“Ahora bien: ¿en qué radica la capacidad de referencia
humana universal del Edipo Rey sofocleo: en ese conflicto
subconsciente común a todo ser humano o en algo, también
universal, que lo trasciende con mucho?”
Edipo Rey, introducción de Luis Gil
Hay libros que están enraizados en nuestro inconsciente colectivo, como pudiera ser El Quijote, Cien años de soledad o Hamlet. Pareciera que Edipo Rey también es uno de ellos. De lejos o de cerca, todos conocemos la trama, el desenlace, el destino. Sin embargo, leer la tragedia de Sófocles merece la pena, cada vez que uno pueda, por el impacto que nos provocan sus letras. Uno puede recorrer ese camino varias veces en la vida.
La primera vez que lo leí fue en la secundaria. Todavía conservo ese libro editado, por supuesto, por Porrúa (cuántos de nosotros no crecimos con esas ediciones a doble columna, letra pequeñita y papel casi biblia). Mi ejemplar conserva algunos garabatos (una carita feliz sabrá dios por qué o a quién iba dirigida), algún subrayado que ahora que lo miro resulta muy inocente. Esta traducción nos ofrece ser una traducción directa del griego y tiene una introducción de Ángel. Ma. Garibay, de la Academia de la Lengua.
Esta nueva versión, publicada en Penguin Clásicos, tiene otro tenor. Lo primero, una introducción más histórica, pero una traducción más cercana: la presentación de los personajes es distinta, sin menos giros, más directa y más digerible para el siglo XXI. Sin embargo, la ganancia absoluta, a mi parecer, es el epílogo que realizan Jordi Balló y Xavier Pérez. Ellos entran a la discusión sofocleana desde la absoluta contemporaneidad: desde Bruce Willis en El sexto sentido hasta Christopher Nolan en Memento o El club de la pelea. Es una lectura moderna de ese Edipo Rey que nos persigue con mayor o menor claridad desde que Freud lo adoptó como complejo –tránsito- que hay que superar.

Pero nuestro Edipo Rey, ese que comete dos de los crímenes universales más atroces como es el asesinato del padre y el incesto con la madre, nunca dejará de incomodarnos, de señalarnos como seres ínfimos ante los designios de los dioses: no podremos escapar; ni de la culpa que puede conllevar actos erróneos por ignorancia o por soberbia.
Hace poco leía La mujer de pelo rojo de Pamuk y, curiosamente —ahí es cuando la literatura siempre juega a favor y otros hados mueven los hilios— también retoma, durante toda la novela, la historia de Edipo Rey: un clásico que nunca perderá vigencia.