“Ideas que han transformado la manera en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás”: criterio ambicioso con el que se concibió la colección de Great Ideas y que cumple a cabalidad
El porvenir de una ilusión, texto que el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, publicara en 1927.
En Taurus se presenta la traducción de Luis López-Ballesteros. Esta obra marcó el punto inicial de una serie de trabajos donde Freud acometería problemas culturales de amplio espectro a lo largo de la última década de su producción, periodo clave en la elaboración del psicoanálisis.
Ante un interlocutor imaginario, Freud argumenta que la cultura debe ser protegida de los sujetos que la producen, pues toda civilización exige la renuncia pulsional; de no sofocarse las tendencias destructivas (incesto, homicidio, canibalismo) la pervivencia de la cultura misma sería inviable. Este matiz en la traducción de la palabra alemana
Trieb no es menor; para decirlo rápidamente: los animales tienen
instintos, mientras que los sujetos humanos tienen
pulsiones. Recordemos la luminosa definición de Roland Chemama en su diccionario: La pulsión es un “concepto fundamental del psicoanálisis destinado a dar cuenta, a través de la hipótesis de un montaje específico, de las formas de relación con el objeto y de la búsqueda de la satisfacción”. A fin de cuentas, la pulsión se sitúa en una posición fronteriza entre la vertiente somática y la psíquica.
El porvenir de una ilusión se trata, en realidad, de una contienda entre cultura y naturaleza donde la verdadera razón de la primera es protegernos ante los despiadados embates de la segunda. Para Freud, el elemento axial de lo que llama “el inventario psíquico de una cultura” es la religión, esa neurosis obsesiva universal conformada por ilusiones, ficciones indemostrables (por tanto, irrefutables), absurdas, delirantes. Ante dogmas tales, dice Freud, nos vemos impelidos a profesar la
filosofía del como si [Vaihinger,
dixit]; esto es: a sacrificar la verdad teórica en beneficio de la ficción práctica.
Alfonso Herrera, psicoanalista
“Infinitos hombres civilizados, que retrocederían temerosos ante el homicidio o el incesto, no se privan de satisfacer su codicia, sus impulsos agresivos y sus caprichos sexuales, ni de perjudicar a sus semejantes con la mentira, el fraude y la calumnia, cuando pueden hacerlo sin castigo, y así viene sucediendo, desde siempre en todas las civilizaciones…”
Fragmento de El porvenir de una ilusión