Reseña de Justicia mayor de Agustín Ramos
El polígrafo Agustín Ramos explora el periodo virreinal en Justicia mayor, una laberíntica novela donde los personajes buscan fortuna en uno de los puntos más importantes del reino español. Utilizando formas de contar novedosas, el narrador, José Mariano de Oro Reyes, lleva al lector a través de documentos testimoniales, anécdotas referidas o experiencias propias por un mundo complejo tanto como piramidal. Por medio de documentos que ha dejado su padre, De Oro Reyes teje una urdimbre intrincada para revivir la historia de don Pedro José de Leoz, quien llegara a ocupar un puesto de importancia crucial en la época. A manera de una biografía del antihéroe, Justicia mayor rescata la vida de De Leoz engarzándose en un sin fin de historias colaterales.
En este mundo aún no superado, la pureza de sangre o el abolengo determinan la suerte de los personajes que buscan ganarse un caudal donde asentar sus reales. Por dar un ejemplo, vale la pena mencionar la peculiaridad de uno de estos, Juan Vázquez de Terreros:
Terreros, por sabido se callaba, había comprado galardón de orden caballeresca y aparentado emparentó con la nobleza criolla, los condes de Miravalle. Por si esto fuera bastante llegó a ser el hombre más rico de este reino pues su socio, el sevillano ilustre e ilustrado José Alejandro Bustamante y Bustillos, falleció en vísperas de que la veta más rica del reino se doblegara ante el épico esfuerzo del desagüe.
De tal suerte, la historia empieza a partir de un puesto prometido al protector de De Leoz, don Simón de Anda, quien puede llegar a ser Virrey de la Nueva España. Por medio de una serie de accidentes, los hermanos Pedro José y Pedro a secas se introducen en este mundo que para ellos, por plebeyos, resultará cuesta arriba, pero que finalmente entregaría sus mieles a los hermanos. Debido a su falta de escrúpulo, De Leoz se vuelve una pieza clave para investigar y reprimir a quien desobedezca o parezca desobedecer el orden superior que impera en la Nueva España:
Ejercitaba la artesanía de arrancar confesiones. Y tomó como costumbre ser al mismo tiempo fiscal y juez, aunque en el amor –según llegó a saber no sólo don Vicentico sino don José Gómez– se valía de su tosca enormidad para que sus amantes se sintieran brizna, espuma, burbuja, puro espíritu que él sabía conducir más allá de la carne, un espíritu del que regresaban pegajosas, indolentes, a la carne pesada del recuerdo de esa gloria imposible.
Con una erudición ostentosa, Agustín Ramos se sumerge en el siglo XVIII para entregar una novela donde el lenguaje, los modismos, los elementos que se nutren de esta ideología tan acendrada y tan constreñida, como fue la monarquía, nos permitan percibir los olores, incluso las pestilencias, el barro que se pisaba al andar en aquel tiempo. A la manera de algunos pasajes de obras como Noticias del Imperio de Fernando del Paso, Rasero o el sueño de la razón de Francisco Rebolledo, o incluso Historia secreta de Costaguana del colombiano Juan Gabriel Vázquez, La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa, Justicia mayor es una novela que se aproxima a la historia para explorar todos los intersticios de una época poco visitada.
A partir de un hecho político, un alzamiento rebelde, que será reprimido por De Leoz, la épica de la historia crea una cartografía de un mundo que constituye la base ideológica de nuestro presente. De algún modo, el retablo que ha logrado Agustín Ramos hace la precuela de periodos que nos son más cercanos, como el Imperio o la Independencia, de este México que pareciera ser retratado fielmente por aquel título de Jorge Ibargüengoitia: Estas ruinas que ves. Tal vez por esta misma razón, Justicia mayor aluza sobre un periodo fundamental de la historia íntima de nuestro país y su desenvolvimiento.