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Del cuadratín al megabyte. La aventura de los libros digitales y el papel del editor
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

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La profesionalización de la edición en México pasa por la publicación de libros especializados. Ha habido intentos aislados (La edición sin editores: las grandes corporaciones y la cultura de André Schiffrin, ERA, México, 2001) y esfuerzos más sistemáticos como la Biblioteca del Editor publicada por la UNAM durante las últimas décadas, y dirigida a proporcionar herramientas, bajo la forma de manuales, a los diversos responsables del proceso editorial.

Pero no es sino hasta 2004 cuando el Fondo de Cultura Económica inicia una espléndida colección, dirigida por Tomás Granados Salinas, bajo el título de Libros sobre Libros, que abarca los grandes temas relacionados con la actividad editorial. El catálogo que se ha ido conformando es muy impresionante e incluye títulos tan disímiles como El arte de vender libros de Herbert Pauleberg yDerecho de autor para autores de José Luis Caballero; o bien Gestión de proyectos editoriales de Gill Davies y Marketing editorial: la guía de David Cole. Y no sólo se ha ocupado de los aspectos técnicos en torno al libro y su comercialización con muchos otros títulos, sino también de temáticas históricas y culturales, como en el caso de La imprenta como agente del cambioComunicación y transformaciones culturales en la Europa moderna temprana de Elizabeth L. Eisenstein; El negocio de la Ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie, 1780-1800 de Robert Darnton;  o el estudio ya clásico de Lucien Fevre y Henri-Jean Martin: La aparición del libro.

Recientemente la colección publica dos nuevos títulos que intentan responder a los desafíos que plantea la era digital. El primero de ellos, El negocio de la edición digital de Frania Hall, es un manual para la edición de publicaciones electrónicas, dirigido básicamente a estudiantes de la carrera que, a diferencia de lo que sucede en México, sí existe en Inglaterra (de donde proviene la autora) así como en otros países. De entrada llama la atención la advertencia de Tomás Granados para la edición mexicana: “Este libro está condenado a desaparecer pronto”; como él mismo aclara, se refiere a que los lectores hispanoparlantes en poco tiempo superarán la actual etapa y los libros electrónicos serán parte del paisaje y, por tanto, habrán trascendido el nivel de un manual introductorio como éste. Pero también se refiere a que, como está sucediendo constantemente en el mundo digital, el modelo de negocio que la profesora Hall expone a sus alumnos habrá cambiado en forma determinante.

Y esto es justamente lo que plantea, entre muchísimas cuestiones más, el brillante y ambicioso libro de Michael Bhaskar: en este momento la industria editorial ha logrado que el funcionamiento del libro electrónico reproduzca el de los impresos. Cita así a dos visionarios, McGuire y O’Leary, autores de Book: A Futurist’s Manifesto (2012), quienes sostienen: “Ahora, en efecto, estamos repitiendo este modelo [de papel] para lo digital: los editores envían archivos a los distribuidores y minoristas, quienes venden dichos archivos a los lectores, quienes a su vez los descargan en diversos dispositivos para leerlos cuando y donde lo deseen”. Y hasta aquí la edición, aunque digital, sigue funcionando de la misma manera. Pero necesariamente habrá de cambiar. Éste, justamente, es el tema de La máquina del contenido y para abordarlo en su cabal dimensión Bhaskar propone toda una teoría de la edición, algo que por cierto jamás se había intentado, quizás porque la edición nunca ha sido algo sencillo. Es una profesión, o si se quiere una actividad, bastante complicada. Y muchas veces su complejidad ha sido asimilada por los autores, siempre vinculados para bien o para mal con los editores, en términos despectivos y hasta insultantes. Para el creador del periodismo gonzo, Hunter S. Thompson, por ejemplo, los editores son gente “notoriamente perezosa para hacer números, a menos que los acompañen con signos de dólar”; o está el caso del famoso autor de libros infantiles, Maurice Sendak, quien ha ido mucho más lejos con esta declaración: “Editar es una profesión escandalosamente estúpida. O se ha convertido en eso […] nadie sabe qué hacen los editores. Me pregunto si siempre ha sido así”. Y el filósofo A. J. Ayer no se queda atrás: “De haber sido poco listo, me habría dedicado a un trabajo simple como la edición. Es el trabajo más fácil en que puedo pensar”.

Por cierto, en México no escapamos del estupor, o casi siempre del menosprecio, que produce esta actividad. El famoso editor Joaquín Díez-Canedo no se cansó de contradecir a los artistas e intelectuales mexicanos que le repetían una y otra vez que “un editor no es  más que un escritor frustrado o fracasado”. Y también seguimos contemplando la triste situación de que en México la profesión de editor no vale por sí misma, y así proliferan los “editores” que se dedican al oficio para sobrevivir hasta que puedan dedicarse de lleno a lo que realmente les importa: su obra personal, o sea a escribir grandes libros que les alcancen la gloria, les permitan comer y, por supuesto, dejar de editar.

Pero más allá del folklore, el hecho es que la edición resulta algo difícil de definir y, por tanto, de entender. Para averiguarlo conviene plantearse: ¿cuál es la diferencia entre una obra publicada y una inédita? Con este propósito Bhaskar hace una esclarecedora indagación semántica en torno a publish y publishing (publicar y edición), para luego emprender un largo recorrido acerca de cómo se ha concebido la edición a lo largo de la historia. Y todo ello culmina con la descripción, punto por punto, de todo aquello que no es la edición.

Pero aunque tengamos más o menos claro en qué consiste la profesión de editor, ahora con la revolución digital las cosas se han vuelto a poner de cabeza. Frente a la edición lo digital, antes que nada, se ha manifestado en términos de libros electrónicos, algo que empezó a gestarse desde la década de 1980. Y para entender esto hay que considerar que la impresión en papel es la etapa más tardía del proceso editorial. Desde hace mucho tiempo todas las etapas y las labores de edición anteriores a la impresión ya se efectuaban en formatos digitales (autoedición: desktop publishing).

Regresando a lo que se señalaba con relación a que actualmente el funcionamiento del libro electrónico no hace más que reproducir los procesos de edición y distribución que siempre se han realizado para el libro impreso, hay que subrayar aquello que lúcidamente nos va descubriendo Bhaskar con relación a la red, a la hipervinculación y a otra serie de fenómenos digitales que irremediablemente terminaran por modificar la situación actual. Y es aquí precisamente donde debe producirse una mutación del oficio de editar, pues las modificaciones en puerta conducirán a la eliminación de la intermediación (una de las funciones esenciales de la edición) y a la desestabilización del derecho de autor.

Sin duda, el mundo de la edición vive una crisis, pero Michael Bhaskar sostiene que la edición ya enfrentaba un desafío existencial desde antes de que apareciera lo digital. Ahora, simple y sencillamente, este desafío se ha agudizado. Y poco a poco, confrontando este desafío, vamos entendiendo que en el centro de la actividad editorial está otro concepto fundamental: el contenido. Además, la edición en sí, no el contenido por sí solo, crea el acto de la comunicación. Así que hay que entender siempre el contenido en función de la edición. Y entonces surgen otros conceptos esenciales: el marco y el modelo. Así, tenemos aquí un contexto para las operaciones editoriales: construir un marco para el contenido de acuerdo con un modelo.

El marco es aquello que el contenido llena. Pero el contenido no puede aparecer sino es por una interacción de factores que lomoldean (esto es el modelo: la razón de ser del contenido). Expuesto así parece muy abstracto, pero Bakshar es exhaustivo en sus ejemplos para que entendamos; y proporciona dichos ejemplos desde la realidad digital hasta etapas anteriores de la historia del libro. Así, para ilustrar como ha funcionado la teoría de la edición que propone, nos cuenta la historia del OED (Oxford English Dictionary), así como la del First Folio de las obras de Shakespeare y la de aquella que considera la culminación de las editoriales británicas: Penguin Books. En estos segmentos de su libro se revela como un gran narrador y la lectura se vuelve un deleite, lo cual nos relaja lo suficiente para seguir avanzando sin problemas con las partes más arduas de su reflexión, aunque estas siempre son tan perspicaces y de tal claridad que en ningún momento resultan pesadas. De este modo, el análisis de Penguin en términos demarcos modelos bien puede considerarse apasionante.

En la teoría de la edición que va esbozando, es fundamental lo que él considera el argumento central de su libro: “A pesar de las diferencias existentes en el mundo de la edición, hay algo que entendemos como edición”. Y  así sigue adelante con otros dos conceptos esenciales: filtrar y amplificar. Para que se entienda el sentido del primer concepto, sólo hay que pensar en que el impresor, a diferencia del editor, no filtra, sólo acepta pedidos. El editor siempre filtra: selecciona obras de acuerdo con ciertos modelos, y luego les proporciona el marco que considera adecuado. ¿Por qué filtrar y no seleccionar? Porque el término filtrar es más incluyente y aplica también, o de manera más propia, para la edición digital.

Por lo que respecta a amplificar puede decirse que es un concepto que abarca tanto producir como distribuir; o si se quiere laamplificación consiste en una serie de acciones que en términos de libros impresos consiste en imprimir/publicar y distribuir/poner-los libros-en-los-puntos-de-venta. Filtrar amplificar siempre serán funciones del editor.

Sería imposible resumir todo lo que contiene (de contener, en el sentido que lo concibe Bhaksar) este revelador libro. Al final nos dice que sólo ha ofrecido un borrador de la teoría básica de la edición y el contenido. Sin embargo, las conclusiones a las que llega no dejan de ser provocativas y  van encaminadas a que el borrador cobre más forma, se enmarque,  se modele, se filtre y se amplifique, para usar su terminología.

Por ahora, concluye: “La edición es la máquina de contenido en la medida en que unas cuantas operaciones sencillas bastan para constituir el acto de publicación. Es una máquina social. Un  problema: la Era de la Máquina ya terminó […]  En realidad, redefinir la edición significa ir de la Máquina de Contenido al Algoritmo de Contenido. En una época tan distante de nosotros como nosotros estamos de Gutenberg, una versión de este libro tal vez se denomine justo así […] No obstante, eso es lo que debemos hacer: reinventar la edición, qué es, qué significa, cómo funciona. Ya se ha hecho; se hará de nuevo. La pregunta real es quién efectuará esta reinvención: ¿los editores mismos o las redes fuera de su control? El tiempo lo dirá”.

Ariel Rosales