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Alejandro Rossi
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

Fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras e investigador en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México desde 1958. Dio cursos y conferencias en diversas instituciones culturales y universitarias de México y del extranjero. Cofundador y codirector de Crítica, revista hispanoamericana de Filosofía. Ha sido traducido al inglés, alemán, francés e italiano.
En un artículo publicado en Letras Libres a un año de su muerte, Teodoro González de León escribe:

…Por supuesto que hablamos de muchas cosas más: de literatura de manera inagotable; de filosofía y de religión muy poco (yo no era su interlocutor), solo cuando se conectaba con el arte, la arquitectura y la ciudad. Muchas charlas se dirigían a nuestros conocidos, para bien y para lo peor, donde aplicaba sus asombrosos adjetivos.

El deporte y su espectáculo lo fascinaban y ocupó mucho tiempo de su vida (un tema que solo Juan Villoro puede tratar). Me permito únicamente una referencia: en 1970 o 71 me invitó a jugar ping-pong en el nuevo departamento de Juan José Arreola, en la calle de Guadalquivir: una gran estancia en un segundo piso sobre la calle, equipada para campeonato con lona antiderrapante restirada en el piso. Yo le había contado a Alejandro que en los cuarenta jugaba tenis y ping-pong en el Junior Club (pero, como todo deporte que hice y sigo haciendo, lo he aprendido sin maestro). Cuando tomó la raqueta me acordé del “Gato Tapia”, doble campeón nacional de tenis y tenis de mesa en esa época, que me eliminó la única vez que competí. Sucedió lo mismo, pero Arreola y Rossi fueron gentiles conmigo, me usaban para calentamiento. Entre ellos se destrozaban; recuerdo que Alejandro ganaba más veces. Eran profesionales, tenían zapatos especiales y golpeaban el piso como los chinos (que acababan de estar en México). Eran sesiones de cuatro o seis horas. Asistí, fascinado (un poco humillado), a cinco o seis de ellas –empezaba a tener trabajos importantes, ya no tenía tiempo, lo hacían al atardecer y en la noche, cuando se hace la arquitectura.

Lumen

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