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Libros que añoramos aunque no se escribieron (o quizás precisamente por eso). Un hipotético top five
Ramón Córdoba comment 0 Comentarios

1. Como es universalmente sabido, la segunda novela de Juan Rulfo tenía como título La cordillera. Pero su autor nomás no la soltó y hay quienes afirman que en realidad nunca la escribió, ni toda ni en parte. El propio Rulfo dijo que se le había quedado “en cerro”, y había destruido el original porque “no llenaba, no me satisfacía, era una cosa que me llevó a un callejón sin salida”; sin embargo, es vox pópuli que el autor solía contradecirse de una entrevista a otra (entre las escasas que concedió), probablemente por diversión, para despistar o quizá sólo por joder.

2. El magistral e infravalorado José Revueltas, cuya tempestuosa vida lo llevó a la cárcel en varias ocasiones e incluyó una reclusión en el penal de las islas Marías, donde fue el reo 1374, relató esa experiencia en una novela titulada Los muros de agua, pero nueve años antes, náufrago en un mar de alcohol, perdió en Guadalajara el primer manuscrito de la obra, que llevaba el título de El quebranto. Fue al subir a un tren cuando el atado que lo contenía se rompió y el manuscrito se desperdigó por las vías. Revueltas sólo atinó a recoger unas cuantas páginas.

3. El Necronomicón, ese infernal compendio de saberes malévolos que vuelve locos a sus osados lectores y es obra del árabe Abdul Alhazred, está presente en el imaginario colectivo desde 1921, cuando apareció mencionado por primera vez en “La ciudad sin nombre”, un cuento de H.P. Lovecraft. Autor de culto, fallecido en 1937 sin saber que su fama se extendería por el mundo, Lovecraft sigue llenando nuestra imaginación de seres ignotos provenientes de otros mundos y dimensiones, que según el Necronomicón retomarán el dominio de este planeta, donde vivieron eones antes de la aparición de la raza humana.

4. La mañana del 15 de mayo de 2012, Carlos Fuentes estaba listo para empezar la escritura de su novela El baile del Centenario, cuya trama habría de llevarnos al momento del Porfiriato que fue al mismo tiempo su apogeo y el principio de su fin. El índice que funcionaría como escaleta, pegado con masking tape en la pared a un lado de su escritorio; los libros que podrían precisarle datos, reposando en una amplia mesa cuya superficie cubrían en su totalidad. Pero esa fue la mañana en que, a sus 83 años, la muerte lo absolvió de todo plan. Siempre extrañaré sus lecciones de literatura y de vida.

5. La biblioteca de los libros rechazados, de David Foenkinos, es una novela donde se postula la existencia de un acervo en el que pueden depositar sus manuscritos los autores cuyas obras no fueron apreciadas por las editoriales. La idea es extravagante, claro, pero al mismo tiempo, encantadora. Y el número de obras que el fondo recibe va en paulatino pero continuo incremento. Entre los títulos de las obras que ahí pueden consultarse, uno en particular estimula mi curiosidad: Masturbación y sushi.

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