La periferia en la monstruosidad urbana: Páradais de Fernanda Melchor

Daniel Sotomayor Vela

24 February 2025

En la modernidad capitalista, el desarrollo urbano concreta y perpetúa la separación de los sectores sociales, en tanto los centros financieros y comerciales de las grandes ciudades albergan la opulencia del consumo hedonista. Esto con vías de comunicación de acceso limitado para quienes pueden costear el servicio. Por ello, no toda la población accede de la misma forma, no es lo mismo disfrutar del tiempo libre o acudir a laborar en estos espacios.

De esta forma, en los alrededores de las ciudades donde albergan los sectores que han sido objeto de desplazamiento urbano, las carencias afloran debido a los escasos o precarios servicios como agua potable, gasoductos, electricidad y centros de abastecimiento. Sin embargo, en esta periferia, donde la pobreza, la marginación social y la violencia pululan, existen los oasis inmobiliarios.

Aquí, las vías de acceso resultan ser trazados carreteros para vehículos particulares y, en muchos casos, arribar en transporte público resulta limitado. Si acaso habrá alguna ruta de camiones para quienes trabajan en estos espacios, donde, para sus habitantes, no son nadie, solo “la servidumbre”. Estos lugares derivan de la voracidad inmobiliaria, así como de sus agentes y promotores mientras que, en la actualidad, observamos cómo estos fenómenos articulan la desigualdad urbana.

Son pocos los agentes que continúan acumulando, acaparando y ocupando áreas donde la naturaleza no mantiene una relación simbiótica con los nuevos colonos, sino que resultan ser objeto para el perpetuo disfrute de la sociedad voraz del capitalismo tardío. Así, la apropiación de los espacios se concreta en estos oasis urbanos, como es el caso Páradais (México, Random House, 2021), localizado en Veracruz, aquel centro habitacional narrado por Fernanda Melchor en su novela homónima.

El Páradais de Fernanda Melchor resulta ser un lugar dual y contradictorio, donde la metáfora de la hidra y los muérdagos se hace presente en la periferia de la monstruosidad urbana. Es decir, si bien el fraccionamiento donde se desarrolla la trama es un sitio para gente opulenta, es la gente periférica quienes la mantienen funcionando. Aquellos como muérdagos que dependen del monstruo urbano que los oprime, mientras que Páradais resulta ser una hidra empresarial que devora todo a su paso para sobrevivir.

Aunque sus habitantes no lo pueden ver, de aquí se desprende la premisa de cómo el monstruo urbano de las inmobiliarias, que se apropian de los espacios habitables,  provocan la pobreza allende a Páradais.

La vida fuera de este oasis está impregnada por huachicol, narcotráfico que controla a los pueblos, donde secuestran a los jóvenes y los obligan a trabajar para ellos, donde la autoridad del Estado, aparentemente, no existe, donde la economía se sostiene con alfileres y el alcohol y las drogas son el escape de la podredumbre de la vida cotidiana.

Es así como Polo, representación de la periferia urbana, un chavo con estudios truncos, familia disfuncional, pérdida de amigos debido a la cooptación del narcotráfico y violencia en todo ámbito de la vida, es arrastrado por su madre a trabajar como jardinero y recolector de basura en Páradais. Esta basura se hace notar no solo en los desechos de la gente tras su consumo voraz y vida opulenta, sino que también recoge las fantasías pornográficas de Franco Andrade.

Este es otro chico consumido por las pulsiones sexuales desenfrenadas que tiene hacia Marián, su vecina, a quien desea poseer a toda costa y sin importar las consecuencias. Marián es presentada como la esposa modelo dedicada al cuidado de los hijos, que tiene acceso a todos los lujos habidos y por haber.

Polo y Franco tienen una convivencia que aviva su autodestrucción respectiva. El primero soporta los soliloquios del adicto al porno porque lo abastece de alcohol y este gusta de soltar sus fantasías más asquerosas hacia Marián.

Polo desprecia todo a su alrededor, desde el esposo de Marían, quien resulta ser su patrón y gerente de la inmobiliaria a cargo de Páradais, y hasta a su madre. Aquí, de nuevo, entra en escena el alcohol como escape de la realidad. Polo está convencido de que su prima es una degenerada sexual, que solo vive pensando en cómo coger con Polo, que lo provoca, hasta que, según Polo, cae en la depravación de su prima, como si ella lo obligara al incesto.

Aquí se observa que Fernanda Melchor crea en Polo a un macho que no se responsabiliza de sus pulsiones sexuales. Así, este culpa a su prima de sus depravaciones cuando asegura que se acuesta con cualquiera, siendo que él también sostiene sexo con ella hasta  la culminación del acto.

Entonces, cuando la chica resulta embarazada, ni por equivocación le pasa por la mente que aquel feto en gestación pueda ser resultado de sus actos, sin más asegura que puede ser del camionero, del taxista, del tendero, menos de él.

Por su parte, Franco nada más tiene cerebro para pensar en Marián y en maquinar, como sea, un encuentro sexual con ella.

Es así como Fernanda Melchor, a través de Paradais, crea en un pequeño espacio una narrativa que podría ser cualquier zona del Tercer Mundo, donde confluyen la opulencia y la precariedad, donde no pueden existir la una sin la otra. Ese lugar donde sus protagonistas van hacia su autodestrucción mental y física, arrastrados por una serie de circunstancias, aparentemente fuera de su control.

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