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SieteEvas, canon y mitología de un cataclismo
Ismael Martínez comment 0 Comentarios

La ficción científica tiene pocos grandes temas. Casi podría decirse que sólo siete: la manipulación genética, el desarrollo de la inteligencia artificial, la exploración espacial, las invasiones alienígenas, las sociedades distópicas, las epopeyas espacio-temporales y los apocalipsis naturales o armamentistas. Siete es un número importante.

SieteEvas, la galardonada y muy erudita propuesta literaria de Neal Stephenson, hace uso de, por lo menos, dos de estos grandes temas: una exploración espacial, obligada por un inminente Armagedón. Y los aborda desde el estilo de la llamada “ciencia ficción dura”, aquella que pone énfasis en la precisión científica (en contraposición a la “ciencia ficción blanda”, que se limita a recargar la propuesta de trama en una tesis científica).

Imaginemos, pues, que en un futuro cercano, por causas astronómicamente desconocidas —si uno sabe de astronomía reconoce lo poco que se conoce sobre los fenómenos estelares, lo cual hace de la imaginación sobre el tema no sólo insólita sino casi siempre científicamente posible— una singularidad estelar fragmenta la luna, nuestra Luna, en siete partes. “Siete Hermanas” las llaman desde entonces, con toda la carga cabalístico-mitológica que eso conlleva (siete, el número divino; Luna, arquetipo de feminidad). La sociedad, lejos de recurrir al pánico se limita a observar el cielo nocturno y las pantallas de sus dispositivos móviles por igual, en un impulso de curiosidad y búsqueda de respuestas.

Durante una semana los científicos del mundo se vuelcan en el estudio del fenómeno, no sólo para tranquilizar, en una primera instancia, a la población general con explicaciones poco cientificistas, sino en estudiar las posibles consecuencias del asunto. Pronto, y tras una pasividad inicial, la mayoría de las agencias científicas del mundo llegan a una misma conclusión: la vida en la Tierra está condenada.

Los siete fragmentos, otrora Luna, por efecto de la singularidad que las fraccionó, y gracias a la fuerza gravitatoria que sobre ellos ejerce nuestro planeta, comenzarán a colisionar unos contra otros con una incidencia exponencial. Entonces los siete pedazos serán catorce, y después quizá treinta y cinco, y en poco menos de dos vueltas completas terrestres a nuestra inmensa estrella amarilla la fragmentación se convertirá en polvareda, una “Nube Blanca” que cubrirá al planeta de una bella pedrería como los anillos de Saturno, pero que hará arder la atmósfera, quemará por completo la superficie terrestre y derretirá todo el hielo del mar. La humanidad tiene, entonces, una única salida, quizá dos, hacia fuera y hacia dentro: la construcción de un arca estelar con módulos colmenares que contenga la mayor muestra genética de la humanidad (es decir: el mayor número de gente proveniente de la mayor diversidad racial posible), y la excavación profunda de nuestro planeta en busca de la supervivencia más allá de su atmósfera, en el nido de su calor interno. ¿Podrá el homo sapiens, una especie joven de primates inteligentes, sobrevivir, aunque sea, cinco mil años más?

Neal Stephenson, graduado de la universidad de Boston (con diplomas en física y geografía), pluma habitual de la muy influyente revista tecnológica Wired y maestro de la así llamada “ficción especulativa”, procede de una larga estirpe de hombres y mujeres de ciencia (para pronto: sus abuelos eran profesores de física y bioquímica, respectivamente).

Stephenson nos entrega una novela extensa, no sólo lúdica y divertida sino profundamente pedagógica, que brilla por su tersa facilidad para desmenuzar la ciencia verdadera (la conocida y comprobable) detrás de su propuesta cataclísmica de un fin del mundo posible en un espectro temporal enorme: cinco mil años terrestres.

SieteEvas es, pues, una novela trepidante, con un mérito inmenso, que se ha visto recompensada con una estatuilla Prometeo y una nominación al premio Hugo, el más influyente del género literario que representa, el favorito de muchos, pues sólo en él es capaz de verse no sólo la fabulación, sino la filosofía y la ilustración científica.

 

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