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Pequeña ave de paraíso
Aura Sabina comment 0 Comentarios

La vida de una niña que empieza a entrar en la pubertad no siempre es fácil. En la escuela todo marchaba bien para Krista Diehl, entre muchachos indios senecas y blancos de clase media. Las chicas mayores solían agredirla sutilmente para mostrarle aprecio. Todo parecía una escena típica de niñez americana en un pueblo amable y pequeño. Krista se contentaba con ir de vez en vez a Honeystone con Eddy y Ben (su padre y su hermano) para comer un helado y observar a Zoe Kruller, la mesera, quien con su ronca voz siempre preguntaba: “Qué puedo hacerte hoy?”. Zoe era una mujer encantadora con deseos de cantar. Estaba separada de su marido y era madre de Aaron; a menudo charlaba un poco con Eddy Diehl.

Eddy era un padre cariñoso, trabajador. Mucho de su casa había sido hecho por sus propias manos. Un hombre afable, conocido en las cantinas y los bares por su afición al whisky. Constantemente cantaba “Little bird”, de Reeltime Travelers, a Krista, Krissie, como cariñosamente le llamaba.

Después de un tiempo de no ver a su madre, quien trabajaba en un bar, Aaron llegó un domingo a la casa que ella compartía con Jacky, su amiga de la secundaria, y descubrió el cuerpo de Zoe, asesinada de manera brutal. Delray, el esposo de Zoe, fue señalado como sospechoso, puesto que era un tipo agresivo, varias veces encarcelado por delitos menores (pero encarcelado al fin). Su relación con Zoe ya no era buena y solía insultarla; la llamaba “puta”.

Huelga decir que, Joyce Carol Oates pone énfasis en la doble moral de una sociedad que condena la vida de una mujer libre y justifica que le pasen todas las desgracias del mundo solamente porque se ha salido de lo establecido. Y, por otro lado, destaca el miedo, usado como una manera de control para que las mujeres sepan lo que puede pasarles si andan solas a altas horas de la noche o si hablan con desconocidos. Evidentemente, este asesino en casa no era necesariamente un desconocido, sino que todo apunta a que era, en realidad, cercano.

Este asunto sería exclusivo de la familia Kruller de no ser porque Eddy fue inculpado (pero nunca confirmado del todo) por el asesinato de la mesera, con lo cual quedó al descubierto la doble vida, no sólo del padre de Krista, sino de varias personas del pequeño poblado de Sparta. Con un padre fugitivo, alcohólico, a quien tendrá que ver a escondidas, y una madre resentida porque el crimen puso al descubierto una infidelidad, Krista vive una temporada de infierno. De pronto, toda Sparta tiene conmiseración de su familia y de la de los Kruller. Entre Ben y Aaron, compañeros de clase, se suscitan agresiones. Lo que pareciera ser un solo problema, en realidad se vuelve una marca de fuego que acompañará a Krista por el resto de su historia.

Joyce Carol Oates pone el dedo en la llaga sobre las familias. Nos deja los siguientes cuestionamientos: qué son, hasta dónde abarca el cariño, cuál es su legitimidad, si sus miembros deben apoyarse en todo, si se debe o no entregar a alguien que ha actuado mal, si se  tiene que abandonar a una hija que ha decidido consumir drogas y prostituirse, si el cristianismo puede salvar a alguien, si uno traiciona a su clan si se casa con alguien que no pertenece a él, si la enfermedad es consejera… En este sentido, Oates es muy precisa para denunciar el machismo tanto de la sociedad dominante, blanca, como de los pueblos originarios, en este caso, los senecas. Peca tanto el que excluye a las mujeres de los juegos como el varón que gana dinero de la explotación de mujeres, a quienes además golpea. También los muchachos de secundaria que agreden a sus compañeras, solamente porque creen que tienen derecho sobre sus cuerpos, aun cuando estén drogadas o borrachas.

¿Hasta qué punto las convenciones sociales, de todo tipo, pueden lastimar profundamente a quienes no las acatan? ¿Hasta dónde la hipocresía revictimiza a quienes sufren porque alguien cercano hizo algo malo y entonces lo que era privado se vuelve público? ¿Quién piensa en la muerte? ¿Quién podría o no suicidarse? ¿Quién podría estar fuera de las adicciones? ¿Quién piensa en estudiar e ir a la universidad o quedarse a trabajar en el taller mecánico del padre? ¿Cómo reconfigurar las identidades si además de todo, entre tanta saña, el deseo de los jóvenes se hace patente?

La historia está dividida en tres partes: en la primera se cuenta la historia de Krista, desde que se descubre el asesinato hasta que ella cumple quince. En la segunda se profundiza en la vida del pueblo, sus costumbres y rumores. Se puede conocer mejor a los Kruller, especialmente a Aaron, su mal comportamiento delictivo, su expulsión de la escuela y su rencuentro con Krista, evento que le da a la historia un giro de dolor y deseo. También se habla sobre el destino de cada uno de los Diehl, a partir de una acusación sin evidencias suficientes. En la tercera, Krista, ya adulta, cuenta su vida en un estado distinto, con una vida independiente, cuando trabaja en una asociación para ayudar a presuntos inocentes. Jacky, amiga íntima de Zoe, revelará quién fue el autor del asesinato. Se mantiene el suspenso todo el tiempo. La complejidad del amor en medio de la violencia, la doble moral de la sociedad, la discriminación racial, la lealtad y deslealtad entre amigos y amantes, la persecución e ineptitud de los policías, el tráfico y consumo de sustancias, la belleza rota, la nobleza y la libertad nos ofrecen una amplia y generosa paleta de emociones, como suele mostrar Oates desde sus primeros libros.

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