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Barba empapada de sangre
Alejandro Noriega comment 0 Comentarios

La última y más penosa habilidad de un lector serio de literatura es su capacidad de reconocer las propiedades vendibles, marketineras, de un autor. O una obra o una idea. Es lo que hace a un editor plantar cara no sólo al voraz mundillo editorial, sino también a su temible y más importante departamento de ventas. Es ingenuo pensar que un libro ha llegado a nuestras manos por la impecable e incorruptible necesidad del hombre por el arte.

Sabiendo esto, y después de aceptar que el mundo es económicamente más cercano y menos ajeno a nuestra idea del arte, hay que dudar también de su influencia y sus etiquetas. Todo lo que vende es bueno y lo que no vende, ¿qué es? Me lo pregunto porque sin duda la literatura brasileña tiene una fuerte y constante tradición narrativa que muchas naciones, no sólo las latinoamericanas –pero ellas más–, envidiarían. Y no lo digo sólo por el robusto catálogo de autores brasileños consagrados, sino también por sus niveles de ventas: Paulo Coelho. Y hay más.

Todo esto –y yo sé que le ha pasado, amigo lector– es lo que pensé al comenzar a leer al más novel autor de la literatura contemporánea brasileña, Daniel Galera. El autor no es en realidad un desconocido, como tampoco fueron los autores del boom antes de ser los autores del boom. Su trayectoria y su trabajo mucho tiempo se centró en la divulgación de sus obras por medios alternativos y probablemente una de sus más inteligentes jugadas fue la creación de su propia editorial. Por lo tanto, no comience la lectura, compañero lector, con los mismos erróneos prejuicios con los que un servidor valoró tal texto.

Barba empapada de sangre, su único libro traducido al español conseguible en nuestro país, llegó de una traducción ‘libre’ —hay que decirlo— de la casa editorial Penguin Random House España, quien nos lo importó sin ningún tipo de vergüenza de su argot castellano. Pese a eso la narrativa es fluida, aunque se ralentiza con los diálogos de algunos personajes incomprensiblemente cultos. La historia es, son, en realidad dos. La primera, con lo que apuesta Galera atrapar al lector, es la muerte de un hombre, Gaudério, a manos de todos y nadie –fuente ovejuna– durante una fiesta en un pueblo. El protagonista (cuyo nombre desconocemos) es su nieto, pero sabe casi nada de su abuelo hasta que un día su padre decide contarle aquella historia no resuelta. Porque el cuerpo nunca se encontró. Porque todos los presentes aquel día odiaban al asesinado. Porque a nadie le interesó esclarecer la muerte de un extranjero en aquel lugar.

–No volví a pensar en ello. Si te parece horrible, mala suerte. Tal como yo era con aquella edad, la vida que llevaba en aquella época… sería difícil hacértelo entender ahora–le explica a su hijo. Un día después se suicida, dejando un camino de duda e incertidumbre al protagonista, que en realidad es el camino por el que transitará el lector, hasta el pueblo de Garapoba, donde comienza la otra historia, no la del desenlace de la muerte de Gaudério, sino la de la construcción de un pueblo que es en realidad cualquier pueblo sudamericano.

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