La mayoría de las reflexiones sobre el mito, por diversas que sean, parten de la premisa de mirarlo como un sistema de comunicación, sujeto a ciertas condiciones que lo caracterizan, creados por el ser humano y la historia; siempre con una intención concreta: trasmitir un mensaje. Por ejemplo, existe la creencia que a través de una transformación se alcanza una nueva vida en la que se mantiene la identidad del transformado y nos indica, por una parte, que existe una conciencia realista de la transformación, y, por otra, que hace su aparición en escena lo imaginario como una de las formas de percepción de la realidad. En este sentido, tanto lo imaginario como el mito se convertirán al mismo tiempo en productos y coproductores del destino humano. En palabras de Carlos Fuentes: “construimos el infierno en la tierra para asegurar la necesidad de un cielo que nos compense del horror de nuestras vidas”.
Para seguir con este ejemplo, debemos decir que las funciones de los mitos son múltiples, explican la razón de ser de algún aspecto de la vida social, se asumen como la base de ciertas estructuras sociales y en algunos casos otorgan consuelo u objetivo de vida a los individuos. De ahí que a menudo se hayan considerado estos sistemas de comunicaciones como parte del sistema de creencias que caracterizan a una cultura o una comunidad.
Cronología del progreso, el ensayo escrito por Gabriel Zaid que describe la evolución del mito que la especie humana considera “progreso” a partir del inventario de diversos pedacitos de historia a manera de un “museo de lo humano”, retrata con maestría una serie de desarrollos que proponen una visón enfrentada del futuro: por un lado describe una serie de innovaciones favorables a la vida humana al tiempo que pone en evidencia la incapacidad del hombre para comprender que las cosas están cambiando y dejando una huella imborrable en su hábitat.
Cronología del progreso se distingue principalmente por la gran habilidad con la que Gabriel Zaid va hilando distintos ámbitos del desarrollo favorable a la vida huma en el plano físico, biológico, cultural, teórico, practico, individual, social, sin jamás recurrir al recurso de la prosa de difícil comprensión que a menudo caracterizan, con muy poca fortuna, al género. El autor entiende a la perfección que los datos duros no constituyen automáticamente el estilo del ensayo (a diferencia de lo que sucede en la actualidad con libros sobre diversos temas contemporáneos como el miedo, la cultura o la política) y a partir de su brillantez como escritor y su probada solvencia intelectual realiza una exposición a manera de monólogo en el que describe un panorama completo y complejo sobre le mito del progreso. Por ejemplo, el análisis que realiza del relato sobre el “pecado original” donde señala que al comer la manzana e invitar a Adán, Eva lo incitó al pecado y el usar una hoja de higuera como taparrabo se pueden considerar como una representación colectiva propio del folclor. Y sugiere mirar el relato como una crítica al progreso. “El árbol del saber que iguala al hombre con Dios es el árbol plantado por el hombre, en medio de los árboles plantados por Dios. El pecado original es la agricultura. En vez de atenerse a la providencia divina, el hombre siembra, y en el pecado lleva la penitencia: se condena a trabajar y a ganarse el pan con el sudor de su frente”.
En el mismo tenor, Gabriel Zaid utiliza a lo largo del ensayo una prosa argumentativa, ajena a todo tipo de exageración o adorno innecesario tratando de decir que el tema en cuestión es incompatible con el uso de recursos estilísticos que terminan por ser más un obstáculo para el desarrollo de la exposición que un tino literario.
En última instancia, Cronología del progreso forma parte de una serie de escritos que se ocupan de temas específicos, en un contexto determinado, en realidad se trata de la forma en como el ser humano construye un discurso para explicar y justificar su relación con el entorno, un relato no sobre cómo es el mundo sino de cómo se ha querido hacer y cómo ha ido adoptando distintas formas propias de cada época, pero en su médula continua siendo el mismo, pues como dice el mismo Zaid: “el mito arcaico de la Creación desembocó en el mito moderno del Progreso”.
Gabriel Zaid ha escrito un ensayo sobre la construcción social del mito del Progreso, sobre la necesidad humana para producir y despilfarrar, para consumir lo que la naturaleza ha atesorado desde hace millones de años en nombre del desarrollo del hombre como especie, y principalmente, sobre la capacidad del lenguaje para crear un magnífico testimonio de los hechos, algunos muy terribles, que a menudo son la huella que los seres humanos dejamos a nuestro paso por este planeta.