En su definición básica, el acto de leer consiste en el procesamiento de información de un texto escrito con la finalidad de interpretarlo. Borges, estaba convencido de que la lectura no debería ser obligatoria, pues el placer no es obligatorio. Ese fue el origen de esta lista, son los libros que elegí por puro gusto e intuición. Y en mi experiencia el acto de leer debe ser una forma de felicidad.
Frankenstein o el moderno Prometeo
Mary Shelley
Literatura Random House
Debo confesar que primero vi la película de James Whale y que después leí el libro. Comencé a leer y me encontré con correspondencias, lo epistolar hizo que la imagen de Boris Karloff se desvaneciera para centrar toda mi atención en Víctor Frankenstein, el científico, el genio incapaz de hacerse responsable de su creación. La criatura no es un monstruo a pesar de su aspecto y tabú… La maldad es contagiosa y el origen de los miedos es la ignorancia; advierto que estos temas no son moralejas, es oficio, un ejercicio literario adelantado a su época. Mary Shelley robó el fuego de los dioses para escribir una fábula subversiva que tendrá lectores a perpetuidad.
La tía Julia y el Escribidor
Mario Vargas Llosa
Alfaguara
Los amores con la tía Julia y las locuras de Pedro Camacho en la radio hicieron que mi adolescencia transcurriera entre la fantasía de escribir guiones de radionovelas y vivir un amor imposible con tintes melodramáticos. Así de naif y con 13 años le entré a un libro que marcaría el inicio de lecturas elegidas. En La tía Julia y el Escribidor se cuentan dos historias en paralelo: por un lado la de Varguitas donde predomina el humor, la ironía y lo políticamente incorrecto; en el extremo opuesto está Camacho y sus variopintos elementos retóricos, metáforas e imágenes exuberantes. Una lectura bipolar, divertida y universal.
Todos nuestros ayeres
Natalia Ginzburg
Lumen
Cuando leí por primera vez a Natalia Ginzburg entendí que el aburrimiento receptivo es un estado valioso para un escritor, pero más aun para el lector. Todos nuestros ayeres transmite ansiedad, decepción y dolor desde la contemplación, pero con un punto de vista muy específico: el tránsito de la adolescencia hacia la vida adulta. Ginzburg exhibe el terror de crecer mientras el mundo cambia con violencia; su narrativa desliza la fatalidad del mundo por debajo del mantel y de nuestras pupilas.
Atrapa el pez dorado
David Lynch
Reservoir books
Hay libros que te encuentran y este es el caso de Atrapa el pez dorado que ha sido releído durante casi diez años de mi vida con descubrimientos en cada visita. Debo advertir que este texto es tan sencillo que contrasta con la complejidad de su cine. Son notas básicas y aforismos sobre la creación cinematográfica desde la meditación y la conciencia. Lo más interesante del texto está en las experiencias de vida y trabajo durante el rodaje de películas como Eraserhead, Dune, The Elephant Man y Blue Velvet. También soy objetiva, este libro es pequeño, tremendamente personal y la importancia de su lectura radica en que es difícil no admirar a un cineasta como David Lynch.
La guerra no tiene rostro de mujer
Svetlana Alexiévich
Debate
El día que ganó el Nobel no sabía quién era Svetlana Alexiévich, busqué Bielorrusia en google maps y apañé una edición de bolsillo de Voces de Chernóbil que aún conservo. En esas condiciones comencé a leer algo denominado periodismo narrativo polifónico (así lo bautizó la academia sueca) que me rompió el corazón y me enfrentó al vacío de la sociedad contemporánea. La guerra no tiene rostro de mujer marcó un antes y un después en mis lecturas, más allá del impacto que provoca la “no ficción” me topé de frente con su inusual habilidad para narrar. Había muchas formas de contar lo sucedido y Alexiévich escogió la más discreta, la que provoca un nudo en la garganta alejada de la cursilería y de posiciones políticas radicales. La guerra es grotesca, triste y destructiva, no hay más, cuando avanzas en la lectura, crees que ya superaste la historia más desoladora, la que sigue es aun peor. Mujeres soldados, pilotos, enfermeras, telegrafistas, francotiradoras cuentan sus experiencias de guerra, son voces alejadas del falso heroísmo que nos revelan situaciones atroces que se transforman inesperadamente en actos de amor y compasión.