Entre las ocupaciones que tuvo a lo largo de su vida destaca la enseñanza superior, a la cual dedicó muchos años, y la traducción, campo en el que destaca su versión en español de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Como docente, dictó clases en diversas facultades, tanto en su país como en el extranjero, y tuvo el honor de tener en una de sus aulas a Luis Cernuda. Con respecto a su obra, destacan sus poemarios La voz a ti debida, Error de cálculo y Todo más claro y otros poemas. También resaltan dos epistolarios: uno a su esposa y otro, a su amante; irónicamente, uno de sus poemas se titula «Confianza». Por otro lado, entre sus obras de teatro encontramos Ella y sus fuentes, La cabeza de la medusa y La fuente del arcángel.
Aquí un poema suyo:
A esa, a la que yo quiero…
A esa, a la que yo quiero,
no es a la que se da rindiéndose,
a la que se entrega cayendo,
de fatiga, de peso muerto,
como el agua por ley de lluvia.
hacia abajo, presa segura
de la tumba vaga del suelo.
A esa, a la que yo quiero,
es a la que se entrega venciendo,
venciéndose,
desde su libertad saltando
por el ímpetu de la gana,
de la gana de amor, surtida,
surtidor, o garza volante,
o disparada -la saeta-,
sobre su pena victoriosa,
hacia arriba, ganando el cielo.
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