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Del humor
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

El humor es una de nuestras señas más particulares, uno de los rasgos de nuestra condición impar en el mundo. A éste podemos sumar el lenguaje, la conciencia y la capacidad de sentir y padecer el paso del tiempo. No hay más, nuestra singularidad biológica no se funda en otra cosa —acaso, también, en el carácter oponible de nuestros pulgares—. Otros hábitos y ademanes, como la razón, la esperanza, la poesía, la crueldad y el hastío, no son más que combinaciones o derivados de aquellos estigmas primarios. Tal es hombre: un animal que se reconoce en el espejo de sus conexiones nerviosas, que se inventa y se cuenta su propia historia, que sabe que va morir y que ríe entre dientes pues encuentra algo de gracia en todo eso.

El humor no es uno; su diversidad de tonos, registros e intenciones hace imposible toda tentativa de definición y taxonomía. Son numerables, sin embargo, sus fibras más básicas y constantes: sus pies ligeros y su dentadura crítica, sus propiedades distensoras, su complicidad con la alegría y el ingenio, su voluntad de sorpresa, su insistencia en cifrar el mensaje, su capacidad para evadir o volver tolerable la desgracia, su función desacralizadora. Aunque el balance de estos elementos sea diferente en cada caso, otro denominador resulta común a toda manifestación humorística: su dualidad, su espíritu bifronte. Irrevocablemente humano, no podía ser de otra forma: el humor lleva la ambigüedad en la sangre. El gesto humorístico destruye tanto como construye, libera y alivia tanto como corroe y erosiona. Si resulta absurdo es sólo porque concentra una enormidad de sentido, si parece leve e irresponsable, es sólo porque sabe que ese lugar existe, pero que no llegaremos nunca. Porque el humor opera con una lógica precia e implacable, pero las conclusiones de sus silogismos siempre son intraducibles a términos racionales. Todo lo desestabiliza. Todo lo nivela.

Un aforismo de Georg Christoph Lichtenberg informa: “Primer paso de la inteligencia: criticarlo todo. El segundo: soportarlo todo.” Es el humor el grupo de músculos que abre ese compás y permite el movimiento.

Romeo Tello A.

abril de 2015

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