09 August 2024

No sé en qué momento de mi vida empecé a enlistar todo lo que consumía. Me imagino que debió ser cerca de 2009, cuando existía en la red una revista que se llamaba Hermano Cerdo que cada año pedía a sus colaboradores una lista con los mejores libros que hubieran leído en ese año. Poco después descubrí la lista de Sergio González Rodríguez, que publicaba cada diciembre en su columna en Reforma. Fue entonces que comencé a experimentar con las mías. Imagino que es algo que todxs hacemos: cuando nos piden hablar sobre nuestrxs libros favoritos tenemos una respuesta quizá no definitiva pero sí certera. Para mí, enlistar y calificar se volvió un ejercicio casi automático de todo lo que hacía,1 pero tuvo un auge a partir de 2020. Jugué Disco Elysium y me rompió la cabeza pensar que quizá el que creía que era mi videojuego favorito ya no lo era. 

Desde entonces llevo un registro de todo lo que consumo, lo califico y, al final del año, realizo un top 4 de mis películas, discos, series de tv y videojuegos favoritos del año. También realicé un top 20, en las mismas categorías, de lo que más me gusta en la vida, una lista que pretendo actualizar a top 30 en cuanto cumpla cuarenta años.2 Para estas listas tengo presentes las palabras de Virginia Woolf en su introducción a El lector común: “el lector común […] difiere del crítico y del académico. Está peor educado, y la naturaleza no lo ha dotado tan generosamente. Lee por placer más que para impartir conocimiento o corregir las opiniones ajenas. Le guía sobre todo un instinto de crear por sí mismo, a partir de lo que llega a sus manos”. Pienso que esta es la razón por la cual no me he dado a la tarea de enlistar mis libros favoritos: después de trabajar diez años en el medio editorial y de mi carrera universitaria, tengo la impresión de que mis opiniones sobre libros tienen un peso definitivamente no más valioso pero sí más especializado que me roba la inocencia del decir “esto es mi videojuego favorito”.

Especializado o no, al hablar de listas (o incluso antologías o revistas), es importante recordar que nunca son universales. Existe una responsabilidad editorial y autoral al enlistar que ayudará a entender el criterio de selección. Para mí es fácil: las mejores cuatro películas que vi en el año, mis videojuegos favoritos de toda la vida, las canciones que me recuerdan a este punto específico de mi vida. Pero se complica más cuando se pretende hacer una lista especializada y no personal, como la recientemente publicada por el New York Times.

Para seleccionar los mejores 100 libros del siglo XXI, el New York Times Book Review consultó a más de 500 escritores (críticos, poetas, ensayistas, novelistas) que votaron por los que consideraban los libros más influyentes de los primeros 25 años del siglo. De inmediato un post en X de Thomaz Amancio llamó mi atención: “lo que entiendo de la lista del NYT es que los libros de poesía no son libros; los ensayos son novelas, los libros realistas son autoficción y obras del siglo XXI a veces fueron publicadas en el siglo XX”. El post hace una justa crítica a la lista del New York Times por enfocarse sobre todo en ficción y no ficción; la poesía, en cambio, está peligrosamente ausente. Pero lo que más llamó mi atención es la parte de la parte del siglo XX y esto se debe a que la lista en realidad debió llamarse “Los 100 mejores libros publicados en Estados Unidos del siglo XXI”, pues dentro de las pocas traducciones que están presentes, algunos de los libros fueron originalmente publicados en las décadas finales del siglo XX. El mismo New York Times publicó días después un artículo en el que recopiló comentarios “Readers Have Thoughts About the ‘Best Books of the 21st Century’”, reconociendo de manera chusca lo polémico de señalar cuáles son los mejores libros.

Cuando vi la lista del New York Times lo hice con resignación de saber que ni todo mi tiempo libre de un año me alcanzaría para leer libros que me interesaran. No creo haber leído ni un 25% de la lista pero reconocí a la mayoría de los autores y me dio gusto encontrar traducciones de títulos que, por ser mexicano o por trabajar en una editorial, conozco de una u otra manera. Me sorprendí de no haberme sentido mal al terminar la lista y, al contrario, reflexioné sobre algunos libros que pensé que estarían. E incluso sabiendo que quizá esta lista puede verse completamente diferente en 25 años, añadí tres libros que no conocía a mi wishlist de Amazon. 

A pesar de que esta lista del New York Times me parece muy cuestionable, creo que el ejercicio de aproximarse a cómo podría verse un canon de lo mejor del siglo XXI es necesario, sobre todo con un cuarto de siglo ya concluido. Y es que enlistar, de manera profesional o (como Virginia Woolf prefiere) personal, es una forma de resguardar lo que creemos valioso, lo que creemos que puede pasar a la historia. Y para quienes no lo hacen, las listas y las antologías representan cuando menos una guía para no perderse en este mar de saturación en el que vivimos.

Los mejores 100 libros del siglo XXI del NYT entraría en mi top de listas que no me gustaron.

 

1) Quiero aprovechar esta nota al pie para agradecer a todxs mis amigxs a quienes desde hace meses les he mandado calificaciones no solicitadas de todas las películas que veo. Por favor no me dejen de hablar. 

2) Si a alguien le interesa, pueden mandarme un mensaje por X (@joaguimar) y con gusto la compartiré.

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