
Canción de tumba / DEBOLS!LLO, 2014
No tengo idea qué pensará alguien antes de morir; si tiene oportunidad para hacerlo. Podría acercarme, eso sí, a la experiencia de ser esa persona a un lado de alguien que tiene la oportunidad de hacerlo, de pensar algo antes de morir, justo donde se ubica Julián Herbert, personaje-narrador de la novela
Canción de tumba, que con fotografías, olores, sonidos, lleva a cualquier lector a esa
lucidez visceral. Ese espacio entre el texto y el hígado, los recuerdos y las posibilidades —o quién sabe—, donde uno piensa un montón de cosas —o no. Y donde —cabe aclarar, porque con eso empecé— lo que recapacita el desahuciado no ocupa páginas. Es, en realidad, una autoexploración anclada en el
mexican drama: la madre, antes prostituta, que muere lentamente de leucemia; el cocainómano hijo que con reclamos velados ama a su madre y la acompaña; y el resto del mundo, que bien podría ser la familia herida.
Un escenario ya visto con una narrativa que hurga y rompe la cabeza de quien se acerca. Que escupe cosas tan humanas, recurrentes y básicas, que no imagino cómo alguien no se vería retratado en él.
Cynthia Chávez