“La verdad es que nuestro poder, como lectores, es universal,
y es universalmente temido, porque se sabe que la lectura puede,
en el mejor de los casos,
convertir a dóciles ciudadanos en seres racionales…”
Alberto Manguel, Una historia de la lectura
Llegó el momento que siempre nos entusiasma y que se llena de planes que —¡ya era hora!— podremos llevar a cabo gracias a que tendremos tiempo. Al fin ese altero de libros que está en el buró tiene la posibilidad de disminuir. Guardaremos varios en la maleta porque dependerá de nuestro estado de ánimo y nuestro destino el resultado de lo que nos apetezca leer: para el frío y estar bajo una manta; para el calor y estar en el camastro viendo hacia el infinito; o si se nos antoja algo más divertido o más reflexivo… Es el mes en el que se nos abren esas múltiples opciones y en el que hasta nos ponemos nerviosos por tener que decidir por algunos. Es un momento importante: ¿Qué leo? ¿Cuál me llevo? Así que traigo unas propuestas disímiles para varios gustos.
Mi primera sugerencia, sobre todo si eres de los lectores que no pueden parar y siempre tienen sed de más, es la tetralogía de Elena Ferrante, Las dos amigas. Si los tiempos van bien, podrías terminarla en dos semanas —o menos—. Desde
La amiga estupenda hasta
La niña perdida, Ferrante nos ofrece un universo imperdible de esa Nápoles de la posguerra con dos personajes que seremos incapaces de soltar. Lila y Lenù son dos amigas que transitan su vida en un pequeño pueblo y vamos creciendo con ellas. Recorremos a su lado no sólo sus pasiones, sus odios, sus fracasos o sus amores, sino también la vida de quienes las rodean: sus familias, los amigos, ese mundo que se está reconstruyendo después de la devastación.
La lectura de esas cuatro novelas (falta mencionar
Las deudas del cuerpo y
La niña mala) es como un viaje en mar. Es estar a bordo de un barco cuyo oleaje es continuo: subes y bajas con la marea. Avistas el horizonte, tal vez tocas tierra y sigues sintiendo ese oleaje al caminar. Ésa es Elena Ferrante y su capacidad de conquistarnos por medio de dos mujeres que aún, una vez terminado el viaje, nos siguen acompañando. Todos los días.
Mi segunda propuesta tiene un brillo en los ojos. Se trata de
Un regalo que no esperabas de Daniel Glattauer. Es una novela que ensancha, que conmueve, que devuelve la esperanza de la bondad humana. Se trata de Geri, un desfachatado periodista cuya vida pasa sin pena ni gloria: no busca la fama, no le importa el dinero ni el reconocimiento. Sólo el alcohol y que los días sucedan parecen darle sentido a su monotonía. Hasta que un día le encargan a Manuel, su desconocido hijo de 14 años y a quien debe cuidar todas las tardes. Dentro de su nihilismo, Geri escribe para el espacio de sociales y a veces se toma la libertad de hacer algunas notas acerca de las desgracias humanas. Ahí es cuando empieza a suceder: los casos que él menciona se transforman en milagros que salvan vidas gracias a un benefactor anónimo. Es así que en Geri comienza un nuevo motor de vida: su hijo y… estos milagros.
Un regalo que no esperabas es la risa por el encanto que este personaje tiene, pero también es la idea de que el amor es el camino que hay que seguir.
Finalmente, te ofrezco otra gran novela:
Verano de Coetzee. Con ésta cierra su trilogía autobiográfica de
Infancia y
Juventud. Coetzee se lee a sorbos, como el café. Poco a poco y degustándolo. Hay tanto que descubrir en él que no tenemos prisa por hacerlo. Si en sus dos novelas anteriores lo seguíamos con una pregunta al lado de nosotros, en este último el juego autobiográfico llega a su máximo esplendor. No importa saber distinguir entre ficción y realidad, más bien sólo dejarse llevar por las respuestas de esos personajes: su familia, sus amores, la descripción del propio autor rompe el lindero entre la “verdad” y la “mentira”. Escribir sobre uno mismo ya es ficcionar. Así que no importa lo que uno pueda cuestionarse en la lectura porque deja de importar si lo que estamos leyendo sucedió. Lo que toma relevancia es la construcción, el paisaje, el lenguaje y la ruptura intrínseca con esa palabra que es “autobiografía”.
No importa si no se leyeron los libros anteriores. A Coetzee siempre hay que volver. En orden, en desorden. Importa el universo que construye, ya sea bárbaro, sórdido, duro, o reflexivo, apasionante y que nos obliga siempre a dudar de nosotros mismos.
Así que éstas son mis recomendaciones para que en estos días que tenemos la palabra sagrada en nuestras manos —tiempo— lo aprovechemos.
Buenas vacaciones.