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El arte de escribir y dibujar en libretas: el camino de la narrativa de Jorge F. Hernández
Carlos Priego Vargas comment Un comentario

«Yo parto una lanza en favor de quienes leemos por insomnio, para viajar sin maletas a cualquier paisaje y sin reloj a cualquier hora y época»: él es el escritor mexicano Jorge F. Hernández, autor de La emperatriz de Lavapiés y Réquiem para un Ángel

«Lo que pasa es que yo soy puro cuento. Esa es la conclusión a la que llega la psiquiatría», revela el escritor mexicano Jorge F. Hernández, autor de crónicas, cuentos, dibujos, novelas y columnas para los diarios El País y Milenio Diario. A estas alturas, todo aquel que se pregunte cuál es el camino que sigue la narrativa del autor de Un bosque flotante deberá remitirse a las libretas que lo acompañan desde niño y que le han ayudado a entender el mundo que lo rodea.

Durante su infancia, Jorge recibió una libreta como obsequio para entender lo que sucedía en su casa. Ante la pérdida de la memoria de su madre el escritor cuenta que una de las estrategias que siguió su familia para ayudarla fue poner etiquetas con los nombres de las cosas en las cosas. El paso a su vida adulta no cambió el hábito que inició en su infancia, hacer dibujos de personajes a los que después pone un nombre y luego convierte en un cuento o una novela. Así nacieron los “cuentínimos”, un género que cultiva con temas al azar y se caracterizan por tener una dosis de buen humor. De tal manera que cuando al mexicano se le pregunta por el camino que sigue su proceso creativo no vacila en contestar: “yo soy muy de escribir en papel y hacer mis dibujos a línea”.

Sus libros tratan de ficciones que invocan ciudades, nostalgia, humor, la guerra y temas e ideas muy básicas de las que toma nota, la presente es una selección para entender cómo ve la vida Jorge F. Hernández.  

En la historia de las letras, no son pocos los escritores que se han entretenido e inspirado haciendo dibujos. Franz Kafka, Gilbert Keith Chesterton —hay que revisar la versión de El hombre que fue jueves ilustrada por el mismo autor— y hasta el mexicano Jorge Ibargüengoitia han alimentado sus redacciones a través de la ilustración. Con guiños a Abel Quezada, en El dibujo de la escritura (Alfaguara, 2016) Hernández reúne una serie de viñetas con ingeniosas frases que se convirtieron en crónicas y luego en novelas como es el caso de La emperatriz de Lavapiés (Alfaguara, 1999). En algunas regiones de México, “para hablar de chisme o de chiste las personas hacen referencia a la palabra cuento”, señala el autor y agrega “el cuento literario tiene que ver mucho con el chiste. Si no tiene chiste el cuento no lo lee nadie”.

Su primera novela, La emperatriz de Lavapiés, formó parte de la terna finalista de la primera edición del Premio Alfaguara de Novela en 1998, cuenta la historia de Pedro Torres Hinojosa quien con diez años huye de la Guerra Civil Española y llega primero al Puerto de Veracruz y luego a la Ciudad de México. Amores, fantasmas y desvaríos acompañarán al protagonista de esta narración condenado a las orfandades del exilio y enamorado de todos los colores, sabores, y olores de una tierra que le dio nueva vida a su biografía.

A los veinte años conoce a Carmen, una mexicana que vive soñando con conocer Madrid. Después de una década de romance, Pedro pierde la pista de su enamorada y cuarenta años más tarde, a la edad de 70 años, decide volver a Madrid convencido de que este viaje no tendrá regreso y que ahí se reencontrará con la infancia que le fue arrancada y con Carmen. 

Jorge F. Hernández no se cansa de agradecer a la editora Marcela González Durán la insistencia por publicar Un montón de piedras (Alfaguara, 2013), sin duda el libro más fascinante que he leído del mexicano, y su primera antología de cuentos publicada. «Literatura latinoamericana», «Irse de pinta» o «El fuego clásico» son algunos de los títulos que forman parte de esta colección y que antes también formaron parte de sus libretas de dibujos —algunos de ellos incluidos en la portada—. Para Jorge las palabras son como un montón de “piedras y piedritas”, con ellas los niños pueden construir casas o tirarlas lejos, una lectora de edad avanzada puede acomodar una sobre otra en una tumba, pero para Jorge —como creador— representan la oportunidad de utilizarlas para construir, pedazo a pedazo, un sólido muro que merece ser contado y que rinde homenaje a los muros construidos por otros grandes cuentistas como Mark Twain, Raymon Carver, Carlos Fuentes o Álvaro Mutis.

Réquiem para un Ángel (Alfaguara, 2007) es un homenaje a la Ciudad de México y también la segunda novela publicada por Jorge. Se desarrolla en la capital del país y presta los nombres de sus colonias —Pensil, Condesa, Nápoles— a los personajes que en ella aparecen. El protagonista es Ángel Andrade, un hombre con esquizofrenia que se cree el Ángel de la Independencia y considera que puede salvar a la sociedad de todas las impurezas que la agobian. Con el humor característico del autor, elementos propios de grandes cuentistas, citas de Carlos Fuentes, Octavio Paz, Salvador Novo y José Emilio Pacheco, Jorge F. Hernández intentó hacer un homenaje y un libro de historias sobre la ciudad con anécdotas de su experiencia como habitante de la misma y de su necesidad de encontrar diversas formas de trabajar la inspiración y transformarla en un texto entrañable.

La necesidad del lenguaje como una manera de recuperación es el tema central de Un bosque flotante (Alfaguara, 2021), en principio, un intento de autobiografía, el libro con menos pasajes de ficción publicado por el autor mexicano. Aborda los años en los que Jorge vivió en Washington, posterior a la trombosis que atacó a su madre y la dejó con una crisis crónica de recuerdos que lentamente Jorge y su familia fueron rescatando para ayudar a la recuperación de la salud de la madre. En este, el bosque representa el sueño americano además de la utopía de las novelas de aventuras de Mark Twain, pero también indica que el sueño americano se puede convertir en una pesadilla.

Todas a simple vista son obras distintas, pero complementarias. ¿De dónde proviene la creatividad de la que nacen tantos dibujos y relatos? ¿De dónde proviene la voz de los personajes que los narran? Nacen de las libretas que acompañan al escritor desde niño, conviven y coexisten en el papel y se nutren de la memoria y los recuerdos del autor mexicano, un universo fantástico que trae ante nuestros ojos objetos, seres, situaciones e historias que nacen del “chisme” o el chiste para honrar la memoria de algo o de alguien. 

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