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Barbie, bella, inteligente y rica: Intertextualidades entre Jane Austen y Greta Gerwig
Andrea Pulido Watts comment 0 Comentarios

Justo al terminar de ver la reciente película de Greta Gerwig, Barbie, inmediatamente pensé en Emma, una de las personajes más icónicas y trascendentales de Jane Austen. Recordé en un instante el inicio de esta novela –titulada con el nombre de la protagonista–, porque creo encaja perfecto con el personaje interpretado por Margot Robbie: “Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con un hogar agradable y un temperamento feliz, parecía reunir muchas de las mejores bendiciones de la vida; llevaba viviendo cerca de veintiún años en este mundo sin nada apenas que la agitara o molestara”. Con la única diferencia que Barbie lleva 70 años en este mundo sin nada que le incomodara, ambas protagonistas emprendieron un viaje de la heroína muy similar, con un conflicto clave en su trama: enfrentar el hecho de que no son perfectas.

El filme comienza con una Barbie estereotípica en su mundo ideal, Barbieland, pero pronto la perfección se derrumbará al sentir por primera vez el terror existencial. Emma, por otro lado, inicia con un cambio radical al tener que despedirse de la única figura materna que tuvo y, aunque Austen es más sútil que Gerwig en su estilo, nos deja claro que su protagonista comienza a preguntarse lo que perfectamente canta Billie Eilish en su canción compuesta para la película: What Was I Made For? (¿Para qué fui creada?). La catarsis de Emma llega cuando se ve confrontada por su rival convertido en amante, Mr. Knightley, quien le hace ver que su supuesta perfección no existe y que su necesidad por ser el centro de atención causó ofensa a alguien más. Durante toda la novela entendemos cómo Emma intenta constantemente sentir que tiene una misión más allá del matrimonio, más allá de ser la hija del hombre más rico de su pequeño poblado inglés, Highbury. A pesar de lo idílico de su espacio inventado, el haber sido colocada en un pedestal termina rompiéndola y sólo desea encontrar un propósito, una conexión real con aquellos que la rodean. Barbie sale de su idilio y entra a nuestra realidad para darse cuenta que, tristemente, no salvó a las mujeres de la opresión patriarcal. Aunque la película no es “perfectamente feminista”, me parece valioso que su historia sea tan consciente de su tiempo y espacio, y por ende, de sí misma. Gerwig se ríe de su propio feminismo blanco, de ese feminismo anclado al ideal del girl power o del empoderamiento femenino que le ha traído más daño que beneficio a las mujeres. En el intento de “ser igual que los hombres”, el feminismo blanco trajo más exigencias que un apoyo sustancial para terminar con las opresiones que nos restan equidad. Barbie es justamente ese ideal imperfecto; Emma representó, adelantada a su tiempo, ese mismo ideal inalcanzable. Por esta razón el discurso de America Ferrara en la película resonó con tantas de nosotras: es imposible ser mujer. Hay tantas condiciones atadas a nuestra existencia, que se ha vuelto agotador simplemente ser.

¿Para qué fuimos creadas? Pienso que es una pregunta que todos hemos reflexionado al menos una vez en la vida –lo que hace a estos personajes tan relacionables–, pero también puedo asegurar que es una preocupación inherentemente femenina y ambas autoras lo sabían. Hago esta aseveración no sólo desde mi experiencia personal, sino desde la lectura de múltiples mujeres, desde las perspectivas compartidas con amigas, primas, tías, madres, abuelas, maestras, colegas, etc. Pareciera que cada día debemos justificar nuestra existencia con el mundo, demostrar nuestro propósito para el beneficio de los demás: ¿Fuimos creadas para crear, para ser las madres eternas de la humanidad? ¿Fuimos creadas para ser las compañeras perfectas de los hombres, sus cuidadoras y sus cómplices? O, como en el caso de Barbie, que vino antes de Ken, ¿fuimos creadas para ser la muñeca perfecta en la vitrina? ¿Para ser lo que queramos ser? ¿Tenemos que ser esposas o casamenteras, la amiga y la hija perfecta, como Emma? ¿Debemos ser el ideal de nuestra comunidad, siempre amables, educadas, ingeniosas, hermosas y jamás cansadas de serlo? ¿Tenemos que ser siempre pioneras? A fin de cuentas, a cada una se nos pide ser el ejemplo de la mujer que vendrá después de nosotras.

Esta experiencia, incluso ahora, poco se ha representado en la narrativa universal. Maureen Murdock teorizó el viaje de la heroína, ya que el reconocido viaje del héroe de Campbell carecía de una representación femenina consistente con las historias de las mujeres. El viaje de las protagonistas no termina, como el de los hombres, en el cierre del ciclo y el regreso al status quo; la travesía femenina concluye cuando es capaz de sanar el espíritu: abrazar su multiplicidad, la herida masculina que en parte la define, pero integrar esa feminidad que le pidieron dejar atrás para imaginar un nuevo futuro. Emma no quería ser la típica mujer casada y rica, buscaba, como los hombres, ser una líder. Sin embargo, competía constantemente con otras mujeres. Lo importante de su final es cómo se reconcilia con su niña interior y cómo aprende la importancia de la amistad femenina, de voltear a ver a otras mujeres como aliadas, no como enemigas. Barbie intercambia la caja de plástico por una realidad compleja, contradictoria y maravillosa. Decide vivir y sentir la feminidad, en lugar de sólo representarla.

Greta Gerwig

Aunque ninguna pieza de arte está exenta de crítica, creo que a ambas autoras se les reprochan implicaciones similares y algo injustas: que son repetitivas o redundantes en su narrativa. Creo que el problema radica en que no estamos acostumbrados a escrituras desde la perspectiva femenina. No pienso que estas historias repitan el mismo discurso, sino que no tienen el final habitual: cuando el héroe salva a otros y se le aplaude por sus destrezas. Estas historias tienen otra vuelta de tuerca, porque el éxito no es un final en sí mismo, la vida sigue después de esto. Gerwig y Austen nos incomodan con heroínas imperfectas (un antihéroe renovado), porque nos piden que reflexionemos sobre el cansancio después de la hazaña: ¿para qué fuimos creados si ya alcanzamos el ideal? A veces sólo necesitamos jugar, sentir, sanar. Ser bella, inteligente y rica no es todo lo que podemos ser. Ser la heroína no es el final de nuestras historias, porque siempre se nos pide más. Barbie implora algo que a mí me llegó al corazón: ya no quiere ser la mujer imaginada, quiere ser la que imagina. Emma también buscaba ser más que la perfección, quería construirse a sí misma. En la perfección ya no caben más posibilidades, ya no hay espacio para la imaginación. Las mujeres nos merecemos más que una representación estereotípica o idílica, merecemos oportunidades para equivocarnos y aprender, merecemos un espacio tangible para imaginarnos y para crear.

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