy personal—. Con él lograste que el tenis, ese deporte que muchos creíamos aburrido, sonara interesante; me hiciste buscar en la web si la belleza con la que describes las hazañas de Federer es verdadera.[2] También me pregunto cómo es que no te conocía antes, pues estudié periodismo y tus obras, en especial tus artículos así como muchas de tus críticas,[3] son grandes ejemplos de lo que debería hacer un periodista. Me hace dudar de algunos planes de estudio… En fin, llevo tres párrafos y ni si quiera te he dicho por qué te escribo. La verdad es que es una carta de amor literario. No, por favor no me juzgues. No soy cursi, ni una fan loca; de hecho no he escrito una antes y prometo no escribirle otra a nadie más. Así como prometí jamás comer langostas. Porque ¡ay las langostas![4] Y esta línea sobre todo: “¿Está bien hervir a una criatura viva y sensible solamente para nuestro placer gustativo?” No, no está bien. Y así como tienes un compromiso con las langostas, también tienes un compromiso con el lector. Algo que les falta a muchos “periodistas”.[5] No voy a calificarte a ti o a tu obra de “genial” o “clásica”. Decías que esos adjetivos mataban la vitalidad de un autor, pero no puedo evitar preguntarme si de haber leído esta carta,[6] después de hacer todo tipo de correcciones por supuesto, ¿no te hubiera alegrado aunque fuera un poquito saber que eres admirado? Tú mismo lo dijiste en la entrevista con Charlie Rose: “¿A quién no le gusta ser respetado?” Así que el objetivo de esta carta es precisamente ése: decirte cuánto admiro tu obra. Pero no me voy a poner cursi, esa etapa de mi vida ya pasó. Sólo te agradeceré por mostrarme que se puede reír de uno mismo aún en la miseria. Incluso cuando vivir significa “estar bajo el agua, sin aire fresco y sin libertad de movimientos”, como escribiste en El planeta Trilafon y su ubicación respecto a Lo Malo. En el relato “La muerte no es el final” describiste a un personaje como “lo más parecido a un inmortal literario que vive hoy en día”. Y para mí eso eres tú. Porque ni esa terrible tarde en que decidiste colgarte de un árbol puede llevarte lejos de los brazos del lector. Así que, querido David Foster Wallace,[7] he llegado tarde, pero lo hice. Y no me queda más que seguir leyéndote y darte gracias por las langostas.Atentamente,
una orgullosa lectora
[1] Un texto dirigido a ti jamás sería digno si no tuviera al menos un pie de página, así que en adelante espera un par. [2] Dijiste que “la belleza no es la meta de los deportes de competición, y sin embargo los deportes de élite son un vehículo perfecto para la expresión de la belleza humana”. [3] Supongo que ni a ti ni a ningún lector le interesará esto, pero va de todos modos: en la universidad nos pedían una crítica casi a diario. De todo. De un libro, de una película, de una obra de teatro… Es un género que todo mundo cree hacer bien y que en realidad es muy complicado. Al que no se le tiene suficiente respeto como para afrontarlo y arriesgarse. Qué bien hubiesen hecho algunos profesores en dejar tus textos como lecturas obligatorias. [4] Este portal, por cierto, se llama así en tu nombre. En una ocasión Margaret Atwood comentó en Twitter que Dalí estaría orgulloso por el título de la web, haciendo referencia al famoso teléfono-langosta del artista. Pero no. Este portal se llama así por tu crónica del festival de Maine Hablemos de langostas. Tu idea de ir “a contracorriente” inspiró a los creadores de Langosta Literaria. [5] Es curioso que no te consideres uno de ellos, cuando yo creo que eres de los mejores. [6] Te imagino con cualquiera de tus paliacates alrededor de la cabeza, ajustándote los redondos lentes, con el ceño fruncido. [7] Lo siento, me es imposible cortar tu nombre. Es un todo que eres tú y que pierde su significado si lo acorto a “David” o a “Foster” o a “Wallace”, incluso a “Foster Wallace”. Crédito de la imagen.