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Kentukis: el mundo del «tener» o «ser» en la tecnología
Mary Pérez comment 3 Comentarios

Imagina que un día vas a una tienda departamental, en alguno de los pasillos encuentras unas cajas blancas apiladas con muñecos de peluche adentro. La caja dice que se llaman kentukis. Hay topos, conejos, cuervos, pandas, dragones y lechuzas, pero no hay dos iguales, tienen diferentes colores y texturas. No son bonitos, aun así cuestan 279 dólares. Debe ser algo especial, ¿no? Te compras uno, lo llevas a casa, lo sacas de la caja, incluye un cargador pero ningún tipo de manual o instrucciones. Examinas el peluche, te das cuenta de que tiene una cámara en los ojos y ruedas bajo el cuerpo. Después de unas horas de carga, el kentuki empieza a moverse por tu casa pero tú no lo controlas. Entonces, ¿quién lo controla?

Kentukis es una novela sobre la conexión entre dos personas desconocidas provenientes de distintas partes del mundo a través de la tecnología. Por ejemplo, una chica compra un kentuki en Inglaterra y en Tailandia un chico compra una conexión que le da derecho a manejar al peluche desde su computadora. La cámara y las ruedas del peluche permiten al tailandés controlarlo y moverlo por la casa de la chica inglesa. Además, puede observar cómo es la vida de la chica en Inglaterra y qué hace. Pero, a cambio, no puede hablar y se remite a ser una especie de mascota. Por otro lado, la chica inglesa que tiene al peluche rondando por su casa puede decidir a dónde lo lleva y qué le permite hacer.

La autora, Samanta Schweblin, ha ganado múltiples premios de literatura como el Casa de las Américas 2008 y el Premio Juan Rulfo 2012. Estudió cine y televisión en la Universidad de Buenos Aires y se ha dedicado a escribir desde los 19 años. Kentukis es ideal para conocerla ya que es una novela sencilla y dinámica que se disfruta en cada página.

Samanta Schweblin por Maximiliano Pallocchini en El Mundo

La novela no es lineal sino que está compuesta por varios relatos cuyo factor común es el kentuki. Las historias se desarrollan en diferentes partes del mundo y describen las aventuras o desventuras de aquellos que tienen o que son un kentuki. Así como las computadoras o los celulares, todo el mundo adopta la moda y la incluye en su cotidianidad.

Algunos de los personajes buscan ser un kentuki para visitar lugares a los que jamás podrían ir en persona, otros para buscar la compañía que no tienen a su alrededor y también hay quien lo hace por pura diversión. Aquellos que compran al peluche se sienten solos, les gusta que algún desconocido los mire o simplemente encuentran atractivo el hecho de tener una mascota a la que no hay que cuidar.

Los problemas que se pueden desencadenar con el uso de estos aparatos de peluche son expuestos de manera que el lector se pregunta: ¿qué haría yo? El hecho de encontrar a una persona secuestrada, hallar documentos confidenciales de una empresa importante, o ver a alguien robando o cometiendo crímenes frente a la cámara son algunas de las historias dentro del libro. Comprar un kentuki significa permitir la entrada a tu casa de un completo desconocido y, aunque el planteamiento es aterrador, en la novela se vuelve algo común entre la sociedad.

Las historias se desarrollan en varias ciudades, desde las islas del caribe hasta la ciudad más próspera de Europa; esto demuestra que la tecnología traspasa fronteras. La novela permite al lector reflexionar sobre las barreras de la intimidad que hay en el uso de las tecnologías, preguntarse cuáles son los límites y confrontarse con la forma en la que se maneja la vida privada.

La manera en cómo se relacionan las personas con esta tecnología es diferente, cada quién le da su toque. La personalidad de las personas queda reflejada en decidir de qué lado participar: comprar un kentuki o la conexión para ser uno. ¿Qué preferirías tú?

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