Una relación marcada por la reflexión, la crítica y la incansable búsqueda de obras literarias transformadoras es el reflejo de la amistad que unió a Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, cuatro escritores que compartieron una visión común sobre la literatura latinoamericana y el papel del escritor en la sociedad.
Fue durante las décadas de 1950 y 1960 cuando se produjo el primer encuentro entre estos grandes literatos -tras la primera misiva enviada por Carlos Fuentes a Julio Cortázar en 1955-,quienes mantuvieron a las letras y a Cuba como los principales ejes de sus creaciones.
Cada uno tenía su estilo y enfoque distintivo, pero lograban complementarse mutuamente y encontraban inspiración en las obras del otro. Es por esta razón que muchas veces se les considera como el punto de partida del Boom, un fenómeno cultural que concretó medio siglo de evolución literaria en América Latina.

© Jordan Schnitzer Museum of Art, Universidad de Oregón.
Sus novelas, si bien tenían estilos únicos, compartían una audacia revolucionaria que desafiaba a los lectores a sumergirse en mundos nuevos y apasionantes. Ellos transformaron los modelos regionalistas de sus antecesores y ofrecieron algo completamente innovador; con la influencia de autores como Balzac, Dickens, Joyce, Kafka y Faulkner.
En sus obras es común encontrar un conglomerado de referencias culturales, fruto de todo lo que leyeron, escucharon y vieron. Esto fue uno de los aspectos que más críticas les trajo; sin embargo, para ellos formó parte de su nueva propuesta literaria.
“Ya verás que te tratarán de pedante: un señor que se atreve a citar sin miedo a cien autores, a hablar de jazz, de cine, de Brahms, de JC, de todos los dioses, de todas las calles, de todas las ciudades que le dan la gana. Bien sabes que no le he tenido miedo a eso, y me alegra la decisión con que te largas a esa vertiginosa serie de sincretismos, a esas alianzas admirables de los mitos consagrados con los mitos de nuestro tiempo que solo la gente como tú sabe ver (los Beatles, ¿eh?); todo esto te lo van a reprochar con uñas y dientes, porque tus mexicanos y mis argentinos y todos nosotros somos así a la hora de la literatura: lo que se consiente y se aplaude cuando lo hace un Durrell o un Jean Genet no debe hacerlo un escritor latinoamericano”
(Fragmento de una carta de Julio Cortázar a Carlos Fuentes; 4 de mayo de 1966).
Relación epistolar

Gran parte de los recuerdos de esta entrañable amistad se resguardan en sus cartas, aquellas que intercambiaron a lo largo de los años y que hoy en día son un testimonio de esta relación cercana. Conscientes del gran valor que estas poseen, Carlos Aguirre, Gerald Martin, Javier Munguía y Augusto Wong Campos reunieron y editaron Las cartas del Boom (Alfaguara, 2023), un libro que compila cerca de 207 misivas en las que se pueden apreciar momentos de confidencia y sinceridad, donde se revelan sus dudas, miedos y alegrías.
En sus correspondencias discutían aspectos literarios, comentaban sobre sus éxitos y fracasos, se apoyaban en momentos difíciles y, sobre todo, compartían críticas constructivas sobre sus trabajos. La sinceridad y la confianza en estas cartas son palpables y revelan la verdadera naturaleza de una amistad profunda y duradera. Asimismo, dan una visión amplia de lo que fue el surgimiento de sus grandes obras como La región más transparente en 1958, La ciudad y los perros en 1962, Rayuela en 1963 y Cien años de soledad hasta 1982.
El compromiso y la pasión de estos escritores por la literatura latinoamericana y la experimentación narrativa resonaron en todo el mundo. La publicación de sus obras durante el Boom latinoamericano atrajo la atención internacional hacia la literatura del continente, que hasta entonces había sido en gran medida ignorada. De acuerdo con ellos, debido al seguimiento de estructuras oxidadas y el provincialismo de la vieja narrativa latinoamericana.
“Nuestros antecesores no hicieron sino sembrarnos escollos en el camino, y nosotros enfrentamos el problema de descuajar la enmarañada selva de falsedades que ellos inventaron para después explorar la selva original. Hasta la retórica, que era su fuerte, la usaron tan espantosamente mal y la dejaron tan manoseada que ahora que la necesitamos para las buenas finalidades está infestada de trampas peligrosas”
(Fragmento de una carta de Julio Cortázar a Carlos Fuentes; 4 de mayo de 1966).
Sin duda, a pesar de sus diferencias en estilo y temática, estos escritores se nutrieron mutuamente; sus opiniones sobre la literatura y la vida eran enriquecedoras y, al compartirlas, creaban un diálogo que los llevaba a nuevos horizontes creativos.

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