El renombre internacional de Saramago, inseparable de su Premio Nobel y su ciclo de novelas que funcionaban como fábulas atemporales, sin lugar fijo (
Ensayo sobre la ceguera, Las intermitencias de la muerte, Ensayo sobre la lucidez), ha quitado un poco del acento portugués que tiene su obra. Y más en específico, esa cadencia ibérica, ríspida, de la que fue su ciudad: Lisboa.
Por eso
El año de la muerte de Ricardo Reis ocupa un lugar especial en la bibliografía del escritor nacido en Azinhaga, porque se trata del libro con el que Saramago rinde cuentas a su mayor antecedente literario: Fernando Pessoa, el lisboeta universal.
Nunca está de más recordar el trasfondo insólito de Pessoa (cuyo apellido coincide con la palabra portuguesa para “persona”). Y mucho menos de la que fue en realidad su obra maestra –más allá de ese volumen inacabable que es
El libro del desasosiego– el producto de un artista total: la heteronimia o la creación de poetas ficticios con su propia voz y su propia biografía. Pues, además de ser el autor de más de 25 mil páginas que aún están siendo exploradas por editores y estudiosos de todo el mundo, Fernando Pessoa creó alrededor de 70 poetas heterónimos.
No se trata sólo de firmas o de personajes, sino de verdaderas voces poéticas, espíritus “interiores” con la potencia suficiente para crear una obra propia. Los más famosos de esos heterónimos eran Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Alberto Caeiro y quien ocupa el centro de este romance: Ricardo Reis.
La voluntad de creación llegó a tal grado que Pessoa también creó una biografía para cada uno de estos poetas. Ricardo Reis, además de ser considerado uno de los heterónimos más sabios y más despiertos al espectáculo del mundo, no tenía una fecha de fallecimiento, como sí la tuvieron Cairo o de Campos. Para Saramago esto fue una oportunidad irrepetible de continuar con el legado de ambos poetas.
La historia se ubica durante los años 30 o, como le gustaba decir a W.H. Auden, la década canalla, en un Portugal en vísperas de la dictadura de António de Oliveira Salazar. A sólo unos pasos de la frontera portuguesa, ya se estaba librando la Guerra Civil Española. Estos hechos son fundamentales para entender la atmósfera melancólica, como de preámbulo al fin del mundo, que inunda a Ricardo Reis, médico que vuelve de Brasil tras años de servir como médico.
Cuando regresa a Lisboa se encuentra con una ciudad enrarecida por la política y por las tormentas de la historia. Pero eso no es lo peor. El motivo de su viaje es un telegrama de Álvaro de Campos, quien lo informa sobre la muerte de Fernando Pessoa. Ricardo Reis, él mismo un poeta, sólo alcanza a discernir que el mundo y el país que conoció mientras Pessoa vivía se han terminado para siempre. Lo que le espera es un último encuentro con el pasado de Portugal y su literatura.
Y así transcurre esta novela, entre diálogos fantasmales, nubosidades peninsulares y, muy acorde a la atmósfera de principios del siglo XX (como se puede ver en
Amerika de Kafka, o en
Hotel Savoy), en un hotel como escenario principal, el Bragança.
El fantasma de Pessoa no sólo aparece literalmente, sino que rige el estilo y la ambientación de toda la novela. El libro es en sí mismo el diálogo de tres grandes escritores –Saramago, Pessoa y Reis–. Al final de la lectura no importa si Reis es una invención de Pessoa o al revés, o si el mismo Saramago es una extensión de la potencia imaginativa de Pessoa.
Reseña del libro: El año de la muerte de Ricardo Reis, José Saramago, Alfaguara, México, 2011.