No debería uno preguntar nada de lo que no quiere saber la respuesta. Sea por un rumor infundado o una sospecha fundamentada, las respuestas y las palabras pueden destruir la concepción entera que se tiene de una persona o incluso convertir en falso toda una época de la vida: un matrimonio, una carrera, el amor hacia un hijo.
Resulta que la vida se construye con aquello que tenemos por cierto, los datos “duros” de la realidad, llevándonos a tomar decisiones que conforman nuestro modo se ser y de vivir. Por eso es que uno debe tener cuidado al preguntar o esconder la información que podría derrumbar la imagen de alguien preciado para nosotros o descubrir que hemos vivido en una mentira.
Pero la mentira tiene dos partes: quien la forma y quien la recibe. Quien la recibe puede jamás sospechar nada y nunca tener la curiosidad de indagar más allá de lo que sabe, pues no tiene razón para dudar de algo que parece certero y sólido. Es ahí cuando el que miente tiene en sus manos la realidad del engañado: podría reconfigurar la vida con unas pequeñas y certeras palabras. Lo que se cuenta pesa y se debe llevar con tiento si uno no desea que haya consecuencias adversas. Lo malo comienza con una mentira que se descubre.
Y la mentira es un compromiso más grande que la verdad, pues ésta se pierde y diluye con el tiempo, mientras que aquélla se encrudece y agrava con el tiempo, de modo que, de descubrirse, es capaz de quebrar las ideologías más vehementes. Mentir conlleva un esfuerzo consciente y constante que no puede dejar de hacerse nunca, mientras que la “justa” verdad sólo requiere un par de palabras, aunque sus consecuencias pueden ser devastadoras.
Justo este es el tema de
Así empieza lo malo, la nueva novela de Javier Marías. El joven De Vere, mezclado entre sus pasiones y las pasiones del mundo adulto que lo rodea, descubrirá que a las historias ajenas siempre se llega tarde y que lo que se cuenta o se sabe puede tener consecuencias devastadoras (el tema recurrente de Marías: qué debería o no contarse) y lo hará cuando, trabajando para Eduardo Muriel, éste le pide indagar la vida del doctor Van Vechte, un viejo amigo de la familia. Pero no sólo tendrá que fingir una amistad, sino que en el proceso se dará cuenta de la pésima relación que su empleador tiene con su mujer, Beatriz Noguera, a quién rechaza tajantemente.
Situada en un ambiente posfranquista, De Vere nos cuenta esa época en la que se encontró lanzado a media vida para descubrir no sólo sus pasiones, sino las consecuencias mismas de elegir, de entrar a la vida de los demás a destiempo, cuando no se está preparado para ello y cuando todo lo que ha tenido que pasar ya sucedió; de esconder información y de aprender que la justicia jamás es impersonal ni desinteresada, que siempre quien la busca se encuentra de cierto modo afectado por aquél que persigue o quiere desenmascarar.
Así empieza lo malo se convierte entonces en una retrospectiva de la juventud pasada, en una disertación sobre aquello que es bueno o malo en lo que se sabe o se deja de saber y las consecuencias que deja el contar y desmentir. Que la mentira descubierta puede ser más injusta que aquella que se mantiene en secreto, oculta y enterrada y que la vida sigue su curso sin que nadie se entere nunca del fallo o la vileza de una persona para con otras.
Contar no siempre es lo mejor, a veces lo más sano es mantener la mentira, comprometerse con el engaño y llevarlo al término, es decir, a la muerte, cuando ya se hayan muerto las partes involucradas y no pueda hacerse daño a ninguno de ellos. A veces es lo más misericordioso.
Por: Andrés Borchácalas.
Hablamos de ☞ Así empieza lo malo/ Javier Marías, Alfaguara, 2014.