Mis cinco títulos memorables

Cynthia Chavez

24 April 2017
Están los libros que recordamos por contener las palabras, más que precisas, urgentes para una época, una situación; y claro, por ser grandes textos. Por ahora, atino en nombrar cinco de ellos. Mañana, seguramente, pensaré en otros que quizá atizaron aún más mi drama. El fondo del cielo (Debolsillo), de Rodrigo Fresán. Todo y nada pasó: me incorporé a Random House, días después murió mi papá y este ejemplar llegó a mis manos. En él encontré lo que no podía leer de mí:
Solomon Goldman, mi padre volador, mi padre caído, mi padre suspendido y atrapado para siempre por el ámbar ingrávido de mi memoria, en ese monstruo que subió a bordo como un polizonte, dentro de mi cuerpo, y que salió haciendo estallar mi pecho y rompiéndome el corazón, y que ahora recorre los pasillos de una nave difunta en la que todos han muerto menos ella.
Una habitación impropia (Caballo de Troya), de Natalia Carrero. Las coincidencias se dan (y, claro, uno puede forzar los temas sin proponérselo). Tras leer El fondo del cielo paré en este otro libro de Natalia Carrero. No atendí en primer plano la referencia que grita el nombre de Virginia Woolf. Fijé mi atención en otro punto en el que se reconocían los personajes principales de cada cuento: enfrentar el duelo. Estos protagonistas buscan su individualidad alrededor de un desastre de familia. Reloj de sol (Debolsillo), de Gabriel Zaid. Me gustan las estructuras clásicas, las palabras justas para hechos concretos. Me gusta profundizar en el sentir sin que ello signifique embarrar de cursilería las imágenes creadas. En ese orden y como un absoluto placer encuentro los poemas de Gabriel Zaid, sólo superados por sus ensayos. Para los días raros, elijo al azar una página de su poesía. Breviario de podredumbre (Taurus), de E. M. Cioran. No recuerdo si uno de mis grandes amigos lo eligió por cuenta propia o yo se lo di; el caso es que lo adoptó como bandera y, así, logré conocerlo un poco más. Es un texto que te lanza para sentir. Te arrastra a buscar la raíz del discurso que tanto trabajo te costó armar. Desarticula una y otra vez cada idea que se tiene por cierta. Es una lectura para absolutos. Cuentos del lunes (Debate), de Alphonse Daudet. La editorial antes se ubicaba en Homero 544, cerca del metro Polanco y de la comida barata. Con la mudanza a la nueva sede salieron de los libreros auténticas piezas de historia, ediciones absolutamente extrañas, acompañadas del recuento que tanto Ariel Rosales como Aurora Higuera tuvieron a bien compartirnos a los novatos. Cuentos del lunes: he aquí una joya del sello. Debate no siempre ha albergado no ficción y ensayo. Hubo un momento, un episodio, en que publicó literatura. Y este título guarda uno los principios que el sello capitanea: exponer la condición humana. Debate publica muchos temas que me pegan y me emocionan, de ahí que conocer datos así me da una especie de emoción ñoña.