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Co-mix, un testamento
Joaquín Guillén comment 0 Comentarios

Muchos años antes de leer El Quijote, mi única experiencia con la figura del héroe y las novelas de caballería se encontraba en las páginas de los cómics que, en mi infancia, eran más accesibles que cualquier tipo de libro. En Batman, Superman y Linterna verde encontré historias que después se volvieron fundamentales para mí y para el resto de mi generación, aun si no eran tan conocedores o lectores (o ñoños) como yo. Tuvieron que pasar muchos años para que entendiera los cómics de manera diferente, un hecho que sin duda se lo debo a Alan Moore, pero para el resto del mundo lo que aprendí de Alan Moore fue transmitido por Art Spiegelman. 

Spiegelman (Estados Unidos, 1948) es un ilustrador que empezó a trabajar en tarjetas coleccionables como Wacky Packages, una serie de ilustraciones que parodiaban anuncios de productos reales. En los setentas incursionó en el cómic, donde fue un exponente importante. Publicó la novela gráfica Maus, la primera novela gráfica que ganó el Premio Pulitzer (uno de los premios literarios de mayor prestigio en lengua inglesa) y uno de los libros que llamaron la atención de la academia y otro tipo de lectores, lejanos hasta este momento de los alcances de la narrativa gráfica.

Mi primer acercamiento a Spiegelman no fue con Maus, sino con sus contribuciones al New Yorker. Tengo en especial aprecio una portada de 1999 en la que el superhéroe Plastic Man está en un museo y aprovecha sus poderes de elasticidad para ver (¿con impresión, horror, familiaridad?) a un monstruo deforme que recuerda a las pinturas de Picasso. En ese mismo número, Spiegelman no sólo se adueña de la portada sino de uno de los artículos principales, “Forms Stretched to Their Limits”, una retrospectiva al trabajo del ilustrador Jack Cole, creador del personaje Plastic Man, miembro de la Liga de la Justicia y supuesto BFF de Batman.

En este artículo, Spiegelman hace una declaración que hasta ahora cargo con orgullo: “es cierto, como dicen nuestros padres, que la mayoría de los cómics es basura, pero también sucede con la pintura y la literatura”.  Por eso, en cuanto vi Co-mix mi primer impulso fue adquirirlo para mi biblioteca. Se trata de un título que recopila todo tipo de trabajos de Spiegelman, desde los borradores, sus cómics autopublicados y sus portadas del New Yorker, acompañadas de textos que lanzan más luz no sólo sobre Spiegelman, sino sobre la narrativa gráfica en general. Este libro se distingue de otras retrospectivas y antologías por la figura de su autor: nadie como él para hablar del cómic, su historia, influencia y trabajo pues consumió todo tipo de historias gráficas, si además supo poner a trabajar su pluma y, encima, logró llevar la narrativa gráfica a un nuevo público cada vez más abierto a admirar libros con monitos.

New Yorker, 1999

Spiegelman es uno de los grandes de nuestros tiempos. Co-mix queda como testamento.

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