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Tiempo y culpa
Joaquín Guillén comment Un comentario

Me atrevo a decir que todos nos hemos preguntado qué haríamos si tuviéramos tiempo para hacer lo que sea que nos guste. A menudo este cuestionamiento se nos presentó como una pregunta inocente: ¿qué te llevarías contigo a una isla desierta? ¿qué cargarías en tu mochila en el fin del mundo?  Ambos escenarios me parecían mucho más probable que mi situación actual.

Si alguien me hubiera dicho que 2020 me la pasaría en casa debido a una pandemia que obligó a un confinamiento y cerró las economías globales por al menos un par de meses, jamás lo hubiera creído. Todavía recuerdo que apagué mi computadora del trabajo y pensé que a lo mucho estaría en casa dos semanas, como cuando la epidemia de la influenza porcina cerró la Ciudad de México. Al momento en que escribo esto ya pasaron tres meses. Y entre estas semanas que pensé que serían y estos meses que han sido, mi mente, como la de muchos otros, comenzó a volar. Claro que vivimos una pandemia global que ha arrebatado más de 400 000 vidas y que saturó el sistema de salubridad y ahora la economía global parece caminar con muletas y collarín, pero la situación no era así en el imaginario colectivo. ¿Por qué el mundo está así, tan alerta, y yo estoy trabajando en pijama?[1] Y aquí estoy, encerrado, con al menos cuatro horas más en mi día, con todos mis libros y mis películas y mis videojuegos y una cuenta de HBO GO que no había podido explotar porque en la cola de mis prioridades estaban primero unas series de Amazon Prime.

Escribo y siento la necesidad de justificarme, aunque sé que a mi terapeuta no le gustaría. Qué privilegio el mío de estar con trabajo y tiempo y salud, tanto como para decir todo esto y hasta presumir que voy a terapia. Así estamos muchos: los que tenemos la fortuna de quedarnos en casa de pronto recuperamos tiempo. La industria cultural lo ha notado, hay motivos de preocupación pero hay otras noticias que resultan buenas. Y entre tanto, nosotros, consumidores, estamos en un momento algo singular: la oferta no para. Y si uno está harto del mundo actual ni siquiera hay que preocuparnos. Si no tiraron a la Marie Kondo todo lo que no les provocaba alegría, es un buen momento para agarrar un libro que nunca terminaron o de simplemente releer algo que los haga sentir paz. O lo contrario: pueden agarrar un libro que los haga sentir en la sintonía apocalíptica en la que nos encontramos. Si creemos a Google Trends, el interés en libros como La peste tuvo un pico en marzo del 2020 que hasta el covid-19 envidiaría.

Los textos que presenta esta semana la Langosta Literaria van en esta línea. Se arrojó una pregunta sencilla, ¿qué libros nos llevaríamos al fin del mundo?, y regresaron tres respuestas:   Muerte en Venecia, el Decamerón y Ensayo sobre la ceguera. Libros que ya puse en mi lista. Espero algún día tener tiempo de llegar a ellos. Yo llevo años sin empezar Finnegans Wake.

[1] Aclaración exclusiva para mis jefes o gente del departamento de Recursos Humanos de donde trabajo: lo de la pijama es broma. En realidad trabajo en bermudas.

Decamerón Ensayo sobre la ceguera langosta literaria Muerte en Venecia pandemia

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  1. «tener tiempo de llegar a ellos» me puedo ir a es isla y a ese fin del mundo con esa exhortación siempre abierta. Hacernos, nosostros mismos, ese último artículo del fin de la humanidad.