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¿Por qué $#@%*$@# Bob Dylan se merece el Nobel?
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¿Cuál es la bronca? 

El meollo del asunto de esta interesante polémica en pro o en contra de la decisión de la academia sueca en darle el Premio nobel de literatura a Bob Dylan es una vieja batalla. Una pelea antiquísima que nos remonta a los más tiernos tiempos de la edad media, donde yacían los menesteres de juglaría y de clerecía. ¿Y qué diablos es eso? El menester de juglaría eran los juglares, los trashumantes vagabundos que surcaban las tierras propagando la literatura al populo, o sea, a la mera banda. Al populacho que no se andaba con jaladas intelectualoides ni tenía estudios acá bien faroles. Este tipo de juglares distribuían a los oídos de sus escuchas en las plazas públicas las obras literarias, las batallas, las gestas y los cantos de esas épocas, todo de memoria.

Por otro lado, el menester de clerecía eran los compas bien estudiados, religiosos; monjes encerrados en los conventos que escribían con palabras cultísimas en libros bien machines e impresionantísimos que eran sólo accesibles a unos pocos.

¿Cómo podían compararse semejantes sabios con unos pinches payasitos vagabundos que entretenían a una bola de nacos? ¡No, pus no hay comparación!

Eso mismo es lo que está pasando ahora. ¡Dios mío, cómo es posible que un güey que escribe canciones populares, que la gente disfruta, que se tocan en la radio, gane un premio de este tipo! ¡Y habiendo tantos y tantos escritores que sí escribieron de verdad y además muchas páginas muy gordas y con palabras muy cultas!

La literatura no sólo está en lo escrito

El origen de la literatura es oral, no escrito. Primero fue hecha para ser oída, no leída. Desde las narraciones de las tribus sobre viajes de héroes que vencían demonios, hasta poetas más recientes como Homero o Safo o incluso Shakespeare, que jamás crearon para el papel; que hicieron literatura para ser oída y representada, para un público que quería entender y entretenerse.

La literatura puede tomar cualquier forma. La de la lírica rabiosa de un hiphopero que sube al pesero a rapear para ganarse unas monedas y mantener a su familia, la del poeta que toma el metro para recitarnos sus poemas o la de los narradores de historias o la de los refranes o la de los slams,  y… sí, aunque usted no lo crea, hasta puede tomar la forma de cantantes de radio que ni estudiaron letras ni literatura comparada en universidades de prestigio.

Su poesía es una chingonería

Más allá de todo esto, Bob Dylan se merece el premio Nobel porque es un tremendo poeta.  Aquí échenle un oído-ojo a estas rolas-poemas, nomás pa’ que calen.

My back pages

Positively 4th street

Like a rolling stone

Idiot wind

Po boy

Workingman’s blues

Y por si esto fuera poco, para mí la razón más importante es:

Porque es fiel a sí mismo

¡Que estallen las críticas, que se sacudan los cimientos, que tiemblen de indignación los escritores de verdad!

A Bob todo eso lo tiene sin cuidado. Ya está acostumbrado a ser el ojo del huracán. Y le da igual. A él sólo él importa seguir siendo él mismo; por eso Dylan es uno de los artistas más grandes de los últimos tiempos y por eso es un merecidísimo ganador del premio Nobel: porque con su vida y su obra ha demostrado una y otra vez que la esencia de un artista tiene que ver con una búsqueda interna, no con fama ni ideales ni públicos ni industrias: el creador sólo consigo mismo, hurgando en sus heridas, explorándolas, pese a quién le pese: fans, críticos, colegas, academias o la cultura en general.

 

 

 

 

Adiós a Dylan Bob Dylan Premio Nobel de Literatura

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