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Atrapar el tiempo
Redacción Langosta comment 0 Comentarios

¡Qué grande es el mundo bajo la claridad de las lámparas!

Para los ojos del recuerdo, ¡qué pequeño es el mundo!

Charles Baudelaire

Debemos recordar las cosas en el orden en el que la entropía aumenta.

Stephen Hawking

La primera vez que se me ocurrió escribir un diario tenía 12 años. Me lo regaló mi mejor amiga por mi cumpleaños. Evidentemente, era de lo más cursi que se puedan imaginar: azul, acolchado, con interiores rosas y azules, candado y llavecita. En él explicaba mis actividades del día y, claro está, mis emociones (igualmente cursis). Era un clásico y el cliché del momento: “Querido diario”. Le hablaba de tú, por supuesto, y lo interrogaba cada vez que mis dudas existenciales (que hasta el momento siguen siendo muchas) me asaltaban.

Con los años seguí buscando libretas. Si no tenía, entonces ocupaba los calendarios que me regalaban para escribir en ellos. Por lo menos con el tiempo los cuadernos iban perdiendo ese colorido espantoso y mis cuestionamientos y actividades se volvían, a mi parecer, un poco “más interesantes”. Alguno encuadernado en piel, otro que venía de India, alguna Moleskine perdida… pero eso sí, nunca una libreta Scribe. Algo de decoro debía de tener para estas indagaciones personales.

No crean que con este mini desnudo de mi vida personal pretendo generarles una especie de empatía por esta alma atormentada, sino porque detrás de mi lectura de Hacia el infinito de Jane Hawking, una autobiografía en la que Jane desgrana sus años de matrimonio con el gran científico Stephen Hawking, no pude evitar pensar acerca de la importancia de la memoria, el olvido, el tiempo.

En este momento, libro de Proust publicado por Cuatro Ediciones, dice: «Mire, creo que es sólo en los recuerdos involuntarios donde el artista debería buscar la materia prima de su obra. En primer lugar, precisamente porque son involuntarios, porque surgen por sí mismos atraídos por la semejanza de un minuto idéntico a otro, sólo ellos tienen el sello de lo auténtico. Después porque nos ofrecen las cosas en una exacta dosis de memoria y olvido.» Y entonces me cuestiono: ¿hasta dónde podemos fiarnos de nuestra memoria más allá de la escritura? ¿Cuántas veces nos reescribimos? ¿Cada vez que nos contamos?  ¿Qué intento encontrar en la escritura de esos diarios, y mejor aún, en su relectura? ¿Por qué hay tanto miedo en el olvido? Volteo entonces a la mesa donde está el libro de Hawking: con atrevimiento volvió a recorrer su doloroso trayecto familiar. Desaires, caídas emocionales, alegrías, el intento de construir una vida con alguien. Una narrativa sencilla, ágil, novelada. No puedes dejar de leerlo, pero tampoco puedes dejar de preguntarte: ¿hasta dónde el olvido, la memoria, la reconstrucción de nuestra propia vida? La claridad ficticia de las lámparas y el orden aparente del recuerdo: ¿en qué radica la temporalidad?

 

Fernanda Álvarez

 


 

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