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Carta de amor a Michel de Montaigne
Isabel Zapata comment Un comentario
Querido Montaigne:

Ya sé que todas las cartas de amor son ridículas (no serían cartas de amor si no lo fueran, según Pessoa), así que empiezo ésta admitiendo el hecho para quitarme ese pendiente de una buena vez. La confesión aplica a medias, porque esta carta no es una carta de amor, pero casi. Es más bien una carta de amistad, esa forma extraña del amor que a veces surge entre dos personas inexplicablemente. Sé que somos amigos porque cuando me siento confundida me dan ganas de hablar contigo (conste que ya admití lo de las cartas de amor ridículas), y por hablar contigo me refiero a abrir al azar una página de los ensayos para saber cuál es el sentido de la vida, por qué debo ser tolerante, cuál es la fruta más sabrosa, cómo puedo evitar caer en discusiones absurdas, cuál es la mejor hora para coger o por qué no hay que tenerle miedo a la muerte.

¿Qué es el amor, en su sentido mas profundo, sino acompañamiento?

Contigo me siento en compañía.

Cuando la gente me pregunta por qué me gustas tanto, contesto lo mismo que tú decías cuando te preguntaban por La Boétie: porque eres tú, porque soy yo. Te conozco sin conocerte porque, aunque no tengo idea de qué lado de la cama dormías o a qué olía tu aliento en la mañana, sé que una vez casi te matas cuando te caíste de un caballo, que pasabas horas jugando con tu gato (¿o era él el que juagaba contigo?), que despreciabas la crueldad y que tenías las vigas de tu habitación en la torre del castillo llenas de citas, incluyendo una de Sexto Empírico: No comprendo.

¿Qué estarás haciendo ahora? ¿Jugando a las canicas con los planetas? ¿Peleando con el espíritu de Descartes? ¿Despotricando contra los que nunca dudan de sí mismos? Ni siquiera creo que te acuerdes de que estás muerto, tenías pésima memoria. Intento no pensarlo mucho, porque entonces la ilusión se rompe y me acuerdo de que estoy enamorada de un hombre que vivió hace casi quinientos años. Ni modo, yo seguiré pensando en ti cada vez que, ante el asalto de la angustia, me pregunte: ¿qué haría Montaigne?, y tome los ensayos para buscar una respuesta, inútilmente.

Isabel

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  1. Qué belleza de carta, tan honesta, puerilmente justa y dulce. Haciendo honor al bello hombre que era Michel de Montaigne. Muchas gracias por escribirla Isabel. Un abrazo,

    K. (Santiago de Chile)