Había una foto de aquel año de los becarios Fulbright. Recién llegados o que ya estaban aquí. O de algunos de ellos. ¿Estabas tú entre ellos? La observé, sin prestar demasiada atención, divagando acerca de quienes podría llegar a conocer. Recuerdo ese pensamiento. No tu cara. Por supuesto, repasé especialmente a las chicas. Acaso me percaté de ti. Quizás te valoré, sin ganas. Aprecié tu pelo largo, ondulado y suelto. El tupé a lo Veronica Lake. No lo que escondía. Resaltaba lo rubio. Y tu sonrisita. Tu exagerada sonrisa americana ante las cámaras, los jueces, los amedrentadores, los extraños… Luego lo olvidé.
1954 En sus años del Smith College, en Estados Unidos, Sylvia Plath sufría depresión. Esto la llevó a realizar su primer intento de suicidio, que después exploraría en su novela autobiográfica, The Bell Jar. 1965 Ariel, la colección de poemas más conocida de Plath, se publicó de manera póstuma dos años después del suicidio de la autora. En el libro hay un poema, “Lady Lazarus”, que aproxima al lector a la sofocación y a la manera en la que la autora ve su intento de suicidio: Dying Is an art, like everything else. I do it exceptionally well. 1973 Ted Hughes escribe diez años después de Plath un poema titulado “Visita”:Diez años después de tu muerte encuentro en una página de tu diario, como nunca antes, el impacto de tu alegría al saber todo aquello. Luego el impacto de tus rezos. Y bajo esos rezos el pánico de que tales rezos no creasen el milagro, y luego, bajo el pánico, la pesadilla que llegó rodando para aplastarte: tu alternativa, la vieja e impensable desesperación y una agonía nueva revueltas en un infierno familiar. De repente leo todo eso, tus auténticas palabras que salían flotando de tu garganta y lengua para plasmarse en la página. Igual que cuando tu hija, ya hace años, entrando desnortada, mirándome a la cara, perpleja, donde yo trabajaba a solas preguntó de repente, en el silencio de la casa: «Papá, ¿dónde está mamá?» La helada tierra del jardín, mientras la cavaba con las manos. A mi alrededor el gigante reloj de escarcha de aquella medianoche. Y algo dentro, en alguna parte, esperando no sentir nada. Un pulso de fiebre. En algún lugar dentro de la tierra entumecida nuestro futuro intentando acontecer. Alzo la mirada, como deseando alcanzar tu voz con todo su urgente futuro que me ha estallado dentro. Luego vuelvo a mirar el libro de palabras impresas. Llevas diez años muerta. Es sólo una historia. Tu historia. Mi historia.
1965 ¿Qué hay en “Lady Lazarus” que conecta tanto con el lector? La voz lírica es confesional, siempre habla desde la primera persona, de sus experiencias y sus miedos. Es sólo una historia, dice Hughes.