Aún es temprano para usar el adjetivo “clásico”, mas no lo es para decir esencial. A 19 años de haber sido publicado, El año del pensamiento mágico es un libro clave si deseamos entender el duelo. Que sus planteamientos puedan ser imperantes al futuro lector, es difícil predecirlo; y por ello limitamos el llamarlo clásico, pues clásico quiere decir inmortal y esa condición sólo la otorga el tiempo.
Pero esencial sí, porque en las páginas de este volumen íntimo y profundamente personal, bien zurcido por Joan Didion, encontramos la expresión lúcida de una problemática válida, y es dicha problemática la que servirá como eje del comentario de la crónica cuya autora destinó en un primer momento solo a la oralidad, pues en su primer capítulo expresa claramente la incapacidad de asimilar por escrito los detalles de la muerte de John Gregory Dunne, su esposo. Desde las primeras páginas de la obra expresó: “me di cuenta que durante aquellas primeras semanas le debí repetir los detalles de lo sucedido a todo el mundo que vino a casa”.
¿Por qué esa actitud de mutismo desde la página hacia el incidente? Entre las explicaciones que la periodista norteamericana ofreció en su momento, dos sobresalen. Primera, su recelo a encararse con el tema de la muerte. Segunda, en vida la también autora de Sur y oeste tuvo un nivel de exigencia tan alto que en sus primeros intentos de dejar registro impreso sobre el poder devastador de la muerte experimentó su falta de preparación para abordar el tema. Meses después Joan Didion, al poner sobre la mesa su impresionante fortaleza interior, permitió valorar sus anotaciones y reflexiones sobre el proceso de duelo después de la repentina muerte de su esposo y la enfermedad grave de su hija Quintana Roo y llegar a algunas conclusiones. “Este es mi intento de asimilar el periodo que vino a continuación: las semanas y después los meses que se llevaron por delante cualquier idea fija que yo pudiera tener sobre la muerte, de la enfermedad, de la probabilidad y de la suerte, tanto buena como mala, del matrimonio, de los hijos y los recuerdos; del dolor y las formas en que la gente afronta y no afronta el hecho de que una vida se termina”, escribe.
Volvamos a la primera razón, el recelo. De él sacamos la imagen de Didion tratando de trascender el sinsentido en el que nos sume el dolor cuando experimentamos la muerte de alguien cercano. En diciembre de 2003, tras visitar a su hija Quintana Dunne que se encontraba en coma en un hospital neoyorquino, el escritor John Gregory Dunne caía fulminado por un ataque al corazón delante de su esposa. La autora de Su último deseo tardó diez días en comenzar a redactar El año del pensamiento mágico. Ochenta y ocho días después puso punto final a un texto extremadamente íntimo que reflexiona sobre el impacto devastador de la pérdida y cómo enfrentó el dolor y la soledad que acompañan al duelo. Unos meses después de terminado el libro, murió Quintana, su hija de 39 años, pero en la crónica reseñada Dion no alude a esta segunda pérdida.
Tras probar suerte con el ensayo, en su juventud Joan comenzó a trabajar en la revista Vogue. Desde muy joven tuvo pasión por la literatura y una carrera enfocada al periodismo le permitiría mucho tiempo libre para dedicarlo a escribir, que fue, en ella, una compulsión ingobernable. En su intento de asimilar el periodo que siguió a su pérdida, admitió que le hubiera gustado tener, en vez de palabras, un sistema de creación de imágenes que le permitiera al lector mirar la secuencia de fotogramas de su memoria, en este caso “las palabras no me bastan para encontrar los significados”, escribió. Al final, la escritura le permitió comprender lo cerca que había estado, literalmente, de la locura.
A este cúmulo de presiones se suma la incapacidad por encontrar una estructura adecuada para su trabajo. Aún cuando tenía la idea no comenzó la escritura del libro hasta que comprendió que tenía que reproducir con una alta dosis de fidelidad la manera en que vivió la muerte de John. El año del pensamiento mágico revive de manera incesante los momentos más dolorosos, pero cada vez que la autora regresaba a los hechos su visión de los mismos cambiaba ligeramente y eso se percibe en el repaso del volumen. La estructura de El año del pensamiento mágico es obsesiva, Didion vuelve una y otra vez sobre lo mismo, con pequeñas variaciones.
He aquí la situación real de la que surgió el libro más notable de la periodista estadounidense y también autora de De donde soy, Según venga el juego y Lo que quiero decir. De manera general, en todas ellas como denominador común encontramos al individuo frente al sistema, una lucha de antemano perdida para el héroe, pero que este no elude. De manera particular, en El año del pensamiento mágico sobresale la soledad extrema de la narradora, en contraste con una masa gris de gente —“le debí repetir los detalles a todo el mundo que vino a casa, a todos los amigos y parientes que trajeron comida, prepararon bebidas y pusieron platos en la mesa del comedor para toda la gente que se presentaba”— eso vuelve única la obra de Didion que, sin embargo, encuentra registro en una escasa corriente literaria emparentada con: Memorias de una viuda, de Joyce Carol Oates; y La sangre del cordero, de Peter De Vries; en las que se escribe alrededor de la actitud de las personas ante la muerte.
Para conectar la obra con esta corriente, esbocemos un argumento. Una mañana gris de febrero Joyce Carol Oates llevó a su marido, Raymond Smith, al hospital abrumado por una neumonía; unas semanas después, algunas complicaciones terminaron con la vida de Smith. Cuando Oates perdió a su marido después de 47 años juntos, no pudo soportar hablar de ello. Sus inquebrantables memorias de la viudez compensan con creces el silencio. Por otra parte, La sangre del cordero es una novela autobiográfica de Peter De Vries que narra la vida de Don Wanderhop, desde su infancia en Chicago en los años 50 hasta la pérdida de su hija, tragedia extraída directamente de la propia vida de De Vries.
La trama es muy sencilla, pero de esta sencillez surgen las dificultades, pues a más flexible el molde, más arduo conseguir una imagen cierta. ¿Qué pasará ahora? Es la pregunta de Didion. Y su brillante logro consiste en llevar al lector a través del páramo, la no historia que sigue de una manera tan apasionante como cualquier novela. La longitud apenas se registra, excepto como medida de su amor y dolor. Este es uno de los libros más convincentes que he leído en mucho tiempo. Uno está con ella, en cada centímetro del camino, como si su historia fuera la propia. Para la mayoría de las personas en crisis, el shock borra los detalles, pero la memoria de Joan es excepcional. El dolor lo pone a toda marcha. Este libro sobre la pérdida resulta ser un triunfo de la retención. Se recuerda cada detalle de su última cena con John “Le serví un whisky y se lo llevé a la sala de estar, al sillón junto a la chimenea donde solía sentarse y ahora estaba leyendo. El libro que John estaba leyendo era de David Fromkin…”. Uno ve el hospital de noche con sus salas de espera y su mostrador de información y el ascensor que lleva a Didion hasta su departamento, donde encontrará la sangre en el suelo de la sala de estar. Donde cayó su marido. Llevaban cuarenta años casados.
Veamos el título, “pensamiento mágico”. El pensamiento mágico es un tipo de razonamiento que se basa en creencias que no siguen un patrón racional y que utilizan fuerzas sobrenaturales para explicar fenómenos naturales. El pensamiento mágico es característico de los niños. Cuando una pareja se divorcia es frecuente que los hijos se sientan culpables; tienden a creer que la causa de la separación es su mal comportamiento. Cuando Joan perdió a su marido se aferró al pensamiento mágico con una intensidad que causa asombro. Joan se negó a tirar los zapatos de John porque estaba convencida de que, si los conservaba, él volvería por ellos. Es posible describir el libro como una peregrinación, la búsqueda de identidad.
Poco a poco, y según transcurre la acción, vemos que la narradora trata de oponerse a un sistema, el salón ha perdido la vida. Vive en la casa como si la estuviera editando, eliminando el estudio de su marido; su casi ocupación es demasiado para soportar. Pero casi todo, en el año posterior a la muerte de John, es demasiado difícil de soportar. “Si la muerte es repentina podemos suponer que nos quedaremos en shock… No esperamos convertirnos en mujeres muy fuertes”, cuenta, y la afirmación representa una genialidad. Joan Didion representa a la vez esta genialidad como algo que se enfrenta a un mundo sin voluntad. En más de una ocasión el libro lo afirma. Entonces la narradora pertenece a un tipo de persona que lucha contra un tipo de situación adversa, y no es vencida, pero tiene que atravesar un largo recorrido. Es una respuesta al crudo "¿cómo estás?