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Retrato del cuentista
Luis Jorge Boone comment 0 Comentarios

Todos contamos historias breves, a diario. Es una forma de hacer portátil la historia reciente de nuestras vidas y entregarla a otros. La aventura de llegar a tiempo al trabajo, la pesadilla del accidente que nos tocó ver, la extraordinaria buena suerte de haber pasado el examen sin estudiar, el idilio que alcanzó proporciones míticas apenas el fin de semana. Así nos explicamos ante los demás, nos volvemos un personaje con una misión o un sentido.

Decimos “no me vengas con cuentos”, pero, más que un rechazo a lo que nos puedan contar, se trata de una crítica a la forma: a tu cuento se le ven los hilos. Una buena historia siempre será bien recibida. Siempre y cuando se mueva con agilidad, avance segura de sí misma y aterrice con gracia.

Al cuentista se le reconoce por una expresión: en medio de una anécdota contada por alguien más en la tertulia o el encuentro fortuito, o quizá aprovechando una pausa en la conversación, señala: aquí hay un cuento. No es que éste se le haya presentado de cuerpo entero, sin maleza que lo camufle, a campo abierto; es que asomó una sombra, es que algo se estremeció entre la hierba alta. Lo siguiente será despojar a la veta narrativa de todo el mineral superfluo y de las malas tierras que no le permiten brillar como debería. Madera bruta por desbastar para extraer de ella la pieza exacta que sostendrá en pie a una mesa o una silla futura.

Hay quien aconseja no revelar nunca la trama del cuento en el que se está trabajando, esto para preservar la tensión privada que hay entre la mano y la página. Por otro lado, hay quien recomienda poner a prueba el cuento cuantas veces sea posible y ante diversos públicos, para tantear su eficacia, medir sus reacciones. Hay historias que exigen uno u otro tratamiento, según textura y contenidos.

El cuentista está atento a distintos modos de probar y curtir una historia. Sabe que si trata a todos sus materiales por igual terminarán produciendo el mismo efecto repetido, una y otra vez, y si algo nos pide el género cuentístico es no repetir, virar hacia otro norte, modificar el mundo de todos los días al contarlo de otra manera.

Busca siempre esa otra manera de contar. Pone atención a las voces de los otros: el taxista apesadumbrado que confirma en cada recorrido el negro destino de la ciudad, la mujer que por celular desgrana la historia completa de una pasión a una conocida distante y a cuarenta desconocidos con los que comparte el vagón del metro.

También tiene vocación de detective. Sigue los huecos de la historia, arma el rompecabezas, descubre una trama. Nos hace creer que esa que cuenta es su historia, que es real, que sucedió y todos los involucrados podrían dar fe de ello, pero todo se lo inventa. O nada sucedió así, pero todo es cierto. ¿Qué importa?

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